“Porque los oigan los moros, los de la vega y Granada”
Siguiendo con los personajes de nuestros romances de aquellos momentos del siglo XV, corresponde hoy hablar brevemente de los moros de Granada, no tan sólo de los de la vega y Granada, como dice el “¡Ay de mi Alhama!”, de los de todo aquel reino y de la vida del mismo.
Los moros de Granada en el tiempo de la conquista de Alhama
“Alhama, histórica”
Andrés García Maldonado
Aunque antes, en estos días en los que la XIX Velada “Alhama, Ciudad de los Romances” se ha convertido en todo un éxito, hemos de volver a hacer que Alina Strong, Lawrence William Strong y Guillemo Crovetto con su grupo, así como cuantos han hecho posible este acontecimiento, con el Patronato de Estudios Alhameños, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento y Alhama Comunicación, “vuelvan a oír de los habitantes de la ciudad y de toda la comarca alhameña su gratitud y felicitación por rendir tan excelente homenaje a nuestros romances, como bien se ha dicho y manifestado por los muchos asistentes a una velada mágica e inolvidable”.
Hablemos ahora de ese personaje, de los moros de la vega y de Granada, de los moros en el reino de Granada en aquellos momentos de 1482, cuando nuestra Alhama es sorprendida y conquistada por los cristianos.
Aben Alhamar, iniciador de la dinastía nazarí, prácticamente al mismo tiempo que Fernando II lleva a cabo la conquista del valle del Guadalquivir, funda un estado independiente con Granada como capital, comprendiendo las actuales provincias de Granada, Málaga, Almería y parte de las de Cádiz y Jaén, permaneciendo su frontera estable a excepción de Algeciras, ocupada en el siglo XIV por Castilla.
Durante dos siglos y medio mantiene su existencia este reino, gracias a un equilibrio de pactos continuos y alternativos tanto con la misma Castilla, a cambio de fuertes tributos, como con los estados norteafricanos.
El reino se encontraba dividido en tres coras, las que a su vez comprendían varias circunscripciones y éstas divididas en distritos. Constaban las ciudades nazaríes de un núcleo amurallado en el que se desarrollaban las principales actividades administrativas, religiosas y comerciales, apareciendo en torno a él los arrabales o barrios, los que recibieron su nombre en relación a la actividad o procedencia de sus habitantes.
El reino de Granada estuvo densamente poblado, al crecimiento natural se unió la fuerte emigración hacia él de moros, primero, y, después, de mudéjares procedentes del valle del Guadalquivir. Como nos dice Molina López, la población de todo el territorio granadino, pese al efecto negativo que sobre el mismo ocasionó la peste negra de mediados del siglo XIV, así como las pérdidas ocasionadas por la guerra en el último decenio de su existencia, ello unido a la importante oleada migratoria al Norte de África, pudo alcanzar los 300.000 habitantes en tiempos de la conquista de Alhama.
“Los moros, los de la vega y Granada”, los que “...el son oyeron que al sangriento Marte llamaba, los que uno a uno y dos a dos se juntaron para la gran batalla”, para acudir a recuperar Alhama, serían más de 75.000 en lo que se refiere tan sólo a Granada, sus alrededores y poblaciones cercanas, dado que tan sólo la capital del reino tenia más de 50.000 habitantes.
Mientras Málaga, la segunda ciudad en importancia del reino nazarí, contaba con más de 20.000 habitantes, Almería se encontraba en una situación de desolación, con tan sólo unos 5.000 habitantes a consecuencia de las distintas circunstancias que le venían afectando desde hacía más de siglo y medio, en especial la indicada peste negra.
Alhama, junto con poblaciones como Guadix, Baza, Loja, Ronda y Vélez-Málaga, se encontraba entre los 6.000 y los 10.000 habitantes, según Emilio Molina López, aunque otros historiadores concretan que, en el caso de Alhama, su población era algo menor de la primera de las cifras indicadas. A poblaciones como Antequera, Marbella, Coín, Vélez Blanco, Vélez Rubio y Vera se les da una población que oscilaba entre los 2.500 y los 5.000 habitantes, contando la mayoría de las poblaciones de este reino granadino entre los 500 y los 1.000 habitantes, siendo aún menor las cifras en las poblaciones situada en zonas fronterizas.
La inmensa mayoría de la población del reino de Granada era musulmana, aunque siempre ha sido difícil precisar y cualificar los grupos raciales que la integraban. Tanto el asentamiento de linajes árabes y sirios desde los primeros tiempos de la llegada a la Península Ibérica de los musulmanes, así como los que se incorporaban abandonando territorios y reinos que iban siendo conquistados por los cristianos, conllevó la supervivencia de estos grupos, sumándose a ello también las poblaciones que llegaron de África.
En lo que a Alhama se refiere, Inocente García Carrillo, entre las notas que dejó relativas a la presencia árabe en Alhama, insiste y repite, cuando habla de las primeras tribus árabes, que, procedentes de Persia, se instalaron en esta zona musulmanes que, ya en los primeros tiempos de la conquista, fueron tolerantes y conciliadores, “lo que explica la subsistencia de una colonia mozárabe en Alhama con la tradición de la visita del rey Wamba”, lo que hubo de acontecer en el último tercio del siglo VII, cuando este celebre y buen rey visigodo, según cuentan las crónicas, en los primeros años de su reinado, efectuó una expedición al Norte de África, derrotando a los árabes que habían tomado Tánger.
