Nuestra convivencia en El Llano, siempre desde el mismo lado de la historia, es el de una comunidad agrícola luchando por su supervivencia común.
“Los pueblos que olvidan su historia, están obligados a repetirla”. Esta certera y celebérrima frase, fue pronunciada antes de mediar el siglo XX, por el poeta y filósofo hispano - norteamericano, Nicolás Agustín de Santallana y desde entonces, los pueblos y las naciones de la Tierra, han podido en múltiples ocasiones, constatar la justeza y acierto de su enunciado. Y no se trata de mantener vivo el recuerdo histórico de un daño o afrenta, para motivar mejor el ánimo en el tiempo, al resarcimiento o la revancha, sino para todo lo contrario: no olvidar nunca lo vivido y pasado, para que si se vuelven a producir acontecimientos parecidos, poder conocer mejor la realidad en que estas circunstancias se producen y saber actuar a tiempo sobre ellas, para evitar las repercusiones negativas que éstas podrían causar, analizándolas desde el conocimiento del recuerdo y el estudio sereno de sus consecuencias.
Desde allá hasta donde se pierden nuestros recuerdos y desde mucho tiempo más, por lo que nos contaban nuestros mayores, se ha constatado siempre el proverbial recelo, inquina o reserva que existe entre la gente de nuestros pueblos, Zafarraya y Ventas de Zafarraya, hoy muy matizada y disminuida, por la mayor interrelación familiar, social, profesional o comercial, a la que nos ha abocado la convivencia en El Llano. Esta peculiar relación, sin pretender intencionadamente magnificarla ni darle carácter de conflicto grave, pero que tampoco sería útil y correcto negarla, minimizarla o ignorarla, sino que lo que procede es intentar realizar un sereno y detenido análisis, exento de infantiles chovinismos de cada pueblo, de nuestra historia común en El Llano, para poder extraer la causa o raíz de este comportamiento.
...quizás la anécdota o acontecimiento que luego os narro, sea la clave de la peculiaridad un poco tensa y arisca de nuestra relación histórica
Porque desde un análisis somero de nuestra convivencia en El Llano, a lo largo de casi doscientos años, de luchas, vicisitudes, experiencias, éxitos y fracasos y siempre desde el mismo lado de la historia, el de una comunidad agrícola luchando por su supervivencia común, tiene que conocerse el momento y la causa exacta de esa ruptura de sintonía, para poder a futuro plantear una solución válida y compartida.
Después de repasar una y cien veces todos los hechos y anécdotas que conozco de nuestra historia en común y últimamente de repasar los valiosísimos apuntes históricos que nos ofrecen en sus documentados libros sobre don Emilio del Castillo y “Calles antiguas de Ventas”, nuestros amigos, investigadores y escritores, Manuel Galeote y Juan Bueno, quizás la anécdota o acontecimiento que luego os narro, sea la clave de la peculiaridad un poco tensa y arisca de nuestra relación histórica.
Cuando en el año de 1776, después de publicada la pragmática de Carlos III, autorizando el asentamiento de colonos en El Llano, acude gente desde todos los pueblos limítrofes, para la roturación y puesta en explotación las tierras de esta dehesa, son sus pobladores, procedentes de Alfarnate, Alfarnatejo etc. los que se asientan en la zona Suroeste y Noroeste del Llano y de Periana, Alcaucín y otros pueblos de la costa, los que lo hacen en la parte sureste y Este de la dehesa, inician una aventura común e identificada totalmente entre las dos comunidades, en los objetivos, proyectos y estrategias de supervivencia. Los pobladores de la zona Oeste, crean los asentamientos de Calar del Rey, elevado sobre unas dolomías que penetran en El Llano desde su extremo Oeste, que será el núcleo principal y otro eminentemente ganadero, en la parte Norte del Llano, en la falda de Sierra Gorda, al que denominan como El Almendral. Y los pobladores de la zona este de la dehesa, que crean un asentamiento en torno a alguna venta o ventas que habría a la entrada al Llano del Camino Real de Málaga a Granada por El Boquete. “Al Manzil Fhas al Rayya”, o “Venta del Campo de Rayya”, que al traducir sólo un término del conjunto del nombre, al castellano, resulta en Venta o Ventas de Zafarraya, pero que muy bien podía y debió ser, como derivado del árabe, “Almanze de Zafarraya”. El otro núcleo creado en la zona Este, fue el de Pilas de Algaida (donde empieza el bosque), en las cercanías también de la entrada al Llano del Camino de los Arrieros, que, por El Castillejo, llega desde Velez Málaga.
