En 1819 se congregó en Andalucía un ejército expedicionario destinado a sofocar la sublevación de las colonias en América de las provincias de Ultramar.
Rafael del Riego estaba al mando del 2º batallón asturiano. Varios oficiales habían resuelto aprovechar aquella ocasión para proclamar la Constitución de 1812. Rafael del Riego, uno de los oficiales comprometidos con el movimiento, se alzó en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) el 1 de enero de 1820. Allí habló a los suyos con una proclama, según parce compuesta por Alcalá Galiano, que decía: España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey, que debe su trono a cuantos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda Nación moderna. La Constitución española, justa y liberal, ha sido elaborada en Cádiz, entre sangre y sufrimiento. Mas el Rey no la ha jurado y es necesario, para que España se salve, que el Rey jure y respete esa Constitución de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles, de todos los españoles, desde el Rey al último labrador [...] Sí, sí, soldados; la Constitución. ¡Viva la Constitución! Ya en Arcos de la Frontera donde había llegado la expedición militar, fue detenido el general en jefe del ejército expedicionario, el Conde de Calderón.
Rafael del Riego marcha entonces con las tropas por diferentes ciudades y pueblos en tierras andaluzas con el anhelo de iniciar un levantamiento antiabsolutista. Si bien el pronunciamiento no fue sofocado, nunca halló el apoyo esperado, así que el 11 de marzo lo que quedaba de la columna decidió dispersarse, buscando refugio en las montañas de Extremadura.
Cuando el envite revolucionario se encuentra ya consumido en Andalucía, brotan insurrecciones y levantamientos en Galicia: la Constitución se proclama en La Coruña y después en Ferrol y Vigo. Los levantamientos se fueron extendiendo por el resto de España. El 7 de marzo de 1820, el Palacio Real de Madrid es rodeado por una gran multitud. A pesar de que, según parece ser, el rey hubiera podido contar con la lealtad de tropas suficientes para hacer frente a los sublevados, el general Ballesteros, al mando del Ejército del Centro, consultado, declara que no pude responder de la tropa. Entrada ya la noche, el rey finalmente decide firmar un decreto, en el que declara que, de acuerdo con «la voluntad general del pueblo», está decidido a jurar la Constitución. El día 10, el rey publica el Manifiesto del rey a la Nación española en el que muestra su apoyo a dicha constitución: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional». Comienza así el Trienio liberal.
Entonces, Fernando VII demanda en secreto ayuda extranjera para el restablecimiento de su poder tirano e instaurar de nuevo un gobierno absolutista. En diciembre de 1822, en el Congreso de Verona, la Santa Alianza concluye que una España liberal es un peligro para el equilibrio europeo y se confía a Francia la tarea de restablecer la monarquía absoluta en España.
El 7 de abril de 1823, un ejército francés, conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema cruza la frontera por el Bidasoa. Rafael del Riego marcha a Cádiz, donde se suma a la mayoría liberal de las Cortes Generales para organizar la resistencia y votar la incapacidad del monarca. Los liberales se consideraban hostigados y traicionados por el absolutismo fanático del monarca. Riego intenta reorganizar la resistencia en Andalucía, en calidad de General en jefe del III Cuerpo de Ejército, el 14 de septiembre, en la denominada «batalla de Jódar» (Jaén) es derrotado. Malherido, trata de huir, pero al día siguiente el 15 de septiembre es traicionado, y abandonado por sus tropas, es hecho prisionero en Arquillos (Jaén).Trasladado a Madrid; allí pide perdón y clemencia al rey y a todos aquellos a los que hubiera podido ofender por sus posibles crímenes liberales, en una carta publicada por la Gaceta de Madrid. Pero dicho gesto no es tenido en cuenta, siendo vano para su salvación, es pues declarado culpable de alta traición, por haber sido uno de los diputados que había votado por la incapacitación del rey. El 7 de noviembre de 1823 Rafael del Riego, vencido moral y físicamente, es arrastrado en un serón hacia el patíbulo situado en la Plaza de la Cebada en Madrid y ejecutado por ahorcamiento, siendo posteriormente decapitado.
Es en ese contexto histórico en el que se produce el tránsito de Rafael del Riego, con su tropa en su lucha de resistencia contra el ejército francés, viniendo de Nerja a Jayena, marchando después desde Jayena hacia Moraleda de Zafayona, llegando a Villanueva de Masía donde cruzaría el río Genil, para proseguir su camino. La narración de dicho periplo la hemos extraído de La Revista de Madrid, tercera seria, tomo V; del capítulo: “De las operaciones del tercer ejército nacional en 1823, al mando en gefe del mariscal de campo D. Rafael del Riego, hasta su destrucción en setiembre del mismo año.—Por un oficial del Estado Mayor del mismo ejército, testigo de casi todos los sucesos que refiere.—Granada í octubre del mismo año de 1823”.
