En el adiós a Pepe Mujica el recuerdo de cuando nuestro compañero, José Ignacio Molina, fue a entrevistarlo a Montevideo.
La chacra de Mujica, a las afueras de Montevideo, es una finca austera, un terrenito con una casita malograda, agazapada, rodeada de verdes. Es otoño de 2023, la sequía azota al país pero hoy está lloviendo. Hemos empezado con mala pata. Pepe odia las cámaras y, en especial, los focos. Llegamos a primera hora, el viejo estaba desayuanado y los cámaras entraron, yo esperaba fuera. Los saca a patadas, puteando, con una malafollá mañanera. Está quemado de recibir a gente. Lo esperamos en la caseta de los seguratas de la entrada. A los diez minutos, a lo lejos, lo veo que viene hacia nosotros con las manos atrás, algo inclinado, con su figura de filósofo, de superviviente, de fenómeno.
• Pepe! ¡Traigo la bendición del agua!
• ¡Me cago en dios! ¡Se me está mojando la alfalfa!
En época del covid, estudiando en Montevideo el último año de filología hispánica, me propuse conocerlo sabiendo que era prácticamente imposible. Y como no sabía por dónde empezar, comencé a escribir una historia donde dos estudiantes se proponen investigar su figura. Así que empecé charlando con el tipo que regentaba una librería de segunda mano en bulevar España.
• Pepe es el diablo, un genio de la mercadotecnia. No más. Siempre cae de pie, todo es un relato que ha construido. Fijate que lo reemplazan desde su propio partido. Ahora bien, si llegas a sentarte a hablar con él, sales con una camiseta que pone: “Pepe Mujica”.
De ahí, seguí ampliando el radio, conversando con vecinos, jóvenes y mayores, profesores, taxistas, peluqueros, putas. La mayoría coinciden: en materia social su gobierno trajo avances como el matrimonio homosexual o la legalización de la mariguana, pero en materia económica, una decepción, promesas no cumplidas, algunas por la rigidez del sistema, de los sindicatos, otras por escabullirse como vapor de agua. Algún caso sonado de batacazos, como el gaseoducto, y más de una chapuza, como el caso Pluna. Pepe, admirado fuera de Uruguay, era tan amado como odiado dentro su país. Eso fue lo primero que me llamó la atención.
En la Asociación de Prensa de Uruguay, en la sede de su partido, el MPP, patee todas posibilidades para intentar conocerlo. Imposible, inaccesible. Así que decidí volcar mis esfuerzos en el relato, que con el tiempo se fue haciendo novela porque en la imaginación los límites los pone uno. Sumando testimonios, anécdotas con las que me iba cruzando, con datos tras explorar biografías y artículos fui de a poquito cosiendo la historia: su época de ciclista en la juventud, su inquietud desde niño por las flores, sus inicios revolucionarios, la cárcel, sus referentes, su ascenso vertiginoso a la presidencia. No me llamaban, lo di perdido y era lógico: yo no era nadie y el Pepe una figura de talla internacional.
◦ Pepe, he estado analizando tu forma de expresarte. ¿Usted siempre ha tenido conciencia del valor semántico del silencio?
◦ Sí, es una forma de hablar, el silencio. Porque ayuda a recepcionar al que al que recibe. Hace del decir más inteligible. Y, no sé – silencio largo –. Las comas – silencio muy largo – son parte de la conversación. La palabra tiene magia. Este, y pienso, que el haber podido articular un lenguaje permitió el desarrollo de la vida interior y el devenir del torrente del pensamiento. Entonces, antropológicamente, ha cumplido un papel de capitalizar y socializar la vida enormemente. Y probablemente, coincido con Borges, el mayor invento del hombre es el libro. Y es bueno recordar que el teléfono no sustituye al libro.
