A lo largo del siglo XIX Jayena seguramente debió de contar con varios establecimientos dedicados al hospedaje de viajeros, ya fuesen fondas, posadas o casas de pupilos, estas últimas casas particulares que arrendaban al visitante una o varias habitaciones.
Únicamente ha llegado hasta nosotros la existencia de un par de estos establecimientos a finales de dicho siglo, siendo la principal la denominada como posada de la Estrella. Esta posada se encontraba emplazada en la plaza de la Constitución, colindante con el Ayuntamiento, aunque el edificio, al tener dos cuerpos de alzado, llegó a tener entrada por el superior, que daba a la plaza, y por la planta inferior, a la cual se accedía por la calle Vista Alegre. En las últimas décadas del siglo XIX sólo la planta baja sería ya usada como hospedería, usándose la superior con otros fines.
Lafuente Alcántara ilustraría en su obra El libro del viajero en Granada, editado en 1843, el uso de estas hospederías en la ciudad de Granada, siendo en Jayena de unas características semejantes o incluso más precarias, pues era habitual que el viajero rural dormitara en la misma habitación que su mulo o asno:
Las posadas están en Granada dispuestas con muy pocas excepciones, para recibir a carromateros, arrieros, a soldados, a personas desacomodadas, que aunque laboriosas y útiles, toleran calor sofocante en el verano, frio glacial en el invierno, insectos, desapacible ruido, y disonantes palabras en todas estaciones. El viajero que, fatigado del camino, espere hallar posada elegante y cómoda, con un lecho mullido, con una pulcritud esmerada y con un apacible sosiego, sufrirá el más doloroso desengaño. |
Lugar actual y como quedó la posada de la Estrella en 1884, afectada por el terremoto
Esta posada fue propiedad, cuanto menos desde 1865, de la marquesa de Campotéjar, siendo el Administrador General el encargado de arrendarla por periodos de cuatro años. El contrato de arrendamiento estipulaba diversos puntos que variaban con los años, siendo los principales y los más comunes los que convenían que el posadero sólo podía hacer uso de la planta inferior del edificio, punto este añadido en 1877; que los administradores, ya fuese el general o el local, facilitarían la paja y leña que se consumiese en el establecimiento, así como el posadero ceder todo el estiércol que se produjese. El posadero estaba obligado a tener abierto de continuo el establecimiento, a no tener más de una caballería para el servicio de la posada y a cuidar y arreglar los desperfectos que pudieran originarse en el establecimiento.
El precio de arrendamiento de la posada varió según el contrato, en el de 1865 se debía pagar 4 reales y medio por día, abonados por mensualidades en la Casa Grande, sin embargo, en el de 1868 el precio era ya de cinco reales diarios pagados por semestres. El contrato de 1877 volvía al precio y a la periodicidad de 1865, decreciendo la renta nuevamente en los de 1880 y 1884 hasta las 25 pesetas mensuales, o lo que era lo mismo, a menos de 3 reales el día. No hemos encontrado contrato de arrendamiento para el cuatrienio que va de 1872 a 1876 por lo que quizás en ese periodo de tiempo no se arrendase la posada, la causa de esto podría deberse a la demanda, por parte del administrador de la Casa Campotéjar, de una suma demasiado elevada. Este inconveniente para el marquesado pudo ser el motivo de las continuas bajadas de la renta que se originaron a partir del contrato de 1877.
La explotación de la posada de la Estrella se concedió a José Guerrero Martín de 1865 a 1868; a Fernando Espadas García de 1868 a 1872; a Francisco Aguado Martín de 1876 a 1880; nuevamente a José Guerrero Martín, de 1880 a 1884, aunque probablemente contratase o subarrendara la posada a Vicente Ruiz; el último arrendamiento que conocemos es a Luisa Rodríguez Frías, en 1884, con contrato por espacio de cuatro años. No aparecen arrendamientos de la posada a partir de 1888 por lo que seguramente la posada de la Estrella no volvería a funcionar como tal tras el terremoto de 1884. En el año 1921 se nos menciona la existencia de un solar en la plaza de la Constitución, en el cual había existido una posada, propiedad ésta de José González López. Esta posada que se cita pudo haber sido la posada de la Estrella, de ser esto así desconocemos en qué momento se deshizo el marquesado de dicho establecimiento o de su solar pero es muy factible que esto pudiese ocurrir, como ya hemos dicho, tras el terremoto.
Posada La Estrella tras el terremoto del 25 de diciembre de 1884
Además de la posada de la Estrella existió otro establecimiento para huéspedes en la calle Granada nº 6, haciendo esquina con el Corralón, de la que desconocemos su nombre. Esta posada contaba con 8 metros de fachada y 10 de fondo, edificio de dos cuerpos de alzado con un total de 6 habitaciones. En 1891 José Guerrero López vende la finca a José Lino González Martín, sin que se especificase si ya era posada, en 1893, ya sí como posada, José Lino González la venderá nuevamente, esta vez a Francisco López López, siendo éste el último propietario que conocemos, aunque la hospedería todavía existiría al estallar la Guerra Civil. Creemos muy factible que pudieron ser posaderos de esta posada José Guirado y Miguel Moles, ambos mencionados con esta profesión en 1893, así como José Noguera Pérez, quien aparece documentado con esta profesión entre al menos 1892 y 1911.
En 1885, encontramos a Fernando Espadas y a la madre de éste, regentando una posada, sin que conozcamos donde estuvo ubicada o si por el contrario fue alguna de las anteriormente citadas. Ya en la primera mitad del siglo XX existieron dos posadas que perduraron hasta la segunda mitad del mismo siglo, la de “Virginia” y la de “Julia”. La primera se encontraba haciendo esquina entre las calles Concepción y la plaza de Colón y la segunda en la susodicha plaza.