Sueño de marinero: homenaje a Rafael Alberti



En “Marinero en tierra”, el poeta expresa su nostalgia del mar de Cádiz en un tono lúdico casi infantil y donde el goce de los sentidos y la alegría estalla hasta el delirio, aunque en ocasiones teñida de nostalgia o de presentimientos.


María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora



 Mundo luminoso del litoral mediterráneo, concreto y próximo al corazón del poeta-mar azul, espuma, barcos velas, marineros- donde su mirada poética capta por igual tanto el detalle insignificante como el conjunto; lo terrenal o lo cósmico. Donde lo humano se cosifica o las cosas se humanizan. Donde la nostalgia y el ensueño reducen la realidad presente a la condición de materia evocada mediante imágenes oníricas.

 El libro se abre con el poema “Sueño de marinero”: “Yo marinero, en la ribera mía, /posada sobre un cano y dulce río/que da su brazo a un mar de Andalucía, //sueño en ser almirante de navío, /para partir el lomo de los mares/al sol ardiente y a la luna fría. // (…) Mi sueño, por el mar condecorado,/va sobre su bajel, firme seguro, /de una verde sirena enamorado, /concha del agua allá en un seno oscuro. /¡Arrójame a las ondas, marinero: /-Sirenita del mar, yo te conjuro!...”

 Marinero en tierra, desde la ribera, que sueña con el viaje al mando de su barco por un mar animado y vivificado. Mar y tierra, realidades enfrentadas o superpuestas; la ribera, el balcón, la terraza, plataforma desde donde el poeta dispara su deseo del mar, de irse con las olas y fundirse con su ritmo fundamental. Mar por donde viaja el sueño por conocer sus prodigios: ese sueño va por el mar, “de una verde sirena enamorado”…

 La contraposición básica, mar y tierra, se desarrolla más ampliamente en una serie de sonetos, “A Federico García Lorca, poeta de Granada”, donde se canta a la fusión del alma poética y del paisaje, en una serie de fantásticas trasposiciones donde lo humano se reintegra a la materia elemental, agua, río…En otros casos se observa una humanización alegórica de lo natural.

 El mar es la madre, en una “Nana” infantil. El mar es el caballo sobre el que cabalga el poeta. El mar se corporiza en un toro azul que arremete por el agua. En el poema “Verano”, ofrece en la imagen cinematográfica, su doble realidad –“mentida y cierta”-: “-Del cinema al aire libre/ vengo, madre, de mirar/una mar mentida y cierta, que no es la mar y es la mar…” Buen ejemplo de introducción de objetos del mundo moderno en un contorno elemental.



 Pero, he aquí las palabras poéticas que resumen el sentimiento del libro: “Entraña de estos cantares; /¡Sangre de mi corazón, /tarumba por ver los mares!”. Sobre la presencia concreta del mar, se impone la nostalgia del mar ausente y evocado. El mar como nostalgia y la ciudad como destierro, dictan su vaivén a una expresión directa, de fuertes resonancias emotivas que determinan un tono general ingenuista, de simplicidad juguetona, de inocencia primitiva y popular: “El mar. La mar. /El mar. ¡Sólo la mar! /¡Por qué me trajiste, padre,/ a la ciudad?/¿Por qué me desenterraste/del mar? //En sueños, la marejada/ me tira del corazón. / Se lo quisiera llevar. /Padre, ¿por qué me trajiste/acá?//Gimiendo por ver el mar, /un marinerito en tierra/iza al aire este lamento: /¡Ay mi blusa marinera! /Siempre me la inflaba el viento/al divisar la escollera.” Esta figura del marinero en tierra sustenta un doble sentimiento de gozo y de nostalgia y, mediante la referencia al traje, el poeta especifica un sentimiento más universal, donde la figura humana se concretiza en un tipo identificado por su oficio: “-Madre, vísteme a la usanza/de las tierras marineras: /el pantalón de campana, /la blusa azul de ultramar/y la cinta milagrera. / /-¿Adónde vas, marinero, /por las calles de la tierra? //-¡Voy por la calles del mar!” Es evidente la doble proyección emotiva, la distancia entre lo vivido y lo soñado, que mar y tierra tienen en esta serie de composiciones. Contraste ente mar y tierra que se establece a nivel de los oficios que desempeña el hombre. El mar es la aventura frente a otras actividades y ese afán es el que mueve al marinero a adentrarse en el azul inmenso y surcado de velas. Interrogación frente al misterio, exaltación ansiosa frente a la evidencia de perfección y belleza: “¿Para quién, galera mía,/ para quién este cantar?//¡Búcaro fino del mar,/poroso de azul salado, /quién te pudiera quebrar!



 Y la pareja ciudad-campo, con sus variaciones, mundo moderno-mundo primitivo; lo mecánico-lo natural; oficio urbanos-oficios campesinos: “Mi corazón, repartido/entre la ciudad y el campo. //¡Luminarias de la noche! /¡Mis verdes sauces llorones! //¡Ay claras confiterías/de anises y de piñones! //¡El olor a trementina, / a suave alcohol de romero/ del bosque! / ¡Novia azul en la baranda/ de los últimos balcones! //¡Novia del monte, /pobre!” Bellísimas imágenes, visiones infantiles o primitivas o apertura hacia un mundo mágico: “De mi ventana huye el barco/venido ayer de La Habana. /¡Saltemos del lecho al barco, /lucera de la mañana! //Al pasar por tu azotea, /me echarás una naranja/y un zapatito de oro, /lleno de almendras y agua. //¡A las Antillas me voy/por unas mares de menta/amarga!”

 En otros poemas, el ansia de fusión con el mar es una búsqueda de integración con lo natural: “Retorcedme sobre el mar, /al sol, como si mi cuerpo, fuera el jirón de una vela. //Exprimid toda mi sangre. /Tended a secar mi vida/sobre las jarcias del muelle. //Seco, arrojadme a las aguas/con una piedra en el cuello/para que nunca más flote. //Le di mi sangre a los mares./¡Barcos, navegad por ella! /Debajo estoy yo, tranquilo.”

 Poeta de la nostalgia del mar. Nos ha dejado una lección de eterna validez humana: el poeta ha de cantar, cantar, siempre. Esa es su misión: cantar, lo más hondo y lo más alto que pueda. ¡El mar, siempre el mar…! En el abismo del azul infinito aún se oye el eco de su eterna canción…Canción que nació en “Marinero en tierra” y le sobrevivirá por encima del mar de la muerte.