“Las tropas descansaron en Nerja la mayor parte del día 5 y al amanecer del 6 se rompió el movimiento para Jayena, que dista seis leguas por Puerto-Blanco o senda de las Cabra. La estrechez del camino, que no es más que una senda de las que vulgarmente se llaman de contrabandistas: los muchos malos pasos de que abunda, y el ser siempre de subida bastante pendiente, entorpeció sobremanera la marcha de modo que a excepción de la primera brigada de infantería que pudo llegar a Jayena en el mismo día, toda la columna de equipajes y tropas de su retaguardia, después de no haber cesado de marchar , se encontraron a la entrada de la noche en lo más áspero de la sierra, debiendo seguir un camino muy difícil de distinguir por poco trillado y limitado de frecuentes precipicios a sus costados : es imposible describir con su verdadero colorido las dificultades y los trabajos, la confusión y las fatigas de esta noche: el soldado en su marcha caía con frecuencia , y cuando no , iba siempre con el cuidado y recelo de si sentaba el pie en el precipicio de un despeñadero que acabase con su existencia, repetidamente se precipitaban caballerías en puntos o pasos precisos por donde debían transitar las que iban detrás, unos creían hallarse o estaban en efecto ya fuera de camino , otros juzgaban haber perdido el verdadero, los de adelante, los de atrás y los de los costados todos gritaban, y cada uno su diferente cosa y nadie, se entendía ; por manera que formaban una algazara y un conflicto inexplicables; los toques de cajas y clarines no se oían por los que hubiera convenido que se oyesen , y así solo servían para aumentar la confusión de los que se hallaban inmediatos. Los oficiales de Estado Mayor encontraban los mismos invencibles obstáculos para recorrer la columna, ordenarla y dirigirla; no había guías de quienes valerse de suerte que ya no se vio otro remedio que esperar el día, en el cual aún no se creía posible evitar los malos resultados del extravío de tropas que aquella oscura noche ocasionase. En medio de aquel desorden ocurrió al General Riego que se hallaba sobre el verdadero camino , la idea de encender hogueras a sus costa dos de trecho en trecho con los pinos y matorral de que el terreno estaba cubierto; y si bien la ejecución de este pensamiento contribuyó , sino a que pudiese continuarse la marcha , al menos a que los extraviados y rezagados conociesen la dirección : como fueron incendiadas ambas partes laterales, y corría un viento bastante fuerte , resultó que en breves momentos interceptaron las llamas el camino, el fuego tomó un cuerpo extraordinario , y se extendió con rapidez , de modo que parecía imposible penetrar , y no pocos sin duda se creyeron en inminente peligro de morir abrasados, circunstancia particular que aumentó mucho el conflicto de los más tímidos. Sin embargo, en ningún punto se verificó este caso, y venido el día, todos continuaron su marcha a Jayena, donde la reserva no llegó hasta después de la una de la tarde; de forma que el mayor número de hombres y caballos , sin ninguna clase de alimento, descanso, ni refresco, hizo una marcha de más de veinte y siete horas. Las tropas permanecieron en Jayena hasta las cinco de la tarde que se emprendió la marcha con dirección a Villanueva de Mesía, por cuyo punto se había de pasar el rio Genil. Este seguramente era el tránsito más expuesto , pues que había que atravesar los caminos de Granada a Loja y Alhama , pasar muy inmediato a las Ventas de Huelma, y no lejos de Santa Fé, cuyos puntos se consideraban ocupados por el enemigo.
Hallándose ya la cabeza de la columna sobre el camino de Alhama a Granada, y habiendo dado el quien vive una avanzada o descubierta francesa , el General en jefe mandase tocar paso de ataque, y entonar canciones patrióticas a toda la primera brigada , ruido que indudablemente se oiría en el silencio de la noche a más de una legua de distancia; sin embargo, se continuó la marcha sin novedad, pasando el rio Cacín por Moraleda, en la mañana del siguiente día, y llegando a Villanueva se atravesó el Genil por el vado y barca sin que nada de particular ocurriese: las tropas tomaron posición en las inmediaciones del pueblo, y permanecieron allí hasta el amanecer del próximo día 9, hora en que se empezó el movimiento con dirección a Montefrio,”
Algunos años antes, en la guerra de la independencia, Jayena también se ve implicada en hechos históricos, de ese tiempo, y casi con el mismo paisaje, a través del famoso alcalde de Otivar Juan Fernández, “se encaminó tranquilamente al sitio del Pozuelo, donde estuvo 16 días sin que le molestase nadie, y se paseó después por Jayena, Arenas, Fornes, Gatar, Competa, Torrox, Frigiliana, Nerja y Maxo, adonde llegaba el 30 de Octubre”.
“Aunque enfermo á la sazón y precisado á esconderse en una gruta, todavía acudió á Puerto-Blanco para destruir una cuadrilla de veinte malhechores; matando á seis, que pudo cortar su segundo, como momentos después á otros seis franceses de la guarnición de Nerja, encargados, con 44 más de sus camaradas, de convoyar unas cargas de vestuario que había en Jayena. Este fue el último combate á que asistió D. Juan Fernández. Herido en él su segundo, el comandante Herrero, nombró para sustituirle á Simón Maestre, soldado, dice, valiente y leal”.