El diario IDEAL, en un reportaje de Juan Jesús Hernández, publicó el pasado 16 de junio, una entrevista con ella en la que habla de sus recuerdos y de diversos temas, entre ellos la promoción de Granada en el extranjero.
«Granada debería promocionarse en el extranjero con actos culturales a través de organismos como el Instituto Cervantes»
Eladia Raya lleva en Nueva York 33 años, ciudad a la que llegó por amor, pero mantiene intacto su granadinismo. Ha visto evolucionar Granada, y eso sin perder todo su encanto, aunque una Granada que podría hacer más por promocionarse fuera.
Eladia nació en Alhama de Granada, como dice ella, «hace ya muchos años». Es la número cuatro de nueve hermanos y sus primeros recuerdos infantiles se remontan al colegio de las Mercedarias, de su pueblo. Todavía se acuerda de sor Josefina, a la que todas las niñas le tenían pánico por su temperamento irascible -«aunque estoy segura de que era una bendita»-, de sor Rosario recitando poemas a la Virgen María en el mes de mayo, o cuando íban a pedir limosna para el Domund con una hucha en forma de cabeza de negro o de indio, en el mes de octubre. Tan grande era la influencia de las monjas que, a veces, jugaba a ser monja deambulando por las cámaras, como llamaban a las partes deshabitadas del caserón donde se criaron ella y sus hermanos.
Para la preparación de ingreso al Bachiller elemental, asistió a la escuela pública y estudió con doña Ángeles -«una joya de persona y una maestra con una vocación admirable»-, que la marcó tanto a ella como a todas aquellas niñas alhameñas de los años sesenta que «tuvieron la suerte» de tenerla como maestra.
Eladia hizo los primeros tres años de Bachillerato en el Colegio Libre Adoptado de Alhama, que más tarde sería el Instituto de Enseñanza Media. «De esos años guardo un simpático y entrañable recuerdo de las tardes de primavera, cuando un pequeño grupo íbamos a tomar clase particular de matemáticas a la 'escuela del Callejón' y, después de clase, nos íbamos a comer almendras verdes al Tajo».
Estaba claro que lo suyo iría por las letras y confiesa que «las matemáticas siempre le inspiraron tanto respeto que nunca las estudiaba». Otra cosa era la geografía, con don Jesús, y el latín, con doña Benicia, sus asignaturas favoritas.
Reconoce que era una niña reservada a la que le encantaba pasear por el pueblo y hacer excursiones por los Tajos de Alhama junto a sus dos mejores amigas, o escuchar la música de Los Bravos y Los Pekeniques... Más tarde, serían los Beatles, Cat Stevens y Simon & Garfunkel. «Recuerdo mi ensimismamiento juvenil con el programa 'Los clásicos de la música ligera', de RNE y la voz de Eduardo Sotillos».
Acabó Bachiller en Granada, en el colegio de las Mercedarias, y el Superior de Letras en el colegio de Regina Mundi, donde tuvo se encontró con «excelentes profesores». Al terminar decidió estudiar COU en el Instituto Ángel Ganivet. «Durante esos años me encantaba escuchar a Cafrune y a Larralde y hacer excursiones a la sierra, al hotel del Duque y, una vez, en el tranvía de la sierra antes de que desapareciera».
Cuando llegó a la Universidad Eladia se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras, que aún estaba en el Hospital Real, aunque la especialidad de Filología Hispánica ya la cursó en el campus de la Cartuja. Dice que allí tuvo el privilegio de tener profesores de la talla de Gregorio Salvador, José Mondéjar o Emilio Orozco. Fueron años inolvidables en la vida de Eladia, que aún echa de menos las noches en vela preparándose para los exámenes finales y las salidas de madrugada a comprar tortas al horno de Santa Paula, rutina de los universitarios de aquella época. Y los paseos por el Campo del Príncipe, el Carmen de los Mártires, los maratones de cine de la Facultad de Ciencias o la tasca de la calle Elvira que servía un caldo de caracoles picante con vino dulce.
Tras la Universidad de Granada amplió estudios en Queens College de Nueva York, donde se doctoró. En la actualidad es profesora de Lengua y Literatura españolas en Queensborough Community College.
-¿Cómo y por qué acaba usted en Nueva York?
-Conocí a un estudiante americano, neoyorquino por más señas, de la Universidad de Sevilla, que trabajaba como tutor de inglés en el colegio donde estaba una de mis hermanas. Nos casamos en marzo de 1981 y llegué a Nueva York el 2 de abril de ese año.
