Bajo el título 'Miradas que dicen tanto' El Correo del País Vasco publica un reportaje sobre esta alhameña que es la superiora de las Hermanitas de Los Pobres en una residencia de ancianos.
Las Hermanitas de los Pobres viven sólo de las aportaciones particulares y realizan una inmensa labor social con un centenar largo de ancianos.
Sor Pilar toma la mano de una señora muy mayor, postrada en la cama de su habitación en la planta reservada a los enfermos. La mujer lleva una sonda sujeta a la nariz y parece ajena a las visitas. Pero la superiora de las Hermanitas de los Pobres le habla con un cariño conmovedor, acaricia su cara y la doliente escruta fijamente los ojos de su bienhechora. Hay algo en la mirada de esa anciana que revela más sentimientos de los que caben en un libro. «Lleva aquí cuatro años y está muy malita. Bendita ella. La sonrisa que me echó hace unos días lo es todo».
En situaciones humanas como ésta conviene aparcar prejuicios religiosos o de cualquier otro tipo y centrarse en la inmensa labor humana que desarrollan las veintidós monjas, sus 35 empleadas y las voluntarias impagables con un centenar largo de mayores. Qué más da el credo o la falta de él. Simplemente, cualquiera con un mínimo de contenido en las entrañas se rinde ante semejante derroche de generosidad.
La superiora en Vitoria tiene 66 años, hace 45 que ingresó en la orden y conversa con un deje andaluz que delata sus orígenes en Alhama de Granada. Es una mujer dulce y menuda, pero sutilmente firme a la hora de organizarlo todo. Viene de un rápido desplazamiento a Pamplona, donde las ordenanzas de Bienestar Social han obligado a las Hermanitas de los Pobres a reformar su casa en Navarra. Por eso, de los 105 internos actuales que viven a la espalda del polideportivo San Andrés, casi una veintena están de paso hasta su regreso a la Vieja Iruña. «¿Qué hay de la casa, madre?» La interroga una mujer de acento recio al comienzo del jardín, componente de esas dos docenas 'nómadas'.
- Origen de la noticia.