Conquistados por la magia de los caminos del Trabuco

Algunas  rutas de  senderismo  nos pueden transportar a tiempos, zonas y espacios que nos pueden provocar sentimientos y reacciones que permanecen  en nuestro cerebro y en nuestra retina durante una buena temporada.

La ruta realizada el pasado 20 de febrero, a la cual nos inscribimos después de ver su convocatoria colgada en nuestro correo electrónico, y luego analizada con más detalle en la web del ayuntamiento de Villanueva del Trabuco, fue sin duda alguna una de esas rutas.

Un entregado grupo de gente, componentes del club senderista local “la cabra tira al monte”, los responsables del área de deportes del ayuntamiento  y los miembros de protección civil, fueron los protagonistas y los encargados de que esta jornada senderista saliera redonda, desde estas líneas el club senderista de Alhama les damos nuestra más sincera enhorabuena y les animamos para que sigan organizando rutas tan bonitas como la que compartimos con ellos y otros 45 senderistas más en ese día, procedentes de otros tantos lugares de Granada y de Málaga. En total más de noventa personas participamos en el evento.

La localidad de Villanueva del Trabuco forma parte de la comarca Sierra norte Malagueña, concretamente de La Comarca Nororiental de Málaga (Nororma), y del partido judicial de Archidona, tiene unos 5.000 habitantes y está  asentada en las faldas de sus sierras, la de San Jorge, Sierra Gorda y Gibalto. En sus tierras nace el río Guadalhorce pasando por su casco urbano y siendo uno de los ríos más caudalosos de la provincia malagueña. Sus alrededores son perfectos para perderse, entre bosques de pinos y fuentes de agua, como la sorprendente fuente de los 1oo caños, conocidísimo lugar de visita obligada si recorres estas tierras, quedaras gratamente sorprendido, os invitamos a que lo hagáis.

Llegamos los componentes de nuestro grupo sobre las nueve de la mañana y tras el control de salida,  una interminable fila de senderistas comenzamos esta ruta.

La salida fue sobre las nueve y media de la mañana desde la plaza del Prado, donde están las dependencias municipales, callejeando,  salimos al camino del cortijo de la Pita, hacia el sur, el tiempo meteorológico presagiaba sobre todo frío y quizá el enemigo para esta ruta, la niebla, ya que en estas sierras su densidad puede ser muy peligrosa.

Lentamente el numeroso grupo  fue ascendiendo,  discurriendo la vereda por la falda de la Sierra Gorda, al límite de un hermoso pinar y las tierras de labor  principalmente olivar.

Un reagrupamiento a estas alturas era muy necesario debido a la gran cantidad de senderistas aun dispersos por la subida que,  aunque suave ya distanciaba al personal, justo en el cruce de caminos del sendero de pequeño recorrido que va hacia la fuente de los cien caños y del carril que llega hasta Alfarnate, hicimos esa parada.

Estábamos a unos novecientos metros de altura, y como nos temíamos justo aquí hizo su aparición la niebla que junto a un viento frío, obligaron a los senderistas a colocarse los debidos cortavientos y las prendas de abrigo necesarias para seguir caminando. La mañana se presentaba de esta  manera,  algo “cruda”.

Una tremenda cuesta por el camino de la Realenga de Alfarnate, entre un frondoso pinar era la continuación del camino con el agua presurosa cuesta  abajo  del arroyo de las chozas a nuestro lado. Pronto abandonaríamos esta ancho camino para introducirnos en el bosque por una autentica “vereda” de cabras, en pronunciada pendiente. La interminable fila de personas pesadamente y con otra dificultad que también marcaría esta ruta, el barro. Fuimos  avanzando por un corto tramo  hasta conectar de nuevo con la zahorra de la realenga de Alfarnate y abandonarla a la altura del edificio de las antiguas cámaras de agua potable, hoy en desuso.

Por este camino entramos de nuevo al pinar, avanzando por él y cruzando el arroyo, el camping municipal era nuestro próximo objetivo, y no estaba lejos.

