Sí, gracias al esfuerzo y entrega de sus padres, y a su capacidad intelectual y entrega singulares, Francisco González García, es una de las personalidades más relevantes de nuestra comarca en toda su historia y creemos que la que más de su Cacín natal, estando considerado uno de los mejores rectores que ha tenido la Universidad de Sevilla, en sus más de cinco siglos de historia.
No podemos estar únicamente mirando siempre a vivir el presente o, cuando más, pensando en el futuro que se nos acerca. Y, en tantos casos, sólo a nuestro ombligo. Hay un pasado sin el cual cuanto hemos avanzado y progresado no se hubiese conseguido. En nuestra misma comarca, por nuestros pueblos ha habido y hay personas e historias que cincelaron el porvenir para los demás, para nosotros. Sí, en ocasiones con sudor, lágrimas y hasta sangre, pero sobre esto aplicando un sano coraje y una ejemplar generosidad. Y esos hechos y seres, en modo alguno, podemos permitir que lleguen a diluirse y hasta perderse en el transcurrir del tiempo, como ha pasado durante siglos. Esta injusticia apoyada en el paso de los años, es la que, desde hace ya más de cincuenta y tres años, nos ha llevado a escribir cientos y cientos de historias de hechos y personas de toda nuestra comarca, de las provincias de Granada y Málaga y, en especial, de nuestra Alhama.
Cacineño y una de las personalidades de nuestra tierra más relevante de toda nuestra historia
El rector cacineño, Francisco González García
Ahora, con un emotivo y sentido volver al ayer, venciendo espacio y tiempo, de buenas a primeras, cumpliendo el propósito que me impuse hace ya muchos años, resulta que me reencuentro con don Francisco González García, el cacineño y una de las personalidades de nuestra tierra más relevante de toda nuestra historia, y la única que ha llegado a rector de una de las grandes Universidades Españolas, como es la de Sevilla, en estos siglos en los que no han dejado de crecer y crecer. Teniendo tan sólo como antecedente histórico, sin poder compararse dimensión y responsabilidad, no siendo comparable un tiempo con otro, al gran alhameño Fernando de Vergara y Cabezas, catedrático de Decretales, que lo fue en la de Granada en el curso 1647-48, como exponía la pasada semana.
Ya al hablar de su padre, Francisco González Sánchez, “peatón” de Correos cuando mi padre, Inocente García Carrillo, llegó tan joven a la Administración de la Estafeta de Correos de Alhama, allá por 1929, y de su hermano don Salvador González García, también catedrático de Universidad, entrañable persona con la que compartí partido, la UCD del inolvidable Adolfo Suarez, y tuve el honor de tratar y ser distinguido con su cordialidad y amistad, brota con fuerza esa emoción que se impone por encima de los años, quedando profundamente servida para quien estas líneas escribe. Así, ha resultado, no podía ser de otra forma, que buscando información y datos, gracias a la alcaldesa de Cacín, Josefa Ramírez Ramírez, toda eficacia y amabilidad, a la que jamás le podré agradecer en su justa medida el que me haya puesto en contacto, buscándome una de las personas que mejor y más apropiadamente me pudiese informar, con uno de los hijos de Salvador y por lo tanto sobrino de Francisco, también, como los dos anteriores, catedrático de Universidad, Miguel Ángel González Moles, de la asignatura de Medicina Bucal en la de Granada, y como “de tal palo tal astilla” -en este caso y familia- “de tales recios árboles excelentes tablones”, persona abierta y llena de cordialidad, enamorada de toda esta tierra comenzando por el Cacín de su sangre, ejerciendo de cacineño, a quien también agradezco su atención y la sincera amistad que ha nacido entre los dos.
Vista general de Cacín
La plaza que le dedicaron en Cacín
La Guerra Civil Española le cogió de lleno a cinco días de cumplir los veinte años, fue alférez de complemento y, tras ésta, tuvo el mérito de prepararse e ingresar en la Academia de Zaragoza, donde obtuvo su grado de teniente siendo uno de los primeros de su promoción y dejando claro entre los compañeros su sentido de lo que tenía que ser un militar por encima de actitudes intransigentes y revanchistas. Y por encima de todo, su pasión era la Universidad, así prácticamente a la par, estudió la carrera de Ciencias Exactas (Sección de Química), licenciándose en 1941 en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada, con matrícula de honor en todas las asignaturas y premio extraordinario fin de carrera. Se doctoró en 1949, obteniendo la calificación de “Sobresaliente Cum lauden”, todo ello dando ya clases en la Universidad de Granada.
