Churriana: Un paraíso de luces y sombras para Brenan



El escritor e hispanista británico Gerald Brenan, en los lejanos años de su infancia había oído de labios de su madre el “mágico” nombre de Málaga y la soñó…

María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora



 La imaginaba como un lugar donde el mar juega con el jardín. Un lugar de luz y de color, suma de tantos deseos, de tantas ambiciones que un día le harían mitigar las penumbras y las sombras que presidían su vida.

 Tras haber combatido en la Primera Guerra Mundial, decide marcharse a España para instalarse en Yegen, un bello pueblo de la Alpujarra granadina, donde residió desde 1919 a 1936. Allí recibiría la visita de destacadas figuras de la intelectualidad británica, relacionadas con el Círculo de Bloomsbury: la pintora Dora Carrington, con la que mantuvo un breve pero intenso romance; Lytton Strachey, y Leonard y Virginia Woolf, una de las más destacadas figuras del modernismo literario del siglo XX.


Brenan y su esposa, Gamel Woolsey, en Churriana

 En 1931 se casó en Roma con la poetisa y novelista norteamericana Gamel Woolsey, con quien tres años más tarde volvería a Yegen. Allí, vivieron en un mundo idílico entre montañas. Pero la existencia de una hija natural que Brenan tuvo con una muchacha del lugar y a la que el escritor quiso adoptar legalmente, le movió a buscar un lugar más accesible donde pudieran vivir los tres. En 1935 se instalan en una nueva casa, entonces propiedad de Carlos Crooke Larios, en el barrio malagueño de Churriana, muy próximo a Torremolinos. Era un lugar paradisiaco. Entonces no había aviones ni campos de golf.

 Esa bellísima casa era una tosca alquería de dos plantas, de gruesos muros construidos con piedra y argamasa que aislaban del calor. Su noble fachada daba a la calle principal. Escribe Gamel: “Era maravilloso no tener que hacer absolutamente nada, sólo tomar el sol todo el día como los lagartos a la sombra de los altos y encalados muros del jardín…”

 Fuera, la calma era perfecta con el sonido del “paso ligero de las cabras lecheras” y la contemplación de “melones, lechugas, ciruelas,…, a lomos de burros”. Todo un placer para los sentidos, contacto cotidiano con un mundo cercano y auténtico, en comunión con la fraternidad y el amor que tanto buscaban. Allí, en ese ambiente de paz, les tocaría vivir, poco después, las agonías de la guerra.
 
 Un ambiente de zozobra e inquietud reinaba en Málaga durante las primeras semanas de la Guerra Civil. En esa idílica mansión de jardín, huerto y alberca, donde los sonidos de los animales y la voz de los pregoneros de mercancías se mezclaban con el perfume de las flores, les tocó vivir al matrimonio Brenan el horror de aquellas trágicas jornadas de julio del 36. Un mundo apocalíptico visto a través de los velos del sueño que le lleva a Gamel a plasmarlo en su obra autobiográfica “El otro reino de la muerte” como una necesidad interior de liberación de aquel horror mediante la palabra literaria.