Decía su paisano Benedetti, que las utopías sirven para tener una orientación, un sentido de vida. Uno camina en busca del horizonte, pero a cada paso que das, el horizonte vuelve a estar a otra zancada más lejos. Había vuelto de Montevideo hace un año, aquello de conocer a Mujica se había quedado en una vana ilusión, en un estimulante literario. Pero una tarde, hablando con mi amigo Alam, productor de música y dj que había conocido en el asado al que me invitó nuestro alhameño del año, Miguel Bastida, me dice que hay una chance de conseguir la entrevista. Y así fue, gracias a un contacto suyo me concedían una charla con el expresidente de Uruguay. Aceite de oliva, dos botellas de Ginevia, almendras de mi cortijo y un par de mudas en la maleta para pasar una semana en la tierra de Artigas.
◦ En este punto del río de su vida, casi oteando al mar, si usted le preguntara a su propia conciencia sobre su vida ¿qué crees que ella le respondería?
◦ ¡Oh! El recuerdo de la vida está lleno de esquinas muertas – silencio – de aventuras no logradas, de fracasos – silencio – y unas cuantas alegrías, todo entreverado. Este, pero no cabe duda de que estamos programados para querer vivir, y precisamente la tragedia es que nos vamos a morir. Inventamos toda una cantidad de cosas para escapar a esa contradicción que no tiene explicación, entre querer y ser. Pero bueno, hay un conjunto de tramas en la existencia que te pueden llevar a que no te hagas estas preguntas, si la vida tiene sentido, si hay que tener una causa para vivir, o no. Pero si no te haces esas preguntas la sociedad de mercado te va a establecer un horizonte donde tu porvenir es comprar felicidad en cómodas cuotas, a veces no tan cómodas, confundiendo ser con tener. Y cuanto menos piensa en esas preguntas que no tienen respuesta, si la vida tiene sentido, mejor, porque sos más domesticable. Si te las haces, vas a pertenecer a la cofradía de los que intentan darse una causa que justifique el milagro de haber nacido, que es el único milagro que existe. Yo pienso que venimos de la nada y vamos a la nada, que la vida es una especie de aventura de las moléculas.
Posiblemente, estoy seguro, haberme sentado a entrevistar a Pepe ha sido una de las experiencias más valiosas que he tenido. Empezamos algo tensos, pero fuimos entrando en la misma vibración y al final creo que hice una entrevista digna, poética. De Mujica me quedo, como todos, con su humildad, con su capacidad de expresarse, de pensar más allá de lo superficial. Recuerdo las sensaciones de estar con alguien único. El agua caía, el ambiente era propicio para divagar, para bucear en la realidad, y Mujica generaba un áurea que se extendía. Todos los que estábamos allí podíamos sentirlo. Alguien lo ha definido como un mito, pero no, los mitos son falsos, construcciones hechas por humanos. Mujica es un ser especial, totalmente convencido de cómo hay que atravesar el camino de la vida, alguien que conoce el lenguaje de la naturaleza: “las flores tienen una dureza tierna” dijo una vez. Mujica sabe que la riqueza consiste en no necesitar mucho. Que os voy a contar, todos lo conocéis.
◦ Pepe, yo también tengo campo, si quieres te echo una mano estos días con algo por aquí.
◦ Enseñame las manos – inclinándose hacia mi.
◦ Sí, claro.
◦ ¡No me tomés por bobo! – me dice señalando mis delicadas manos. Señalando como si una especie de Dios me acusara de mentirle.
Para acabar la entrevista, tras haber tocado diferentes temas y haber recitado varios poemas: uno mío que había escrito tratando de sintetizar su propia filosofía: Cuando dejas de ser reo/ de tus deseos/ prisión de cosas/ yo te leo, parco de palabras/ la libertad del hombre sin esposas, y otro de Bergamín, Mujica nos despidió con unos versos de las coplas del Payador Perseguido: La vanidad es yuyo malo / Que envenena toda huerta / Es preciso estar alerta/ Manejando el asadón/ Pero no falta el varón/ que la riega hasta en su puerta.
Descansa en paz.