Francisco Giner de los Ríos: Un regenerador de conciencias



El filósofo y pedagogo, nacido en la localidad malagueña de Ronda y sobrino del político Antonio de los Ríos Rosas, obtiene la licenciatura en Derecho en la Universidad de Granada.

María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora

 En 1863, ya en el entorno académico de la Universidad Central de Madrid, hace amistad con Julián Sanz del Río, su maestro, e instructor del ideario Krausista en España. En 1865, obtiene por oposición la cátedra de Derecho Internacional, en la Universidad de Madrid.

 Sanz del Río, heredero del pensamiento del filósofo alemán Krause, pone en práctica su doctrina que defiende la autonomía de las distintas esferas de lo humano, como la ciencia y la educación, reivindicando la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, los derechos de los niños, así como los de la propia naturaleza. Giner de los Ríos, siguió los pasos de su profesor de Filosofía del Derecho, al que admiraba, poniendo en marcha un movimiento ideológico intelectual, que culminaría en una gran reforma de la educación y en la creación de La Institución Libre de Enseñanza. Su ideario consistía en despertar las conciencias, es decir, el espíritu crítico de los alumnos lejos de la política y de la religión, agudizando “la sensibilidad moral…( ser honestos para ser libres)”.

 Durante el sexenio democrático, se inicia en España el camino hacia corrientes renovadoras en el terreno de la educación. La escuela Krausista realizó sus primeras actividades en el Ateneo de Madrid a finales de la década de los sesenta. Entre sus principales impulsores se encuentran Emilio Castelar, Nicolás Salmerón, Gumersindo Azcárate y Francisco Giner de los Ríos. A todos les movía un fuerte sentimiento europeísta traducido en el deseo de difundir en España la idea de progreso. Para ello, se proponía la reforma de la Universidad, liberar la enseñanza de la injerencia gubernamental y del control de la Iglesia.

 Mas con la Restauración Borbónica en 1874 y con Cánovas del Castillo como Presidente del Consejo de Ministros, un nuevo decreto atentó contra la libertad de cátedra, desencadenando las consiguientes protestas en los sectores liberales de la enseñanza. Ello impulsó a una serie de intelectuales a engendrar, en la primavera de 1875, la posibilidad de una Universidad libre, proyecto que se vio culminado con la creación, por parte de Giner de los Ríos, de la Institución Libre de Enseñanza en 1876. Y así, en octubre de dicho año Giner asistió a la apertura del primer curso con el único cargo de profesor, desplegando durante los años siguientes una incansable labor de captación de futuros institucionistas como sería el caso del pedagogo e historiador Krausista Bartolomé Cossío.

 El proyecto pedagógico de la Institución, inspirado en la filosofía Krausista, tuvo una importante repercusión en la vida intelectual española. Los catedráticos, antes referidos, con Giner a la cabeza y alma de la Institución, separados de la Universidad Central de Madrid por defender la libertad de cátedra y negarse a ajustar sus enseñanzas a cualquier dogma oficial en materia religiosa, política o moral, tuvieron que proseguir su labor educativa al margen del Estado creando un establecimiento privado laico, que empezó por la enseñanza universitaria y más tarde se extendió a la educación primaria y secundaria. Personalidades comprometidas en la renovación educativa, cultural y social secundaron el proyecto, intelectuales de la talla de: Joaquín Costa, Leopoldo Alas, Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Menéndez Pidal o Ramón y Cajal…

 En mayo de 1880 Giner fue nombrado rector de la Institución. Y tras la dimisión de Cánovas en febrero de 1881 y la formación del primer gobierno liberal de la Restauración, la Institución contó con el apoyo estatal, y afianzando su estructura como modelo de calidad, adquirió proyección internacional. A partir de 1881 la Institución se convirtió en el centro de toda una época de la cultura española y en el cauce para la introducción en España de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas extranjeras. Así lo testifica la nómina de colaboradores: Bertrand Russell, Henri Bergson, Charles Darwin, Tolstoi, Tagore, Galdós, Azorín, Juan Ramón Jiménez… Algunos de ellos vinculados íntimamente con la Institución como es el caso de Antonio Machado Álvarez y sus hijos Antonio y Manuel Machado, y los neurólogos, Luis Simarro y Nicolás Achúcarro.



