“Siempre se ha dicho que quien es verazmente hospitalario, es porque, además de tener lugar donde acoger, tiene un corazón inmenso”.
Entrañable amigo Baldomero:
Aunque para ti el condicionante del tiempo es ya algo inexistente, hoy se cumplen tres meses de tu partida y cumplo lo que te decía de escribirte una carta pasado un tiempo. Has observado y seguirás haciéndolo cuánto se te quería y querrá hasta la misma Eternidad.
Quety, Antonio, Baldomero, Diego, Migue, Paula, Mario, Mari Carmen y tantos y tantos más familiares cercanos y amigos para siempre, hemos experimentado en nuestros corazones como tu otra vida, como la de toda persona que es merecedora de ser querida o apreciada por alguien, ha comienza aquí mismo, en lo mejor de nuestros sentimientos.
Cuantos te tratamos sabemos de tu profundo amor a toda tu familia y el inmenso afecto a tus amigos. Has pasado el sendero de la existencia terrena como hombre de bien, inagotable en gentileza y atenciones hacia los demás.
Siempre se ha dicho que quien es verazmente hospitalario, es porque, además de tener lugar donde acoger, tiene un corazón inmenso con la puerta permanentemente abierta a los demás. Toda mi familia hemos sido, una y cien veces, testigos y beneficiarios de tu proverbial condición, como tantas y tantas personas más. Con generosidad y cordialidad, sin recibir absolutamente nada a cambio. Eso sí, todo nuestro afecto y gratitud.
De este modo, como nos hace ver el Evangelio, quien en esta tierra de egoísmos y mezquindades es capaz de ser abierto y generoso con los demás, respetuoso y tolerante con el semejante, como tú, será merecedor y se encontrará igualmente acogido en la dicha de la Vida Eterna.
Mientras tanto, unos menos que otros, es ley de vida, lo único que tenemos todos cuantos vivimos es la parte de transito que nos queda hacia la Otra Orilla por mucho que nos empeñemos en permanecer en ésta.
Así y todo, te echamos mucho de menos, muchísimo de menos. Repito, sabíamos cuanto te queríamos, bien lo estarás viendo, pero no hasta qué extremo.
Alhama, nuestra amada Alhama, para mi familia, ya no será exactamente igual. Tú ausencia física se notará en la sonrisa y singular cariño con el que nos recibías y pasábamos las horas juntos. Aunque, seguiremos sintiendo permanentemente tu inmensa cordialidad, mantendremos nuestro afecto hacia ti y los tuyos, pero habrá un vacio físico irremplazable y nos será inolvidable aquella frase que hiciste tuya de que siempre es mejor unos cuantos heridos antes de que uno sólo se lleve todo el golpetazo, estableciendo de este modo el sentido de solidaridad y compromiso de todos antes que dejar abandonado al prójimo.
Y esta tremenda ausencia material la notamos en tantas ocasiones y momentos, en tantos lugares como tu Almayate natal, sin olvidarnos donde conociste y te enamoraste de tu Quety, “La Manganeta”, mirando al azul mar que lleva al Cielo; en la Periana de esa misma persona que más has querido y quieres, en Málaga donde tantos buenos familiares más tienes, en Rincón de la Victoria donde más que amigos posees otra familia, pero, sobre todo y por encima de todo, en lo mejor de nuestros corazones.
Amigo Baldomero, inolvidable y entrañable, gracias por toda la amistad y afecto que has esparcido sobre nosotros, gracias por tus atenciones, por tu caballerosidad, por estar atento a todo. Gracias por ser uno de los cinco grandes mejores amigos de toda mi existencia y aquello que te decían de niño, que los llamados Baldomero tenían cierta singularidad es cierto, su amor a los suyos, familiares y amigos, y su sentido de la dignidad.
El pasado julio, con el templo de nuestra vida que es nuestra parroquia abarrotado de persones, te manifestaron muchísimos alhameños su aprecio a ti y a toda su familia, creo ponerte estas líneas en nombres de la inmensa mayoría de todo ellos y muchos más que no pudieron estar esa tarde.
Amigo, hermano, Baldomero hasta la Eternidad si así el Dios Creador lo decide, nosotros hemos hecho lo que hemos podido, si ha habido errores o fallos es porque se nos hizo humanos, pero jamás deseamos, y menos buscamos, el mal para nadie, absolutamente para nadie.
Un fuerte y espiritual abrazo.