Como en tantos cientos de ocasiones hemos expuesto por doquier a lo largo de estos más de cincuenta y cinco años, y especialmente en estos últimos veintiséis, en el florecimiento de los denominados romances moriscos antiguos, el que más popularidad alcanzó fue el “!Ay de mi Alhama¡”, y esta fama, como comento el mismo Ramón Menéndez Pidal, no sólo se mantuvo sino que se extendió extraordinariamente con el acompañamientos instrumental de los vihuelistas del tiempo de Carlos V y Felipe II, que con sus composiciones sobre este romance lo dieron a conocer reiteradamente por toda Europa.
La vihuela es un instrumento de cuerda cuyas raíces de ancestral origen. Afirmándose que es procedente, como el laúd, del "úd“ o "Oud” árabe. Según nos muestran las viñetas de antiguos códices, entre ellos las “Cántigas” de Alfonso el Sabio, tenia forma parecida al laúd, con el que la vihuela ha sido frecuentemente confundida.
“La vihuela fue en el ámbito cortesano de la España del siglo XVI -nos dice Gonzalo Menéndez- el instrumento musical por excelencia, como la lira lo había sido para los griegos; por eso cuando Boscán traduce a Castiglione y se encuentra en italiano la palabra “´citara”, la sustituye por “; por eso también “vihuela”; por eso también el frontispicio del primer libro de vihuela impreso en España se representa a Orfeo, no empuñando la tradicional lira, sino como inventor y maestro de vihuela.
Había dos clases de vihuela: la vihuela de la mano y la vihuela de arco, pero en España la vihuela por antonomasia fue la de mano, la cual viene a corroborar según Kutt Sanchs su tesis de que en los pueblos mediterráneos se han preferido siempre los instrumentos de cuerda pulsada a los de arco.
La vihuela, aunque semejante en la forma del resonador a la guitarra actual, se diferenciaba esencialmente por su mayor número de cuerdas, seis o siete en la vihuela, cuatro en la guitarra de entonces; esta característica daba a la vihuela un ámbito muy superior al de la guitarra, una séptima más, y por tanto, ofrecía muchas más posibilidades al entresijo de las voces. Así, es natural que fuese la vihuela la que sirviese de enlace entre la música polifónica de las postrimerías medievales y la moderna música instrumental”.
La vihuela de mano, la que en esta ocasión nos interesa en relación al acompañamiento musical a los romances, se tañía y tañe punteando, mientras que la de arco se tocaba como el violín.
Coexistió en España la vihuela con la variedad denominada guitarra, lo que ocasionó que se homologara inadecuadamente ambos instrumentos, cuando en un principio tan diferente fue la vihuela del laúd como d nuestra guitarra española, aunque ya cercano el siglo XVII se confundiese teóricamente ambas cosas.
En el mismo siglo XVI, el del apogeo de los romances, tuvo el suyo la vihuela, siendo motivo de abundante literatura e instrumentos de la nobleza y considerándose su uso entre la aristocracia como reflejo de una educación esmerada, mientras que la guitarra era por aquella época el instrumento de las clases ´humildes.
Como se afirmó en el siglo XIX, los libros de vihuela verdaderas antologías donde, junto con las transcripciones para dichos instrumentos de obras notables en la polifonía vocal, figuran romances, villancicos y danzas populares, presentan un alto valor documental desde el punto de vista folklórico, literario y psicológico, “…Y no hay que olvidar que los vihuelistas españoles crearon, hacia mediados del siglo XVI, la “Fantasía” (un tema desarrollado en forma contrapuntística), las “Variaciones” (por los vihuelistas llamadas “Diferencias”) forma esta última que, unida a la “imitación”, al pasar a los instrumentos de tecla y de éstos a los de arco, dieron lugar a las “Suite”, serie o sucesión de aires de danza, origen de la “Sonata” clásica”.
Los vihuelistas españoles del siglo XVI destacaron tanto como iniciadores como cultivadores del acompañamiento instrumental y del tema instrumental con variaciones, y toda esta innovación en el campo de la música la hicieron posible partiendo, precisa y concretamente, de melodías tradicionales de romances así como de villancicos.