En ese punto estaba el primer punto de avituallamiento, los voluntarios de protección civil, sirvieron a los caminantes un  delicioso mollete, botellitas de riquísimo aceite de oliva de la zona y fruta, el descanso se agradeció pero el intenso frío y la niebla,
hizo que fuera algo más breve de lo previsto, no convenía enfriarse.

A partir de este punto la magia de las veredas  serranas y la niebla que a pesar de su  presencia no fue dificultad para seguir,  nos acompañó ya en casi todo el trayecto.

El camino se fue introduciendo poco a poco en parajes de cuento de hadas, los árboles, en su mayoría encinas de baja factura que aparecían por doquier repletos de musgo , al igual que las dolomías que comenzaban a aparecer y todo envuelto en la niebla le daban un misterio especial al recorrido.

Así continuamos, andando por unos tramos que mas parecían de la Galicia profunda que no de nuestras tierras sureñas, hasta conectar con la cañada real de Alfarnate que atraviesa  este paraje, con Sierra Gorda a nuestra derecha cubierta completamente por la niebla  y que fue el camino a seguir durante un buen trayecto, por este alcanzamos la cota máxima de altura los 1.400 metros, los piornos en sus suelo que íbamos pisando nos daban esa información.

Arriba a esa altura el ganado es el rey, encontramos algunas ruinas de majadas de ganado y un aljibe.

El terreno a pisar era algo peligroso, sobre todo para bajar hacia nuestro siguiente punto de avituallamiento en el paraje del Hondonero, la piedra suelta y el terreno mojado fueron elementos que le dieron a este tramo un  carácter de aventura y todo esto con la omnipresente niebla. Los resbalones eran continuos por el barro presente, además de
la piedra suelta, pero como siempre cuando la cosa se pone algo “feílla”, con caminar con sumo cuidado, todos juntos  y sin prisas se resuelve el problema.

Por un momento se abrió el día y pudimos comprobar la fuerza y la belleza de estos paisajes, compuestos por rocas calizas con formas redondeadas y caprichosas, con una vegetación típica de monte mediterráneo y plantas aromáticas de todas las clases.

Con este tímido sol llegamos a segundo avituallamiento donde nos ofrecieron un rico caldo caliente y piezas de fruta, el descanso aquí fue más agradable. Incluso comenzamos a hacer alguna amistad que otra; cosas del camino.

El último tramo que nos quedaba ya, hasta Villanueva era ya de unos seis kilómetros. Comenzamos a descender, entre veredas pedregosas y olivares, poco a poco el otro protagonista de esta ruta comenzó a ser nuestro amigo, un amigo muy ”pegajoso” por cierto, el barro. Que comenzamos a coger pasado  arroyo de Uran y un poco más abajo atravesando el llamado arroyo del Oso.

Un barro pesado de color oscuro como las tierras del Trabuco, el trayecto que seguimos campo a través nos llevó por caminos realmente dificultosos y embarrados hasta la fuente del cortijo de las Zorreras, donde nuestras botas  completamente embadurnadas , encontraron un abrevadero para el ganado, compuesto por unas pilas rectangulares cuyo final era un pequeño estanque, aquí descansamos y la imagen de los senderistas enfrascados en la limpieza de su prenda más preciada era realmente curiosa y divertida, aprovechando el sitio, las risas y la limpieza,  coincidimos en hacernos una foto de grupo para el recuerdo.

La llegada a Villanueva del Trabuco desde la fuente fue muy agradable. Un camino cómodo y sin barro entre unos preciosos olivares, donde los aceituneros estaban enfrascados en sus faenas, buena conversación y referencias a lo andado en la jornada mientras caminábamos, llegando de nuevo al punto de partida y a los coches para,  tras despedirnos de  algunos senderistas y de los guías de esta ruta e invitando al grupo de Villanueva a visitarnos cuando quisieran, emprendimos nuestro camino de regreso.