Era tal el significado y afecto que la gran reina Isabel la Católica le tenía a Alhama que, siempre que tuvo oportunidad para ello, bien lo puso en evidencia. Así cuando organiza la Hacienda privada del Príncipe de Asturias, su amado hijo Juan, incluye a Alhama entre las ciudades de la misma.
"Alhama, Histórica"
Andrés García Maldonado
El príncipe Juan y Alhama, un gesto más de Isabel la Católica
Cuando se toma Alhama en 1482 por los castellano-andaluces, hacia ya casi un siglo, concretamente noventa y cuatro años, que los herederos de la corona de Castilla recibían el título de Príncipe de Asturias y casi dos años, lo haría en mayo, que lo ostentaba el único hijo varón de los Reyes Católicos, el segundo de su matrimonio, el príncipe Juan.
Así, al incorporarse a la Corona de Castilla la ciudad de Alhama, esta tenía como primer Príncipe de Asturias de su historia castellano-española a don Juan, quien en aquél momento tenía tres años y ocho meses, cumpliendo los cuatro prácticamente cuatro meses después, el 29 de junio, cuando su padre se encontraba por estas tierras, y quien había sido jurado como tal "Príncipe heredero a la Corona" en 1480, en las Cortes de Toledo.
Además de esto, por decisión de la misma reina Isabel, cuando se organiza la hacienda privada del mismo príncipe don Juan con las rentas de distintas ciudades, una de las que se incluyen es la de Alhama, con lo que esto tiene de claro gesto de afecto y consideración hacia nuestra ciudad.
De este modo, Alhama se relaciona directamente en su historia con el primer Príncipe de Asturias que tuvo como nueva ciudad castellana. Oportuno es en estos momentos que millones de personas están siguiendo la magnífica serie televisiva "Isabel", ofrecer una síntesis biográfica del malogrado príncipe Juan y que concretemos la indicada relación histórica de éste con nuestra Alhama.
Para ello nos valemos de un entrañable amigo e historiador, el eminente doctor don Vidal González Sánchez, el que me dio el honor que en la histórica Conmemoración de la Muerte de Isabel la Católica, del año 2001, efectuase en Medina del Campo la Ofrenda Histórica, en este caso desde la exposición de la relación de la Reina con Alhama, además de ser mi padrino en la honrosa designación que se me hizo de Caballero de la Hispanidad.
En su trabajo de investigación Un príncipe de Asturias que “murió de amor”, el estudio más completo que existe sobre el príncipe don Juan y que, publicado de una forma especial en 1997, fue el libro conmemorativo del quinto centenario de la muerte de este príncipe.
“Los Reyes Fernando e Isabel, desde los días de su matrimonio celebrado en Valladolid, el 19 de octubre de 1469, como acontece con todos los reyes del mundo, pensaron y desearon ardientemente el nacimiento de un hijo varón que asegurara en su día, la continuación de la monarquía española. Pronto tuvieron descendencia, esta primera vez una niña, la infanta doña Isabel, nacida en la palentina villa de Dueñas el 1 de octubre de 1470.
Años después, escribe Pulgar que don Fernando fue recibido en la capital hispalense "por todos los de la çibdat con gran solenidad e alegría e allí estuvo algunos días en los quales la Reyna se fizo preñada. Este preñado era muy deseado por todos los del reyno, porque no tenían sino a la prinçesa doña Isabel que avía siete años".
Este hijo tan deseado por sus padres, como por todo el pueblo, tan anhelado y tan pedido al Cielo, nació el día 29 de junio, festividad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, del año 1478. Se hicieron a causa de tan feliz acontecimiento, grandes fiestas y regocijos no sólo en Sevilla, sino en todo el Reino. A los diez días del nacimiento, el príncipe Don Juan, fue llevado a bautizar al suntuoso templo catedralicio hispalense.
La educación de este niño, como heredero de los Reinos de Castilla y Aragón, fue objeto de esmeradísimos cuidados y atenciones. El año 1492 fue decisivo para la formación de la "Casa del Príncipe". En la sección "Contaduría Mayor" del Archivo de Simancas, durante este año y el siguiente, encontramos abundancia de reales cédulas con nombramientos a este efecto.
Cuando llegó el momento oportuno para que el príncipe tuviese su propia casa en la que se fuese preparando para la gobernación, la reina quiso instituir para él una especie de Consejo de Gobierno que le entrenase en el difícil arte de regir los pueblos, planteando, discutiendo, enfocando los acontecimientos y tratando de dar solución a los más graves problemas.
Si no se escatimaron medios para que la educación de don Juan fuese muy esmerada, la razón evidente nos la da la esperanza bien fundada de que este "Príncipe de Asturias", llegado al trono, sería un rey competente, muy bien preparado, culto, poderoso, prudente, heredero de vastísimos territorios y continuador de la línea de gobierno de sus padres como, entre otros poetas, lo expresó magníficamente Juan de la Encina.