-Lleva 33 años en Estados Unidos, ¿sus sentimientos granadinos permanecen intactos?
-Sí, me considero granadina de pura cepa a pesar de la distancia espacial y temporal. Nunca me sentí desvinculada de Granada porque desde que mi hija cumplió diez meses prácticamente todos los veranos los pasábamos ella y yo en Alhama con mis padres y con sus primos. Ella dio sus primeros pasos allí y sus primeras palabras las dijo en español. Hoy en día es bilingüe, bicultural y tan enamorada de Granada que lleva ya varios años viviendo aquí, nada menos que en el barrio más castizo de Granada, en el Realejo.
-Usted emigró hace décadas de España. ¿Hay que salir para tener oportunidades y para romper prejuicios?
-Salí al empezar la Movida. La España que yo dejé, la de 1981, no tiene nada que ver con la actual. Entonces todavía casi todos los jóvenes nos vestíamos más o menos de uniforme: pantalón vaquero y camisa blanca. España era una sociedad muy homogénea y bastante más cerrada. Creo que es muy importante experimentar, exponerse a otras culturas y viajar para conocer otras formas de entender la vida. El ver las cosas desde fuera te da una visión más amplia de todo y definitivamente ayuda a romper prejuicios.
-¿Qué echa de menos de su tierra, de Granada?
-Echo de menos a mi familia y, en especial, a mi hija. Aunque hoy las distancias se han acortado tremendamente, me gustaría compartir su día a día. Skype ayuda, claro, pero no es exactamente lo mismo. Echo también en falta el paisaje mediterráneo. Quizás, por ser de pueblo me siento muy arraigada a la naturaleza, aunque me consuelo con el impresionante paisaje de Nueva York, que es uno de los estados más bonitos de todo el país.
-¿Es difícil adaptarse a culturas y costumbres tan diferentes?
-Al principio es difícil porque nadie te libra del choque cultural. Afortunadamente Nueva York es un mundo aparte, un mundo en miniatura donde convienen lenguas y culturas de todo el mundo, es un lugar único y fascinante.
-Cuando habla de su tierra a un norteamericano, ¿qué les cuenta? ¿Se conoce a Granada fuera tanto como creemos los granadinos?
-Depende. Yo me relaciono con universitarios y la mayor parte están bien informados, como es natural. Ahora bien, recuerdo una anécdota que me ocurrió nada más llegar. Dije que era de Granada y alguien creyó que era de la isla caribeña. Muchos no relacionan necesariamente Granada con la ciudad española. Todo depende del nivel cultural de la persona.
-¿En una provincia como Granada, ¿estamos muy lejos social y culturalmente de una ciudad como Nueva York?
-Nueva York es una metrópolis de casi nueve millones de habitantes, en su mayoría inmigrantes de todo el mundo, además de ser un centro financiero, político y cultural a nivel mundial, mientras que Granada es una ciudad de provincia, muy coqueta, con mucha historia, pero alejada del mundanal ruido. No hay punto de comparación. Son dos realidades muy distintas.
-Evidentemente es una ciudad inmensa frente a una ciudad pequeña como Granada y cambiarán las tendencias, el carácter, la mentalidad...
-¿Cómo no va a cambiar la mentalidad o el carácter de la persona? ¡Y más te vale! Nueva York no es precisamente un lugar que permita el relajo, el cafecito en el bar o la charla entre amigos. Es una ciudad muy competitiva, con un movimiento frenético, en continua transformación. Uno no se puede quedar parado en Nueva York. Y por eso mismo puede ser una ciudad hostil, tremenda, de mucha soledad. Claro que todo depende. El mundo universitario es un remanso de paz en medio de tanto bullicio. Y después debo aclarar que una cosa es Manhattan y otra muy distinta Brooklyn o Queens, en donde yo vivo. La diversidad cultural y étnica en estos dos distritos es inimaginable. Una sección es rusa, la otra asiática, la de más allá colombiana, aquí estamos en un barrio de judíos ortodoxos, allá están los sirios, los pakistaníes, los jamaicanos.' Here Comes Everybody', que diría Joyce.
-¿Cree que Granada culturalmente hablando podía dar más juego del que da, que aprovecha su potencial, literario por ejemplo, teniendo una figura como Lorca?
-A Lorca lo conoce todo el mundo, quizás más por su trágica muerte que por su obra, aunque es verdad que su teatro se representa en NY con cierta frecuencia, especialmente en teatros hispanos.