...sobrevivir a las continuas denuncias, abusos y presiones administrativas de Alhama y Vélez Málaga
Todos estos núcleos, dependientes administrativa y eclesiásticamente del municipio de Alfarnate y de la parroquia del mismo pueblo, hasta el año de 1815, en que Calar del Rey, núcleo principal del Llano, se constituye como ayuntamiento propio e independiente, conformando el municipio de Calar del Rey, con los demás núcleos de población del Llano, Ventas. Pilas de Algaida y El Almendral y con un mismo objetivo: sobrevivir a las continuas denuncias, abusos y presiones administrativas de Alhama y Vélez Málaga, primero y después a las razias y agresiones físicas de los vecinos de Alhama, contra todos los colonos del Llano y contra la consolidación de sus explotaciones agrícolas y ganaderas, con el apoyo y la hostilidad hacia los “los ocupantes”, de las autoridades provinciales de Granada (recuérdese que en aquellos años El Llano formaba parte aún de la provincia de Málaga).
En 1833, tras la reforma de Javier de Burgos, El Llano, con sus núcleos de población, pasa definitivamente a formar parte de la provincia de Granada, siendo el último Administrador Real de la Dehesa de Zafarraya, don José del Castillo Montaner, el cual, motivado al parecer por alguna reclamación del Ayuntamiento de Calar del Rey, fue destituido por la reina regente, doña María Cristina de Borbón, cuarta esposa de Fernando VII y que tras un contencioso contra él, sufrió la expropiación de cincuenta o sesenta fanegas de tierra de la zona de “Parideras”.
Este personaje, afincado y residente en Ventas donde tenía gran influencia y parece que como represalia contra el Ayuntamiento de Calar, al que culpaba de su destitución y sanción, generó en Las Ventas un movimiento segregacionista absolutamente artificial que, con presión, amenazas y mentiras, consigue el apoyo de la gente para la independencia municipal de Las Ventas, que la obtiene en 1835, aprovechando que Las Venta acababa de superar el requisito legal de los cien vecinos, constituyéndose como municipio independiente junto al núcleo de Pilas de Algaida y otros menores, con el nombre de “Ventas de Zafarraya”, omitiendo en el nombre, “del Llano”, para evitar el hacerlo demasiado largo, como hubiera resultado de ser “Ventas del Llano de Zafarraya”. ¡Craso error!, porque quizás aprovechando el malentendido que esto podía crear, un vivales alcalde de Calar del Rey, y quizás como devolución de agravio y represalia al nuevo ayuntamiento por su segregación y tal vez porque la “marca Zafarraya” era más potente, cambió subrepticiamente, sin más expediente ni pronunciación oficial alguna, el nombre del pueblo, Calar del Rey, por el de Zafarraya, con lo que hacía evidente el equívoco o malentendido: si este pueblo, que además había sido históricamente el de pueblo anfitrión del antiguo municipio, pasaba a llamarse Zafarraya, el de Ventas de Zafarraya, podría malinterpretarse desde ahora como Ventas “de” Zafarraya, o sea, como una simple “venta de Zafarraya”. Fuera esa o no la intención, el efecto fue demoledor y desde entonces creo que se creó, el radical resquemor entre los habitantes de los dos pueblos: los de Zafarraya, mirando un poco por encima del hombro a sus vecinos, como pueblo matriz y hegemónico desde el nacimiento de ambos núcleos y los de Ventas, lanzando la falsa y peyorativa muletilla toponímica de “choceños”, adjudicando al pueblo el supuesto nombre de Chozas del Rey que nunca fue el nombre oficial del pueblo, así como tampoco lo fue nunca el de Zafarraya, sino que fue desde su consolidación como municipios independientes, que uno paso a denominarse así y otro, Ventas de Zafarraya, entendiendo el dependiente “de”, como del Llano de Zafarraya y no “de Zafarraya”, como el interesado malentendido creado, quería dar a entender.
Y ocurrió como ocurre siempre: dos mandatarios se pelean y las consecuencias las pagan los pueblos que llevan ya casi cien años, mirándose con recelo y desconfianza
A la caprichosa decisión del señor Del Castillo Montaner, de promover y conseguir, sin reparar en medios, una segregación que realmente nadie había reivindicado, cometiendo el error infantil de poner al municipio recién creado, un nombre impropio o engañoso o propenso a una interpretación engañosa, se opone al mismo nivel de falacia o manipulación, la del representante del otro municipio, Calar del Rey, cambiando interesada y subrepticiamente el nombre de este municipio por el de Zafarraya. Y ocurrió como ocurre siempre: dos mandatarios se pelean y las consecuencias las pagan los pueblos que llevan ya casi cien años, mirándose con recelo y desconfianza, por mucho que esta sensación se aminore y normalice con el paso de los años y de la mutua relación.
Claro que sé que hoy el apelativo de “choceños” no lleva en la inmensa mayoría de las veces que se pronuncia connotación peyorativa alguna, pero es también evidente que, en cuanto se escarba un poco, surge el más que agresivo ¡“choceños”! como vituperio y como arma arrojadiza.
Tal vez sea posible un futuro, en el que reparando el mutuo agravio causado, forjemos entre todos, la creación de un sólo municipio del Llano de Zafarraya, compuesto por los municipios de Calar del Rey, Ventas de Zafarraya, Pilas de Algaida y El Almendral.
Pero de esto hablaremos otro día.
Juanmiguel, Zafarraya.