"Es difícil hallar una vida excelsa -dice un biógrafo de la Reina Isabel- que no vaya acompañada de proporcionado cortejo de dolores y esta ley, que en las horas de mayor felicidad nos recuerda la mísera condición humana, pesó muy duramente sobre la Reina".
Las vicisitudes, desgracias y la pérdida de sus hijos fueron socavando su salud abrumada de preocupaciones que abatieron sus fuerzas y aun su propia vida. No mermó ciertamente la fortaleza de su alma, ni la fuerza sobrehumana de su voluntad, ni la clarividencia de su mente.
Como es sabido, Fernando e Isabel tuvieron cinco hijos que crecieron y maduraron al vaivén de los acontecimientos de aquella época en los reinos castellanos. Tras el primer retoño de su matrimonio, la princesa Isabel, tuvieron que transcurrir siete años para que naciera el deseado príncipe don Juan.
Doña Juana nacería en Toledo el 6 de noviembre del año siguiente, 1479. Doña María vino al mundo, precisamente a consecuencia de la guerra de Granada tras la toma de Alhama, en Córdoba, el 29 de junio de 1482, mientras que la hija más pequeña, Catalina, nacería en Alcalá de Henares, el 15 de diciembre de 1485. Como se ve, cada uno de sus hijos les va naciendo a los reyes castellanos en un lugar distinto, jalonando la actividad guerrera o política del momento.
La infanta doña Isabel casó en 1490 con don Alfonso, príncipe de Portugal, quien pocos meses después, murió a consecuencia de una caída desde un caballo. La infanta castellana hubo de regresar a Castilla al lado de sus padres para, siete años más tarde y vencida su inicial resistencia, contraer nuevo matrimonio con el rey don Manuel de Portugal, primo del difunto don Alfonso.
De octubre de 1496 al mismo mes del año siguiente, se celebraron cuatro bodas de príncipes incluida la de doña Isabel. Así mismo la de doña Juana con Felipe el Hermoso, soberano de los Países Bajos por herencia recibida de su madre la duquesa de Borgoña. Este rey era uno de los aspirantes al "Imperio" como sucesor de su padre, Maximiliano I.
La del príncipe don Juan con la princesa Margarita, hija del emperador Maximiliano y hermana por tanto de Felipe el Hermoso, también se celebró por entonces. Por fin, la boda de doña Catalina la hija menor de los reyes, casaría con el príncipe Arturo de Inglaterra.
Con estas cuatro bodas, eslabones de una hábil política de alianzas por parte de los Reyes Católicos, no podía soñarse ni ambicionarse ni más grandeza ni mayor acierto para el futuro de España.
Del matrimonio de doña Juana sabemos el triste desenlace a causa de la prematura muerte del archiduque y a consecuencia de la progresiva enfermedad mental de su viuda.
El matrimonio inglés de doña Catalina y la vida de la desdichada princesa castellana, discurrió entre abandonos y desgracias lo que constituyó otro de los cuchillos que desgarraron el alma de sus padres y en concreto, de la reina Isabel, que, como madre, tenía un espíritu más sensible a la desgracia de sus hijas.
La princesa heredera de Castilla, una vez desaparecido el príncipe don Juan, había de ser doña Isabel, reina de Portugal. Fue jurada como tal en las Cortes de Toledo y después de este reconocimiento se pudo soñar que, bajo un mismo cetro, se podrían reunir algún día no lejano, todos los reinos peninsulares; pero la muerte vino a llevarse a la princesa tras de haber dado a luz a un hijo, el príncipe don Miguel, quien también moriría no mucho tiempo después.
La propia flota castellana que desde el puerto de Laredo llevó el 22 de agosto de 1496 hasta los Países Bajos a la princesa doña Juana, a su regreso trajo a la princesa Margarita de Austria quien pisó tierra española en Santander en el mes de marzo de 1497.
El príncipe, su prometido, saldría a su encuentro en compañía del rey su padre y todos coincidieron en las inmediaciones de Reinosa. Desde allí, tras un breve descanso, partirían los novios con su acompañamiento hacia Burgos donde se celebraron los esponsales el día 3 de abril, ante el arzobispo don Francisco de Cisneros. Dicen todas las crónicas y así corrió la voz por todas partes, que desde el preciso instante en que el príncipe don Juan y Margarita se conocieron, se confirmó rotundamente la grata impresión que cada uno de ellos tenía del otro. Su amor fue creciendo y tal fuerza afectiva llevada al extremo pudo ser una de las causas que, a juicio de muchos, aun de los médicos, de la ruina de la salud del joven príncipe.
Durante el breve espacio de tiempo en que duró su unión matrimonial, formaron una excelente pareja que prometía un reinado esplendoroso en el que la madurez, la grandeza y la expansión de España, hubieran sido notables en una continuación sin vaivenes ni fisuras, del próspero reinado de los Reyes Católicos”.