En lo que a grupos sociales respecta en la Granada nazarí, volvemos a Molina López quien nos dice: “La sociedad granadina estaba articulada en clases y grupos sociales, con distinciones de rango y diferencias de función, es decir, según criterios políticos y económicos.
En el vértice superior de la pirámide se hallaba la realeza y la aristocracia granadinas, cuya solidaridad de sangre pudo mantenerse de principio a fin en la historia de la dinastía, aunque no exenta de continuas luchas intestinas.
El grupo militar, vinculado por lo general a linajes dominantes, también había gozado de preeminencia en la Granada nazarí. Cabe recordar los Asqilula, los Abencerrajes, Kumasa, Venegas, linajes todos de élite que destacaron en el ámbito político, militar y religioso. No obstante, la cohesión efectiva y característica de la sociedad granadina tenía sus raíces, más allá del marco estrictamente biológico, en el dominio de los medios de producción y renta, en el nivel de riqueza y la profesión y en el servicio que como funcionarios prestaban al Estado. Por ello, era habitual en la administración granadina el ascenso social y político de personas ajenas a la élite por su origen.
En mayor o menor medida todos disponían de propiedades agrarias y rentas que les permitían vivir con desahogo, siempre en el marco de las grandes ciudades, ocupando buenas viviendas en los barrios periféricos o en almunias en la vecina vega.
Los comerciantes y artesanos también constituían población urbana en la inmensa mayoría, al igual que las personas dedicadas a las letras o al ejercicio de la jurisprudencia. Del mismo modo, la actividad que daba cohesión a los grupos más bajos era la agricultura y la ganadería en sus distintas modalidades y formas de producción.
Asimismo, existían marcadas diferencias en la forma de vestir de los granadinos, diferencias, como señala R. Arié, en torno a la calidad de los vestidos, paños de color en invierno y lino y seda para el verano, según la categoría social y fortuna de los usuarios. Algo parecido ocurría con la alimentación, cuya base estaba compuesta de cereales, leguminosas, frituras y frutas. Mientras que para los primeros la carne era elemento habitual, ésta era más bien escasa entre las clases populares”.
Por su densa población, el reino de Granada hubo de intensificar al máximo sus fuentes de riqueza. Fueron pilares básicos de su economía una variada e intensiva agricultura, una adecuada ganadería y pesca, una artesanía basada en la seda, en ello también destacó la Alhama musulmana, y un activo comercio exterior.
En lo que a su agricultura se refirió, entre los cereales, destacó el trigo, la cebada y el mijo, los que alcanzaron un gran rendimiento en la vega granadina, aunque existió la constante necesidad de tener que importar grandes cantidades de cereales. Mientras, los cultivos de huerta, árboles frutales y otros productos de regadío, abundaron hasta el punto de dedicar cantidades de los mismos a la exportación. También destacaron en el cultivo de la caña de azúcar y en los frutos secos como la uva pasa, el higo y la almendra, así como en la vid y el olivo.
Ovejas y cabras constituyeron lo esencial de la cabaña ganadera, situándose en los lugares montañosos y áridos, practicándose igualmente la trashumancia. La pesca, sobre todo, contribuyó a la alimentación de la población ubicada en la amplia fachada marítima del reino nazarí.
La economía de las grandes poblaciones y del mismo comercio exterior estuvo en torno a las actividades artesanales. Fue la seda la industria más importante, extendida ésta por distintas comarcas del reino, controlándose los procesos de elaboración y comercialización al representar esta actividad una transcendental fuente de ingresos.
Alhama, en el centro de la ruta más importante del reino de Granada, como era el camino real que unía la capital de éste con la segunda ciudad en importancia, como era Málaga, fue testigo y partícipe de aquella actividad mercantil que mostró un extraordinario dinamismo, teniendo como bases del comercio internacional los puertos de Málaga y Almería. Este reino importaba, además de los indicados cereales, algodón, especias, objetos manufacturados y oro, y exportaba seda, frutos secos, azúcar así como su célebre cerámica vidriada con reflejos metálicos de Málaga.
Curiosamente, lo que pone en evidencia el sentido de abierto y tolerante del reino de Granada, todo el comercio exterior era dirigido por mercaderes italianos, genoveses por lo general.
Y ya que en Alhama, en 1992, llevamos a cabo nuestra “Proclama de Alhama”, en favor del respeto y la concordia entre culturas y pueblos, en la que ponemos de manifiesto nuestra constante satisfacción histórica por haber sido un pueblo que durante siglos participó y se benefició de la cultura islámica, recordemos que, muy al contrario de lo que solía ocurrir ya en aquellos tiempos a la inversa por parte cristiana, en el Islam era una realidad incuestionable la tolerancia hacia otras religiones. En el reino de Granada se dio también esto, aunque las circunstancias en las que se encontraba este estado le llevasen también a ciertas actitudes de intransigencia y recelo con judíos y cristianos.