Un año más muchos jayeneros y jayeneras, el pasado sábado 29 de septiembre, realizaron su particular peregrinaje hacia la basílica de la Virgen de las Angustias.
Este evento tiene lugar cada año el último sábado de septiembre. La peregrinación consiste en realizar andando el camino que va de Jayena a Granada, que sigue el antiguo trazado del camino hacia Granada por Alhendín, llevando a los peregrinos hasta la misma puerta de la Basílica. La costumbre de la que no se conoce su origen exacto, se debe a que los devotos de la patrona de Granada, La Virgen de las Angustias, asisten a la multitudinaria procesión que se celebra cada último domingo de septiembre, en honor a esta. Los peregrinos, también aprovechan el tiempo en el mercado de frutos de otoño que se organiza en los alrededores de la basílica, en el que también se venden las típicas ‘tortas de la Virgen’, grandes bollos dulces rellenos de cabello de ángel o crema.
Durante el recorrido aproximado de entre 38 y 40 kilómetros, los diversos grupos de peregrinos, compuestos entre 3 y 20 personas (aunque ya hay quien lo realiza en solitario o en pareja), llegan a aglutinar hasta un total de entre 50 y sesenta devotos jayeneros que realizan este camino. Muchas de ellos entrenan durante las semanas previas, aunque ello no evita el dolor de las ampollas y el cansancio... tanto es así que muchos no consiguen llegar a pie, y lo hacen en vehículos de familiares. Cuando por fin los peregrinos logran llegar dan el paso final hacia el interior de la basílica y dan por conseguido su reto. Es entonces cuando muchos viven un gran momento de emoción en su devoción religiosa. Hay devotos de esta particular tradición de Jayena, que llevan más de 20 años realizando esta peregrinación. Cada uno de ellos tiene su motivación singular y propia. Casi todas son mujeres, y muchas de ellas realizan el trayecto de madrugada. Un momento particularmente entrañable es cuando tras coronar el Puerto de Jayena, y llegar a “La Ventilla”, (Venta del Fraile), los grupos de peregrinos hacen un alto en el camino para comer algo caliente, o fresco, y coger fuerzas para ejecutar el tramo final. Como cuenta Miguel Ángel de dieciséis años, novato en esta edición. “Pues, aunque se sufra andando, porque es muy largo, al final siempre vas arropado por tus compañeros, y todos te dan ánimos para llegar, y el momento en el que llegas es un momento muy emotivo, ves que lo has conseguido, y después del esfuerzo estas allí frente a la virgen. La gente va por sus promesas, o simplemente por la ilusión de medir su fe y comprobar que es capaz de llegar”.