-¿Cómo ha visto cambiar y evolucionar Granada desde Nueva York?, ¿qué le ha llamado especialmente la atención?
-Me llama la atención el crecimiento de la ciudad por la periferia. No me gusta demasiado el hecho de ver alguna cadena multinacional llevando a Granada lo menos interesante de la sociedad norteamericana. Me gusta el hecho de que haya más calles céntricas peatonales para poder disfrutar de nuevos paseos por Granada sin el ruido y la contaminación de antes. El año pasado pasé las fiestas del Corpus en Granada y me sorprendió lo aferrados que siguen los granadinos a las tradiciones locales y cómo participan y disfrutan de ellas. De lo nuevo, me encanta el Parque de las Ciencias, el Parque García Lorca, y de lo antiguo, todo. Para mí Granada no ha perdido su encanto ni su duende.
-Es usted profesora de Literatura Española en Nueva York. ¿El interés por lo español ha crecido?, ¿qué es lo que más fascina de nuestra cultura y literatura?
-El interés por lo español está unido al idioma. El español es la lengua extranjera más estudiada en los programas de enseñanza media en EE UU. No podemos olvidar que la población de origen hispano en EE UU ronda los 41 millones y solo en Nueva York la población de origen hispano (especialmente puertorriqueña, dominicana y colombiana) supera el 13%. El español originario de España, como es mi caso, resulta paradójicamente el elemento exótico dentro de la población hispana. En cuanto al interés por la cultura española, hay que decir que el manido estereotipo de los toros y el flamenco sigue teniendo su tirón, aunque el neoyorquino más sofisticado participa de la oferta cultural que ofrecen organismos como el Instituto Cervantes o el Spanish Institute y, por supuesto, sabe quién es Almodóvar o incluso Ferran Adrià.
-Acaba de reeditar la obra 'La Alpujarra', de Alarcón, ¿cómo ha sido esta experiencia? ¿qué aporta el estudio que incorpora?
-Ha sido una experiencia muy interesante, un punto de partida para conocer a Alarcón y un aprendizaje fundamental como editora.
-Deme tres razones para que la Alpujarra sea declarada Patrimonio de la Humanidad
-La Alpujarra es una de las comarcas más emblemáticas de España y posee un importante acervo cultural. Parafraseando a Alarcón diría que su larga historia se entremezcla con la leyenda, además de tener un paisaje espectacular, de extraordinaria belleza, todo lo cual le hace merecedora de ser declarada Patrimonio de la Humanidad.
-¿Qué sorprende de esta comarca?
-Sorprende su orografía, su flora, sus gentes, todo lo cual ejerce una especie de acción terapéutica en el visitante, poniéndole en paz consigo mismo.
-Ha dicho usted que Alarcón fue un escritor 'moderno para su época. ¿En qué se aprecia esa modernidad en su obra?
-Era un escritor, por así decir 'a la page', creador de tendencias, con las antenas muy bien puestas. Lee a Poe muy jovencito y con solo 21 años escribe un cuento policiaco como 'El Clavo', de una extraordinaria novedad en su momento. Estalla la guerra de África y se va de corresponsal, el primer corresponsal de guerra en España. Sus crónicas de la campaña son leídas por cientos de miles y cuando las reúne en libro, su 'Testigo de un soldado de la guerra de África' se convertirá en un auténtico 'bestseller'. Ya en sus años de madurez publica 'El escándalo', una novela de tesis de intención ciertamente conservadora, pero que provoca la aparición de otras tantas 'novelas de tesis' por parte de Galdós. 'Doña Perfecta' o 'La familia de León Roch' son inconcebibles sin 'El escándalo', por ejemplo. De manera que estéticamente, como artista, estuvo siempre en primera línea, en la vanguardia de su tiempo, con independencia de su ideología, bastante conservadora al final.
-Volviendo a Granada, profesora Raya, por su experiencia como vecina y ciudadana de una gran ciudad cosmopolita y epicentro cultural, ¿qué cree que podría hacer Granada para fortalecer su imagen cultural en el mundo?
-Contactar con organismos instituciones españolas como el Instituto Cervantes para organizar eventos culturales sobre Granada en diversos aspectos. Sería una forma de darnos a conocer y especialmente su potencial cultural y su patrimonio.
-Usted conoce bien a los norteamericanos. ¿Qué cree que le podemos ofrecer cuando nos visitan para conquistarlos?
-El norteamericano que visita Granada, en mi opinión, se lleva una muy grata impresión. Quizás ofrecerle servicios en su propio idioma le haría sentirse en casa.