 Toda la filosofía y el esfuerzo de Giner de los Ríos se vieron compensadas por los proyectos que, asociados a la Institución, compusieron su universo pedagógico, científico y humanista. Así, se crearon organismos como “La Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas”, en 1907, organizada por el institucionista José Castillejo y dirigida por Ramón y Cajal, cuyo cometido consistía en enviar alumnos becados a realizar sus estudios fuera de España, en un intento de establecer un diálogo con los países más modernos de Europa como medio de avance y progreso. Asimismo, en 1910, se crea La Residencia de Estudiantes, dirigida por Alberto Jiménez Fraud, auténtico vivero de escritores, artistas y científicos y centro de contacto con las vanguardias europeas. En el mismo año se crea El Centro de Estudios Históricos, dirigido R. Menéndez Pidal y secundado por Américo Castro, Navarro Tomás o Rafael Lapesa. Otro interesante proyecto fueron “Las Misiones Pedagógicas, creadas en 1931 a través del Ministerio de Instrucción Pública y desde la Institución Libre de Enseñanza, siendo Presidente de la República D. Niceto Alcalá Zamora y cuya misión consistía en “difundir la cultura general, y la educación ciudadana en aldeas, villas, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural”. Bartolomé de Cossío, pedagogo krausista y heredero espiritual de Giner de los Ríos, fue su presidente.

 La Residencia de Estudiantes quiso ser desde el primer momento un complemento educativo a la Universidad en la que se formaron los hijos de las clases dirigentes liberales, siendo desde 1910 a 1939 uno de los principales núcleos de modernización científica y educativa de España. Allí coincidieron, tres importantes figuras de la cultura española del siglo XX: el cineasta Luis Buñuel, el poeta Federico García Lorca y el pintor Salvador Dalí. (Véase artículo “La Residencia de Estudiantes, espejo de una gloriosa generación”).

 En todo este marco, Francisco Giner de los Ríos, fiel discípulo de Julián Sanz del Río, y siguiendo los postulados de su maestro, trata de que la Universidad sea “no sólo una corporación de estudiantes y sabios sino una potencia ética de la vida”. Su esfuerzo y su método contribuyeron a la renovación de la vida intelectual española. Fue su principal objetivo “regenerar el país a través de las conciencias…Quería crear hombres íntegros, cultos y capaces, en base a la idea de que los cambios los producen los hombres y las ideas, no las rebeliones ni las guerras”. Su método pedagógico es una síntesis de filosofía socrática y de práctica franciscana, en las que el maestro influye en sus alumnos “no por su autoridad, sino por su conocimiento y su amor”.

 Tras el conflicto bélico de 1936, la obra de Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza fueron condenadas dentro del proceso de depuración del magisterio español, dándose por concluida la llamada Edad de Plata de las letras y las ciencias españolas.

 Quiero terminar mi artículo con una bellísima semblanza que D. Antonio Machado, ese llamado poeta institucionista y masón, le dedicara al que siempre consideró su maestro: “ Era don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad (…) Como todos los grandes andaluces, era don Francisco la viva antítesis del andaluz de pandereta, del andaluz…, jactancioso, hiperbolizante y amigo de lo que brilla…Carecía de vanidades, pero no de orgullo…Era sencillo, austero hasta la santidad…Era un místico, pero no contemplativo ni extático, sino laborioso y activo. Tenía el alma fundadora de Teresa de Ávila y de Íñigo de Loyola; pero él se adueñaba de los espíritus por la libertad y por el amor. Toda la España viva, joven y fecunda acabó por agruparse en torno al imán invisible de aquel alma tan fuerte y tan pura”.