El mayor piropo lírico a la ciudad de los Cármenes.
09/11/04.- “Dale limosna, mujer,/ que no hay en la vida nada/ como la pena de ser/ ciego en Granada”, es la celebérrima estrofa que un diplomático e intelectual venido del otro lado del Atlántico dedicaría a la ciudad de los Cármenes. Todos los que suben a la Alhambra y pasan desde el jardín de los Adarves por la torre de la Pólvora hacia la torre de la Vela pueden leerlos junto con el nombre del autor. Pero muchos que ni siquiera han visitado los palacios también recitan estos versos de Francisco A. de Icaza (México, 1865-Madrid, 1925) ya que se repiten en postales y “souvenirs”.
Lo que quizás ignoren es desde cuándo y cómo surgió uno de los mejores “piropos líricos” que jamás se han dedicado a ciudad alguna. Juan Bustos los cuenta en su “Granada, laberinto de imágenes y recuerdos” (1989). Todo ocurrió cuando Icaza recién casado con la granadina Beatriz de León visitó por segunda vez nuestra ciudad. Estaban de luna de miel y los recién casados realizaban un paseo cuando se les acercó un invidente que les tendió la mano implorando caridad. Entonces el marido “entusiasmado con la hermosura de la ciudad y apenado por la desgracia del infeliz de los ojos sin vista, le diría a su esposa: Dale limosna, mujer...” En el acto inaugural de la placa en la muralla alhambreña, celebrado en 1957, siendo director de Bellas Artes, Gallego Burín, Carmen de Icaza, hija del matrimonio, afirmó que “este verso brotó espontáneo, pero no improvisado”. De esta forma el autor de una vasta obra en la que se incluye poesía, ensayos e investigaciones históricas es conocido, sobre todo, por esos sencillos cuatro versos.