En los años cincuenta del siglo pasado, concretamente desde 1957, el año en el que una cosecha récord en El Llano, rompió el control sobre la moderación de los salarios que imponían los patronos locales, que durante la campaña de la siega llegaron a triplicarse, cambiaron radicalmente las condiciones laborales y agrícolas en El Llano y en España.
La menor, aunque la más pintoresca como reflejé en algún relato, es que todos los jornaleros en El Llano, apañaron reloj (no en vano, se le conoció como “el año de los relojes”), y en lo sucesivo se acabaron los “minutillos de cuelo”, habituales en el patrón de los patrones. Desde entonces, cuando llegaba la hora en punto, docenas de dedos, como pájaros carpinteros, picaban sobre el reloj, señalando el final de la jornada. Las más decisivas, se estaban fraguando desde el gobierno: los Planes de Estabilización que significaban un cambio radical en la política agrícola y autárquica del país, terminando con el proteccionismo y evolucionando a la mecanización progresiva de la agricultura y llevando al paro forzoso a millones de jornaleros en nuestros pueblos, en Andalucía y en España. Fueron los años, 58 y 59, en que llegaron al Llano las primeras segadoras mecánicas y aventadoras colectivas. En los años siguientes, se va a agravar el panorama, con la irrupción de los tractores que van a acabar con el uso de las yuntas de bestias en las labores del campo y con los puestos de trabajo también, de decenas y decenas de gañanes en las sementeras de nuestros pueblos. Y las modernas cosechadoras que arrasan con el trabajo de cientos de jornaleros en el Llano y llevan a un paro forzoso y masivo al mundo rural y agrario en todo el país.
me enternecen y emocionan hoy estos recuerdos, que ya los viví en directo y muy consciente de lo que significaban
En estas circunstancias, y me enternecen y emocionan hoy estos recuerdos, que ya los viví en directo y muy consciente de lo que significaban, no es de extrañar que hubiera conatos de incendiar aquella maquinaria por los jornaleros (en El Llano y en Andalucía), por considerarlas culpables de su situación de paro forzoso. Me recordaban ingenuamente, las luchas de los obreros y artesanos ingleses, en los inicios de la revolución industrial de finales del siglo XVIII y principios del XIX, en Inglaterra, quemando telares mecánicos y automatizados y maquinaria industrial movida por vapor, que estaba acabando con cientos de miles de puestos de trabajo de artesanos y obreros cualificados. Organizados en un movimiento radical al que llamaron “Los Luditas”, en recuerdo a un legendario líder artesano, Nedd Ludd, trajeron en jaque al Gobierno de su Majestad, que dedicó un contingente mayor de ejército en su represión y aniquilamiento, 12000 hombres, que el destinado en el mismo año, a la guerra contra Napoleón en Europa, 10000 hombres. Se suspendió el “habbeas corpus”, que era la garantía para los detenidos y se ilegalizaron los sindicatos, anulando a los interlocutores válidos para cualquier negociación y centenares de artesanos y obreros, fueron condenados a muerte o deportados a las antípodas, en Australia. El campo inglés siguió un proceso similar de incipiente mecanización, que llevó al paro masivo en el agro y a un éxodo multitudinario a la ciudad, de jornaleros del campo y desheredados, acompañados únicamente por su “prole”, que va a generar una nueva y hegemónica (en número) clase social en las grandes ciudades, que se denominaría “el proletariado”.
en los descansos de un mucho más relajado y humanizante trabajo de la huerta, reíamos con los protagonistas de aquellos conatos romántico-revolucionarios
En España, se resolvió el conflicto con la emigración masiva del mundo rural a los centros fabriles de Cataluña y País Vasco. En El Llano, ante la inviabilidad de mecanización y explotación rentable del cereal, se opta por la transformación al regadío y se acierta plenamente. El excedente de mano de obra, emigra también al norte de España y a Europa.
Años después, en los descansos de un mucho más relajado y humanizante trabajo de la huerta, reíamos con los protagonistas de aquellos conatos romántico-revolucionarios de quema de las máquinas cosechadoras. Algunos de los protagonistas de aquellos días, Leandro y Rafalillo Liróñez, Miguel el de Lázaro, Frasco Pingarra, Frasco el Chivero y tantos, reían con gana diciendo: “-¡tendríamos pocas luces, querer quemar las máquinas, pa’ seguir segando a hoz… ! ¡Pero si lo que era menester es que hubieran venido mucho antes!!”- y volvían a reir con más gana.