El libro más antiguo conocido de la abundante literatura vihuelista es “El Maestro” del caballero valenciano Luis de Milán, publicado en Valencia en 1536, que se considera el primer tratado vihuelístico y que sirvió de modelo a los que le sucedieron, comprendiendo obras del siglo XV y comienzos del XVI realizadas con elegancia y con buen conocimiento de las posibilidades técnicas de la vihuela, que entonces tenían seis cuerdas. Es la importante característica de este tratado vihuelístico el que ofrecía una colección de romances y villancicos que aparecieron en toda Europa como los primeros cantos para una sola voz acompañados instrumentalmente y cuyos acompañamientos está concebido para el instrumento mismo y no como sustitución de las restantes voces de polifonía.
Gonzalo Menéndez Pidal insiste en como Milán tomó como base temática de sus ejercicios vihuelísticos algunas melodías de romances tradicionales que, por ser muy gustados de todos y conocidos, como sucedía con el “¡Ay de mi Alhama!, daban pie a estos juegos de acompañamiento instrumental y ayudaban al principiante, al que le resultaba familiar de oído la melodía, el ritmo y el texto. “Así, por tanto, con música de romances se empezó, a practicar la música instrumental según el concepto moderno que de ella tenemos. Pero este acompañamientos instrumental de los romances y villancicos fue cobrando independencia, y sabemos que bien pronto fueron frecuentes las ocasiones en las que la vihuela ejecutaba sola el acompañamiento y la melodía de la pieza, por que se bastaba por sí para dar vida a toda una composición”.
Cronológicamente a Milán le siguió el granadino Luis de Narváez, célebre compositor y vihuelista, con su libro “Libro del Delphin, de música para tañer vihuela”, que comprendió siete libros y fue editado en Valladolid en 1538.Es a partir de la aportación de éste, en lo que se refiere a la variación instrumental que baso especialmente sobre la melodía de un viejo romance sobre el que construyó más de veinte “diferencias” muy breves, cuando los vihuelistas españoles se convierten en cultivadores en gran escala del arte de la variación. Del “Delphin de Música”, afortunadamente, ha llegado una composición hasta nuestros días dedicada al “¡Ay de mi Alhama!"
Luis de Narváez acompañó al principie Felipe en sus viajes a Flandes, Alemania, Italia, etc., lo que, indudablemente ocasionaría, en todos estos países, numerosas e importantes exhibiciones de este granadino maestro y virtuoso de la vihuela, el que bien interpretaría una y otra vez su composición sobre el “¡Ay de mi Alhama!”, deleitando a toda la nobleza europea y al público en general.
La colección de Diego Pisador, impresa en Salamanca, en 1552, “Libro de música de vihuela, agora nuevamente compuesto”, también tuvo presente en sus composiciones al romance de Alhama, como igualmente sucedió con Miguel de Fuenllana con su colección “Orphenica Lyra”, de 1554, tratado que muestra los grandes progresos efectuados por la técnica harmónica, incluyendo en estos libros composiciones originales del mismo Fuenllana y de otros renombrados músicos españoles, así como numerosos romances populares, entre ellos el famoso “¡Ay de mi Alhama!
Igualmente, entre otros autores de la época, Venegas de Henestrosa, en sus libros de música, Alcalá de Henares, 1557, incluye una composición en relación a nuestro romance.
El granadino Francisco Hervás Hita, miembro destacado de la Asociación Española de Maestros Luthiers, y quizá el máximo experto mundial en la fabricación de vihuelas, para profesionales del mundo entero, con importantes trabajos profesionales y de investigación sobre la vihuela, nos ha facilitado excelente documentación sobre composiciones para vihuela pero, sobre todo, ha hecho ver como este instrumentos que tan hermanado está con los romances, sigue vivo, y cada vez más, ha venido volviendo a tener sensible seguidores.
Sin lugar a dudas, la intervención de Manuel Juan García-Calvo Ruiz, como Invitado de Honor de esta XXVII edición será singular e inolvidable.