Tres momentos de la vida de Gerald Brenan

 La calle Larios parecía sacada de un libro de terror: “locos que gritan y amenazan a los transeúntes, pillaje en las tiendas en llamas, trapos rojos en las ventanas y humo y fuego dibujan una dantesca visión de la arteria principal de Málaga del verano del 36”. Málaga arde, una nube de humo envuelve la ciudad y llega el pánico a la casa de los Brenan quienes cuelgan la bandera del Reino Unido como una forma de sentirse protegidos. La revolución frustrada de la derecha desde su comienzo daba paso a la revolución de la izquierda. Ellos que tanto odiaban las atrocidades, la guerra y la violencia asisten a la contemplación de un espectáculo dantesco, de una nación dividida por la guerra, para la que la propia Gamel escribiera una frase admirable: “La pornografía de la violencia”. El matrimonio visita Málaga tras el levantamiento: Algunos edificios conocidos habían quedado reducidos a cenizas. Habían quemado la casa Larios, las oficinas centrales de las principales industrias de Málaga. Trienta o cuarenta villas de La Caleta-Limonar sucumbieron a las llamas. La gente estaba sobrecogida por el miedo. “Las caras alocadas en las calles de Málaga parecían estar drogadas con la lujuria del fuego”. Comienzan los ataques aéreos y caen bombas en el pueblo y en Málaga. Gamel nota “el penetrante olor fétido que el miedo produce”. Se llevan a las personas y las fusilan. “El odio es la otra cara del miedo” en palabras de Gamel “y era horrible ver y sentir esta oleada de odio-miedo creciendo a nuestro alrededor como un mar amenazante”. Luego vinieron los bombardeos y, entonces, la masa encolerizada se dirigía a la cárcel y sacaban a 40 ó 50 personas para asesinarlas. El matrimonio Brenan sintió verdadera angustia y estupor ante la sed de venganza y de odio del pueblo, aunque ellos nunca se creyeron en peligro. “Se sentían seguros en la paz del viejo jardín”. Pero Brenan realmente sufría porque se sentía impotente para ayudar a la gente que soportaba todo tipo de violencia: la de los crueles asesinatos nocturnos que realizaban las bandas terroristas y la de los terribles bombardeos aéreos. El antiguo propietario de su casa, Carlos Crooke, estaba sentenciado y aunque él, a veces, no era consciente de su realidad, el matrimonio Brenan lo invitó a refugiarse en su casa, un lugar seguro. Aunque el Sr. Crooke no poseía un gran patrimonio, por desgracia, tenía un apellido conocido que le podía comprometer. En aquella época mucha gente indefensa e inocente había muerto a causa de su apellido. Y así fue cómo le dieron cobijo durante un tiempo al matrimonio y a sus cinco hijos.



 El 3 de febrero del 37 comenzó el ataque definitivo contra Málaga por parte del ejército sublevado bajo el mando del duque de Sevilla. En Málaga capital cundió el pánico, ante el miedo a quedar sitiados. El coronel Villalba Rubio no pudo infundir un espíritu de lucha a los milicianos de Málaga, y tampoco creyó que la población civil fuera a emprender una lucha hasta la muerte. Villalba ordenó la evacuación, dando por perdida la ciudad. Así, el 8 de febrero de 1937 las tropas sublevadas entraban en Huelin, finalizando la contienda en suelo malagueño y acabando la represión de las familias favorables al golpe y dando comienzo la represión de las familias republicanas que no habían huido de la ciudad.

 Tanto Gerald Brenan como su esposa Gamel Woslsy fueron testigos perplejos y reflexivos de la batalla de Málaga durante la guerra civil. Pero el matrimonio se marchó de España antes de concluida la guerra para volver de nuevo en 1953 a esa hermosísima tierra y a esa entrañable casa de tantos sinsabores y esperanzas. Una casa con historia donde Gamel, embelesada, en el mirador de su casa, contemplaría las puestas de sol, en ese ocaso también de su vida. Allí permanecieron hasta la muerte de Gamel, ocurrida en 1968. Esa mujer, gran amante de Málaga y de su luz, descansa en el cementerio inglés de Málaga, cuyo epitafio-una frase de Cymbeline-reza: “No temas más el calor del sol”.
 Tras la muerte de su esposa Brenan traslada su residencia a la localidad malagueña de Alhaurín el Grande, donde muere en 1987 a los 92 años. Tras legar su cuerpo a la ciencia y ser depositado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga, sus restos fueron incinerados en 2001, recibiendo sepultura en el cementerio Inglés de Málaga junto a su esposa Gamel.

 Hoy, esa casa de Churriana, de tantos sinsabores y esperanzas, de luces y de sombras, tras ser sometida a un proceso de rehabilitación, abre sus puertas para convertirse en un lugar abierto a la cultura como recuerdo a su figura y a ese viajero romántico por los rincones de España.