Han pasado un montón de años desde estos sucesos. En España y en el mundo se han producido acontecimientos y cambios. En Europa se consolidó el “estado de bienestar” y a España llegó la democracia. Hoy en el mundo, o al menos en el mundo desarrollado, sería absolutamente impensable una salida o solución a la crisis, como la que le dio el gobierno inglés a la de los “luditas” y su quema de la moderna maquinaria textil. Y esto era en Inglaterra, cuna de la democracia, ¿qué no se haría en otros sitios ante conflictos similares? La absoluta falta de sensibilidad de los poderes públicos por el bien común y los derechos de las mayorías, en aquellos años y la concepción de aquel primer capitalismo salvaje, para el que, sólo el mercado y la rentabilidad económica, eran los límites de su actuación, fueron la causa y justificación de la monstruosa solución que aportaron al conflicto.
se vuelve a hablar de una nueva amenaza tecnológica: la de la IA (inteligencia artificial)
Me dirán los agoreros y radicales estériles de ahora, que más o menos son las mismas soluciones que hoy aporta el sistema. Hay que decirles que, aun siendo muy mejorable, yo tampoco creo que la situación de hoy sea ni de lejos la ideal, la respuesta de solución que ahora se da desde el “estado de bienestar” es radicalmente diferente. La última crisis sufrida con la pandemia del Covid19, mereció y recibió toda clase de atención por parte del estado. Y digo estado, y no sólo gobierno, socialista en este caso, porque fueron todas las administraciones del estado, de los gobiernos centrales y autonómicos, las involucradas en un plan de atención y superación de esa crisis: creación de rentas mínimas para personas vulnerables, ERES y ERTES para complementar la bajada de actividad de las empresas, reducción a cero del IVA a productos esenciales, liberación de miles de millones por el estado, para financiar préstamos y garantizar a sociedades de riesgo. Más el reparto gratuito y universal de mascarillas y vacunas. También hemos asistido a un cambio de mentalidad de empresarios y capitalistas, bien es verdad que, por un análisis racional desde sus intereses, que por las bondades del sistema: si permitimos qué se deteriore grave y masivamente la economía de la gente, ¿a quién le vamos a vender nuestros productos?
Hoy se vuelve a hablar de una nueva amenaza tecnológica: la de la IA (inteligencia artificial), y el demoledor impacto que su llegada definitiva va a suponer sobre innumerables nichos de trabajo en los que sustituirá con seguridad la mano de obra por la robótica o un puñado de logaritmos. No voy a decir que no debamos preocuparnos, porque es cierto que más pronto que tarde, este fenómeno va a alterar, trastocar y conmocionar el panorama laboral del mundo entero. Pero lo que habrá que hacer es prepararnos para hacerle frente, sin histerismos individuales ni colectivos. Y sentarse desde ahora para buscar soluciones válidas, todos los agentes sociales: sindicatos, asociaciones patronales y gobiernos nacionales, autonómicos, europeos y paranacionales. Y conseguir un compromiso que, respetando los intereses de cada sector, tenga como principio la ética, la justicia social y los intereses de la mayoría: los trabajadores, el derecho a un puesto de trabajo, justamente remunerado, la empresa, unos legítimos beneficios, sin especulaciones mercantilistas, y como decíamos antes, porque si un sector amplio de la población pierde su capacidad adquisitiva, ¿a quién van a vender sus productos? y los gobiernos, porque tendrán que velar para que los beneficios de la revolución que traerá la aplicación de la IA al proceso productivo, legislando para la creación de nuevos nichos de empleo público orientados al servicio general de la población y de su bienestar y al reparto del trabajo, acordando reducciones temporales en las jornadas de trabajo. Tal vez cuando pasen unos años, si atinamos con la solución justa y razonada de este nuevo reto, podamos decir como mis paisanos en El Llano, cuando recordaban su intento de quemar las máquinas cosechadoras que les arrebataban sus “tajos de siega”: “tendríamos luces…! Pero hombre… ¿y porque no vendrían antes?” Tal vez con este reto, si sabemos superarlo, se inicie la era del trabajo creativo y humanizante, porque los robots y las soluciones algorítmicas, realizarían los más penosos, peligrosos o tediosos.
Ése es el reto.
Juanmiguel.