Los senderistas recorrieron un trazado de 8,76 kilómetros, según la organización en una noche calurosa donde primó la convivencia. El ayuntamiento obsequió a los senderistas con chocolate y dulces al finalizar la ruta.
Los algo más de cincuenta senderistas que participaron en la VI ruta nocturna villa de Jayena, el pasado sábado 20 de julio, hicieron propia aquella frase de Antoine de Saint-Exupéry: “Si amas una flor que está en una estrella, es reconfortante mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas son un alboroto de flores”. Y miraron la bóveda estrellada en un recorrido fácil, trazado por el club senderista Navachica de Jayena, que los llevó, con salida desde la Plaza del ayuntamiento, por el sendero de Los Ríos, cuyo recorrido se inicia en el casco urbano y transcurre a través de la ribera del Rio Grande hasta el área recreativa del Bacal. Una vez en el área recreativa, los senderistas llegaron hasta el paraje de Los Morros, y desde allí volvieron por la vereda que conforma la ruta de la subida a la Mesa de Jayena, por donde también transcurre un tramo del sendero de gran recorrido GR-7. La distancia del recorrido aproximado fue de 8,76 kilómetros.
Al finalizar la ruta los senderistas pudieron reponer fuerzas con chocolate caliente y dulces que les ofreció el ayuntamiento. Esta es ya la sexta edición de la ruta nocturna Villa de Jayena, El evento fue gestado por el club senderista Navachica de Jayena allá por julio de 2014, y siempre ha contado con el apoyo del consistorio municipal. Convirtiéndose en un clásico en el senderismo jayenero.
Al fin y al cabo, la ruta nocturna Villa de Jayena supone, una buena excusa para conocer y disfrutar, en estos días veraniegos, del rico entorno natural que compone el Parque natural de las Sierras de Tejeda Almijara y Alhama. Entorno que guarda maravillas y tesoros del patrimonio natural andaluz y jayenero.
No queda más que decir que recordar aquellas palabras de Hermann Hesse: Caminar por la noche al aire libre, bajo el cielo silencioso, junto a un río de aguas tranquilas es siempre misterioso y remueve las profundidades del alma. En esos momentos estamos más cerca de nuestros orígenes, sentimos nuestra proximidad con animales y plantas, despertamos memorias de una vida primitiva, cuando aún no se habían construido casas ni ciudades y el hombre errante, sin suelo fijo, podía amar y odiar el bosque, el río y la montaña, el lobo y el azor como sus semejantes, como amigos o enemigos.