Retorno por vacaciones

 

Emigrantes alhameños
“Volvemos a Alhama siempre que podemos”


Agosto, 2004
.- Hace varias décadas motivos políticos o razones laborales les obligaron a abandonar su pueblo natal. Unos se exiliaron a Francia, otros emigraron a Bilbao y otros se instalaron en Valencia. Todos tienen en común el hecho de no haber roto el cordón umbilical que les une a Alhama y el vehemente deseo de regresar cada vez que pueden. Alfonso Olivares y su esposa, Carmen Ariza, Victoriano Galán y Teresa Santander, Juan Jiménez y Teresa Pinos, Manuel Jiménez, nos han contado porqué se fueron y sobre todo porqué vuelven, y también cómo ven los cambios acaecidos en nuestra ciudad en los últimos años. Cuando se les pregunta las razones de su regreso durante las vacaciones estivales afirman por este orden que son: el reencuentro con la familia y amigos, la belleza de paisajes y monumentos, la tranquilidad de la vida en este pueblo “y las tapas de sus bares”. Atrás queda cuando se les denominaba despectivamente “los rebañaorzas” pues alojarse en las casas de los parientes era la fórmula más barata de pasar las vacaciones de verano. Esto fue en la década de los 80, ahora algunos ya jubilados o a punto de jubilarse, el amor por la tierra que les vio nacer les ha hecho comprarse una casa o piso en Alhama que le permite prolongar su estancia en el que nunca han dejado de reconocer como su auténtico pueblo lo que no significa que no tengan palabras de agradecimiento para la tierra que les acogió.

A 1200 kilómetros

Alfonso Olivares y Carmen Ariza son dos alhameños de 78 años. Además de su acento “jameño” mezclado con infinidad de galicismos, de este matrimonio llama la atención el profundo y sincero amor por su tierra. Y no es para menos. Cuando eran dos niños, cada uno por un lado, tuvieron que huir con sus familias al inicio de la guerra civil. Todavía se emocionan, e incluso, las lágrimas se asoman a los ojos de Carmen, cuando recuerdan aquellas terribles vivencias. Su huída a pie por el camino de los Ángeles (¡qué ironía!). Su llegada a la costa malagueña donde permanecían escondidos durante las horas del día para reanundar la corrida durante la noche. Así hasta llegar a Almería muertos de miedo y de hambre. Su traslado en camiones o en vagones “como animales” hasta tierras catalanas. La forzada separación familiar, el paso de la frontera, las duras condiciones laborales de los primeros años… y por fin, la libertad pero tan lejos de casa. Y una tremenda casualidad que hace que dos alhameños se encuentren en un baile en la localidad francesa de Bagnères de Bigorre. Aquí se casaron, han tenido dos hijos a los que han dado estudios. “Miguel es profesor de guitarra y el segundo, Manuel, es profesor de Arte Contemporáneo”, comenta Carmen con el lógico orgullo de una madre antes de pedir que recalque “que adora a Alhama, el pueblo donde nací, pero también quiero mucho a Bagnères pues me lo ha dado todo”. Con la llegada de la democracia llegó el indulto y, por fin, pudieron pisar de nuevo Alhama. Desde entonces no han fallado ni un solo año. Es más, al contar las dos ciudades con termas en 1992 impulsaron, junto al entonces alcalde, Antonio Molina, el hermanamiento de ambas por lo que desde entonces han traído a Alhama un millar de franceses cantidad similar a la de alhameños que han visitado la villa francesa. Alfonso reconoce que no le pesan los 1200 kilómetros que separan estas poblaciones pues el reencuentro con sus paisanos les supone “una alegría grandísima” y a Carmen, un poco delicada de salud, esta estancia en Alhama le aporta los mismos beneficios “que a una planta cuando se la riega”.

Por amor y trabajo

Las motivaciones por las que Teresa Santander (67 años) abandonó Alhama fueron bien distintas. En un viaje a Marruecos conoció a su marido Victoriano Galán (72 años) que trabajaba como funcionario de aeropuerto. Tras su boda vivieron varios años en este país hasta que fue trasladado a Valencia donde actualmente residen. Tienen tres hijos a los que han inculcado su profundo alhameñismo. “Primero veníamos para ver los padres de Teresa, luego aprovechamos para traer a los niños y ahora son ellos los que traen a sus hijos”. Comentan que “Alhama ha cambiado mucho y para bien”. Por eso, aprovechan el verano para, junto con el resto de la familia, reunirse varios días y comer junto al río. La historia de Juan Jiménez y Teresa Pinos, ambos de 67 años, es diferente. Con 17 años Juan tomó la maleta para buscar trabajo en Bilbao en una empresa de construcción donde ha estado hasta su jubilación. La añoranza por Alhama les ha hecho volver todos los años y trasladar su amor por el pueblo que les vio nacer a su única hija. “A ella le encanta venir, la prueba es que ahora lo hace con su marido y con los gemelos”. El hermano de Juan se llama Manuel y también emigró con 24 años a Bilbao donde ha estado trabajando en un taller de calderería. Cuenta que en los primeros años echaba de menos el cielo limpio de su Alhama y es que, según afirma, “allí tuvieron que pasar cinco o seis años para ver por primera vez las estrellas”. Coinciden en señalar que “este pueblo ha crecido mucho y cada vez va a mejor”. Curiosamente mientras él continua en Bilbao su hija Sonia, nacida allí se ha instalado en Alhama y es la nueva concejal de Cultura del consistorio alhameño. A Manuel le encanta regresar a su tierra por lo que supone de reencuentro familiar y de amigos. “Estoy frito por jubilarme para venirme cuatro o cinco meses en lugar de uno”, apostilla.

Texto y fotos: Antonio Arenas