La conquista de la cumbre del Mulhacén es una de las metas más pretendidas para muchos senderistas y aficionados al montañismo, que visitan Sierra Nevada, posiblemente por ser esta cima el techo de la península Ibérica. Para los amantes del senderismo, los tresmiles de Sierra Nevada, que en otros tiempos del año sin el equipo, los conocimientos y la preparación necesarios son inaccesibles, en esta época estival se presentan como un reto factible y relativamente asequible.
Teniendo eso sí, siempre presente los riesgos que entraña la alta montaña en verano; o en cualquier tiempo del año, pero muy especialmente en esta cúspide, por su falsa apariencia de disposición sencilla en el ascenso, el tan temido mal de altura, que puede afectar a algunas personas pudiendo manifestar estos molestos y desagradables síntomas. . La ruta de ascensión al Mulhacén, que el club senderista Navachica realizó el pasado 27 de julio, es si cabe la más relativamente cómoda para acceder a su cumbre, a pesar de ello no deja de ser una ruta larga y exigente de unos 20 kilómetros aproximadamente de longitud, no apta para todos los corazones y piernas.
El Club Senderista Navachica se propone este reto fuera de programación, como una experiencia de admirable valor en superación personal, sobre todo cuando la mayoría de los veintidós senderistas participantes, que lo realizan lo hace por primera vez.
El itinerario lo inician en el lugar conocido como "Las Posiciones del Veleta" (3.067m), precioso mirador sobre los corrales del Veleta y rio Guarnón, además de las caras Norte del propio "picacho", Cerro de los Machos, Mulhacén, Alcazaba etc. Hasta aquí accedieron en el mini bus lanzadera que sale desde el Albergue Universitario, para así ahorrarse parte de la subida. Tras llegar al Refugio-Vivac de la Carihuela, 3205m, se franquean parajes como el Collado de la Carihuela, la Laguna de los Vasares, el Collado del Lobo desde donde hay una vistas increíbles, excelente mirador sobre el valle del rio Valdeinfierno, Laguna de Rio Seco, Laguna y Refugio de la Caldera 3065m, pasando por el refugio de Villavientos, la "Puerta" paso que lleva hasta llegar a Loma Pelá etc. El tramo más dificultoso de la ruta lo constituye el ascenso desde la Caldera hacia la cúspide del Mulhacén, 417 metros de desnivel en poco más de un kilómetro, es una subida larga que se hace muy fatigada, pero que merece la pena cuando se concluye y se corona la cumbre. En ese instante el senderista se encuentra en el punto más alto de la península con unas vistas excepcionales y con el desafío superado. Tras disfrutar de las panorámicas del techo peninsular (3.478,6 m) el regreso a las Posiciones del Veleta, recreándonos de una Sierra Nevada estival diferente, que ha regalado unas estampas impresionantes, de auténticas postales, adivina el final de una apasionante jornada. Como comenta Isidro uno de los 22 esforzados senderistas que realizaron esta travesía: “Una ruta muy dura, pero de las que no se pueden olvidar”.
Adrián Aguirre otro de los miembros del club nos describe esta ascensión:“La ruta la comenzamos en las Posiciones del Veleta, que subimos con la lanzadera desde el Albergue Universitario. . Disponemos de una ancha pista que nos conducirá en dirección este, donde hallamos neveros, aún en el mes de Julio, que sobreviven cobijados por los impresionantes acantilados de la cara sur del Veleta. Después de dejar atrás los Raspones, debemos abandonar la pista y tomar una pequeña vereda a la izquierda que identificamos con facilidad, para alcanzar así una pequeña loma desde la que observamos por primera vez el brusco descenso que nos conducirá a la Laguna de la Caldera. Al fondo, la cara oeste del Mulhacén. Junto a esta laguna está situado el refugio de la Caldera. Tras horas de caminata y por fin a los pies del pico, el espacio que ofrece la laguna es idóneo para descansar y apreciar una vez más que nos encontramos en un lugar excepcional. Después de reponer fuerzas con el almuerzo es hora de emprender el ascenso del último tramo que nos conducirá a la cima por su cara oeste. Se trata de una ascensión de 400 metros en el espacio de un kilómetro, es decir, un respetable 40 % de desnivel. Así que lo mejor es sufrir con paciencia, parando lo necesario según nos dicte nuestro propio estado. Comenzamos una lenta y fatigosa subida (hubo momentos de desfallecimiento de moral, pero no… si hemos llegado hasta aquí hay que llegar arriba!.
Ha merecido la pena. Había quien describía lo sublime como un sentimiento ambiguo, en el que se combina el respeto hacia aquello a lo que tememos y la conciencia de que podemos enfrentarnos a ello. Desde la cima, volvemos a perder al aliento al asomarnos al acantilado de la cara norte, desde el que puede contemplarse el Puntal de Siete Lagunas y la Alcazaba. A lo lejos, el pueblo de Güejar Sierra. Nos damos cuenta de que la cima no es sólo un punto de llegada, sino un punto de partida para enlazar con otros lugares de esta inmensa red de caminos y rutas que se descubre en Sierra Nevada con el deshielo.”
El nombre del Mulhacén
Refiere la leyenda que cuando el rey Muley Hacen,( Abū al-Hasan 'Ali ben Saad, llamado Mulay Hasan, citado por los cristianos como Muley Hacén), fue destronado por su hijo Boabdil, se retiró de la civilización y el mundo refugiándose en la alcazaba de Mondújar. Allí, vivió sus últimos días, con la única compañía de Zoraida (la cristiana Isabel de Solís), su esposa favorita, y de los hijos que con ella había tenido. Vivía el viejo rey afligido, siempre retirado en la atalaya más alta de la fortaleza, mirando sin respiro las altas y distantes cumbres de Yabal Sulay (monte del Sol o del Aire), nombre con el que los nazaríes conocían la actual Sierra Nevada,( designación por cierto esta con la que fue denominada a partir del siglo XVIII). Y fue su deseo en su desconsuelo y hastío, el de ser enterrado a su muerte lejos de los hombres, con la única compañía del cielo infinito en el punto más alto de Yabal Sulay o Yabal-al-Tay (monte de la Nieve) otro de los calificativos que los árabes dieron a esta mítica montaña. Y así, sintiendo que su fin se aproximaba, pidió que lo sepultaran allí, donde nadie pudiera jamás turbar la paz de su espíritu. Se dice que su amada Zoraida cumplió con estricto rigor su voluntad y deseo, dándole sepultura en la cumbre más alta de aquella legendaria Sierra, entre las nieves eternas, donde sólo reina el silencio. Desde entonces, la cima más alta de la península ibérica lleva el nombre de aquel rey nazarí que la anheló como bálsamo reparador en el alivio de su desolación.