Tan sólo cuatro años después, en 1952, obtuvo por oposición la Cátedra de Química Inorgánica de Sevilla. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la indicada Universidad desde 1962 a 1968, desarrollando una ingente labor que elevo la referida facultad a cotas que antes no había tenido.
Sin dejar de estar plenamente vinculado a su cátedra de Química Inorgánica hasta el 1985, como titular y hasta el 1993 como emérito de la misma, de 1970 a 1977 fue director del Instituto de Ciencias de la Educación. Y el día 19 de marzo de 1977 fue elegido rector magnífico de la Universidad de Sevilla, cargo que desempeño con singular entrega, eficacia y muy positivos resultados para toda la Universidad Hispalense y cuantos la constituían hasta el día 27 abril de 1981, a la par que entre el 78 y el 81 desempeño también, por elección de todos los rectores de las Universidades Españolas, la presidencia de la Conferencia de Rectores de Universidades Públicas de España.
Universidad de Sevilla
Entre sus muchos e importantes galardones y distinciones a todos los niveles, hemos de señalar el Premio Nacional de Investigación, el más prestigioso galardón científico español de aquel tiempo, el nombramiento de Rector Honorario de la Universidad de Cádiz así como otros muchos reconocimientos y condecoraciones de auténtica relevancia.
Entre sus muchísimas distinciones, tenía un lugar especial en su corazón, recordando a sus paisanos y sobre todo a toda su familia, comenzando por sus inolvidables y siempre queridos padres, Francisco y Josefa, el ser Hijo Predilecto de su Cacín natal, la que también puso su nombre a su plaza principal, “Rector Francisco González”.
Jamás olvidaré el día que tuve el honor de ser presentado a él. Fue, ¡Cómo no!, en Cacín, concluyendo el siglo pasado, con ocasión de la importante donación de libros que efectuó él para su pueblo, cuando nuestro común y constante amigo Francisco Martín Gallardo, le indicaba de quien era hijo tuvo unas sentidas palabras de recuerdo hacia mi padre recordando los años en los que el suyo trataba a diario al mío y se hicieron buenos amigos y luego a su cuñado, Francisco Jiménez Jiménez, quien sucedió a su suegro en la representación postal de Cacín y del que tan grato recuerdo he tenido de él desde mi infancia, sintiendo profundamente su trágica muerte en accidente de tráfico.
El rector cacineño, Francisco González García
Francisco González fue autor de numerosos estudios agrobiológicos de las provincias de Sevilla, Córdoba y Cádiz, publicó más de doscientos trabajos de investigación en prestigiosas revistas nacionales e internacionales, en la transcendental Enciclopedia Internacional de la Química escribió el capítulo de los “Silicatos Naturales”.
Fallece, en Sevilla, el día 28 de octubre de 2004 y las expresiones de pesar y sentimiento tanto del mundo universitario, como del docente y cultural en general, así como de la Sevilla institucional, no se hacen esperar por toda clase de medios de comunicación.
El insigne arquitecto Rafael Manzano Martos, también catedrático de la Universidad de Sevilla, vinculado a Alhama, e íntimo amigo de don Francisco, publicó en “ABCdesevilla”, el día 30 de aquel mes, lo siguiente:
Hoy amanece la Universidad Hispalense huérfana del que fuera uno de sus más grandes, -magníficos- rectores, don Francisco González García, universitario puro en su vocación docente, dedicado con plenitud, en el más riguroso sentido de la palabra, a la enseñanza, que alcanzó las más altas cotas en el conocimiento y la investigación, no sólo en su disciplina, la Química Inorgánica, sino en toda la irradiación de la misma a un entorno mucho más extenso, que llegaba hasta sus aplicaciones agrícola en las tierras béticas. Paco nuestro ya inolvidable rector, y compañero máximo en el camino universitario, había nacido en Cacín, pueblecito del Temple granadino, irrigado por el río de su mismo nombre cuyas tierras eran patrimonio y señorío de los marqueses de Salvatierra. Nosotros, los Martos, éramos de Alhama y desde el viejo balneario íbamos hasta allí trepando las peñas de la pequeña serrezuela que separa las cuencas de los ríos Caín y Merchán, el rio Alhama. Pero no fue allí donde nos conocimos, sino en la Universidad de Sevilla. Nos unió siempre junto a la amistad fraternal, la identidad de aquellos paisajes que tanto quisimos. Luego veraneábamos juntos muchos años, al pié del faro de Chipiona. El era marinero y hasta que las fuerzas se lo impidieron gustaba de pasear y pescar en una vieja barcaza, que patroneaba con maestría. Estudió, superando carencias económicas con su trabajo y mínimas ayudas públicas, en la Universidad de Granada, coronando su carrera con suma brillantez. Al término de sus estudios fue movilizado a la Guerra Civil Español, como alférez de complemento, y al término de la misma, empezó a impartir docencia en la Universidad de Granada como auxiliar de cátedra. Era difícil ascender por ese camino y ganarse una mínima subsistencia. Tuvo entonces que seguir la única vía que existía en aquellos momentos: Incorporarse a la Academia Militar de Zaragoza para convertirse en soldado de carrera y desde el primer momento tener un salario con el que mantener a su familia. Fue allí un ejemplo para todos. Regresó como militar a Granda y se incorporó a la Universidad de ésta, al ganar por oposición la cátedra de su asignatura en Sevilla, pasó a la reserva en el ejército. Elegido rector, nunca la Universidad ha estado también gobernada, ni nunca la dirigió un hombre tan ajeno a toda política que no fuera la mejora de la investigación y de la docencia. Nunca hubo un rector de tanta pureza y dedicación a la vida universitaria. Luego fue fundador y primer director de la Real Academia de Ciencias de Sevilla Hoy al llorar su ausencia definitiva, se agiganta su figura como uno de los grandes entre los grandes de nuestra Universidad, como modelo, el más acabado, de ética cristiana, de integridad, y de perfección en el ejercicio de la vida universitaria”. |
Aquél mismo día, el destacado periodista sevillano Ángel Pérez Guerra, publicó, también en ABC, lo siguiente:
La Universidad de Sevilla ha perdido uno de sus rectores más magníficos con el fallecimiento de Francisco González García. Nació en el pueblo granadino de Cacín hace 87 años, el profesor González García fue rector entre 1977 y 1981, una etapa clave del Alma Mater sevillana en un contexto social de transición política. Estudio en las Escuelas del Ave María del Padre Manjón y tras hacer la carrera de Magisterio se licencio en Ciencias (Sección Química) en Granada. Fue discípulo del catedrático de Química Inorgánica Enrique Gutiérrez Ríos, que dirigió su tesis doctoral. En 1952 se trasladó a Sevilla, en cuya Universidad había ganado la Cátedra de Química Inorgánica. Entre los años 50 y 60, creó, junto al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el Instituto Coordinado de Edafología y Biología Aplicada, hoy Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla. Su dedicación como investigador se centró en las Ciencias del Suelo, sobre todo la Edafología. Creo un grupo de investigación sobre minerales de arcilla, pero también incentivó otras áreas de la Química Inorgánica. Procuró que entre los años 50 y 60 todos sus alumnos saliesen al extranjero, principalmente a Inglaterra y Alemania, siendo rector firmo diversos convenios con países de toda Europa y América. Tuvo cinco hijos Francisco, Carmen, Miguel, María Josefa y Jesús, todo universitarios y doctores”. |
Al cumplirse el siglo de su nacimiento, en 2016, en Sevilla se le efectuó un justo homenaje recordándole como “El padre de los Químicos sevillanos”. Nosotros, los de esta Comarca de Alhama, lo cierto, comenzando por mí mismo, se nos pasó este recuerdo que bien se merecía y hoy le rindo, aunque sea casi cuatro años después, con todo respeto y admiración.
Y todo ello, junto con lo mucho que nos queda que contar de esta singular familia de raíz y vinculación cacineña que creo, muy documentadamente, que pocas se habrán dado, tanto en nuestro país como en cualquier otro lugar, al contarse hoy en día, en lo que se refiere a su sucesión académico-universitaria, más de treinta catedráticos de universidad y otras tantos científicos e investigadores de relevancia, que lo son por su esfuerzo y entrega, pero también porque un hombre en los finales de los años veinte del pasado siglo, Francisco González Sánchez decidió y se empeño junto con su querida esposa, Josefa García García, que sus hijos tenían que hacer una carrera fuese como fuese. Y todos les respondieron como se merecían aquellos nobles y queridos padres, comenzando por el bueno e inteligente hombre que repartía el correo en un Cacín entonces mucho más habitado que el actual, el que llegó a tener 1.870 habitantes en 1950, cuando según la última estadística cuenta con 578 en la actualidad. Pero Cacín es muy consciente, en este caso por medio de su alcaldesa, Pepi Ramírez, y corporación municipal, que el mejor progreso es la cultura y la educación para todos, estando decididos a prestar a ello la mayor atención posible siguiendo los singulares ejemplos que distinguen a todo este querido pueblo.