Los Reyes Católicos habían ido acumulando sobre el Príncipe don Juan los honores debidos según su rango de heredero y así le otorgaron el Principado de Asturias. Mediante sucesivas reales provisiones le van haciendo donación de ciudades como las de Alcázar, Alhama, Salamanca, Logroño, Jaén, Baeza, Ubeda, Trujillo, Ronda, Cáceres, Toro, Loja y Écija. Por otra real cédula su madre la reina Isabel, le dona la fortaleza de Montexica en el reino de Granada y alguna otra como la villa de El Burgo en la serranía de Ronda.
La princesa Margarita venía a Castilla aureolada además de por la fama de sus virtudes personales, por su renombrada belleza y por el hecho de ser hija de tan alto progenitor, árbitro de los destinos de Europa y ahora fuertemente vinculado a la prestigiada monarquía castellana. Margarita, hija de Maximiliano y de María de Borgoña, nieta por ende de Carlos el Temerario, había nacido en Bruselas el 10 de enero de 1480 por lo que era un año y medio más joven que el príncipe español. La joven Margarita desde muy pronto había padecido los golpes de la desgracia, perdió a su madre cuando tan solo contaba tres años de edad. La niña hubo de ser trasladada a París por efecto del tratado de Arras, para ser allí educada y casar en su día con el futuro Carlos VIII. Esto nunca llegó a suceder pues Carlos en 1491 casó la heredera del Ducado de Bretaña. La joven Margarita, repudiada y relegada, fue devuelta sin piedad, a los Países Bajos.
Margarita enviudada seis meses más tarde, pero permaneció en la Corte Castellana durante dos años llorando su soledad y preparando su regreso a Flandes. En 28 de septiembre de 1499 en presencia de sus embajadores, la princesa viuda, recibía en Granada todas las joyas de oro, plata, perlas y piedras preciosas pertenecientes a la Hacienda de su Cámara.
Dos años más tarde, en 1501, contraería de nuevo matrimonio esta infeliz Princesa, con el Duque Filiberto de Saboya, pero éste murió a los tres años de su matrimonio. Nuevamente fue requerida por Enrique VIII de Inglaterra para nuevas nupcias, propuesta que ella rechazó. Luis II de Hungría también la pretendió pero Margarita rehusó nuevas uniones conyugales.
A la muerte de su hermano Felipe el Hermoso, ya rey de Castilla, su padre el emperador, puso a Margarita como regente de los Países Bajos al tiempo que ella también se encargó de llevar a cabo la completa educación de su sobrino el futuro emperador Carlos V, I de España.
Después de una vida llena de avatares, pocas alegrías y múltiples desgracias, esta mujer, enérgica, piadosa, intransigente con la herejía, mecenas de las artes y de las letras, murió en Malinas el día 1 de diciembre de 1530 cuando solamente contaba cincuenta años de edad.
Cuando don Juan contrajo matrimonio, en el mes de abril de 1497, no había cumplido aún los diecinueve años de edad y su constitución física parece que nunca fue muy fuerte. No fue obstáculo esta flaqueza de fuerzas para que recibiera una educación firme y austera juntamente con el cultivo de las letras y aun de las artes, el aprendizaje de la difícil asignatura de la política y el arte de la guerra. No le faltaron buenos maestros y pudo admirar en este campo las excelentes virtudes de su padre.
Lo cierto es que su salud se fue quebrantando a ojos vista, desde el comienzo de su matrimonio en el que tan feliz se encontraba. Los doctores que cuidaban de su salud, lo avisaron repetidamente a sus padres. Instaron a la madre para que aconsejara a su hijo una separación pactada y ad tempus de los deberes del matrimonio, pero dicen que Isabel lo rechazó conforme a las palabras de la liturgia del matrimonio cristiano: "Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre"
En el mes de septiembre de este año, los reyes fueron a Valencia de Alcántara donde iban a celebrarse conversaciones y tratados con Portugal de la máxima importancia política y familiar con el proyecto de matrimonio de la infanta Isabel, en segundas nupcias con el rey don Manuel. Mientras tanto, don Juan y su esposa la princesa Margarita se dirigieron a la ciudad del Tormes cuyo señorío ostentaban, ciudad que los acogió dispensándoles un caluroso recibimiento. En medio de las fiestas y del incesante ajetreo de aquellos felices días y según el parecer de muchos, por una entrega amorosa muy impulsiva hacia la esposa a quien tanto amaba, el día primero de octubre acometieron al príncipe unas muy altas fiebres de la misma especie que otras que en diversas ocasiones le habían visitado. En ésta, eran de mayor intensidad. Bajo la atenta mirada de su preceptor y amigo Fray Diego de Deza, obispo de la ciudad y por su mandato, corrió veloz un correo con cartas en las que se avisaba al rey don Fernando de la gravísima situación en la que se encontraba su hijo. En ellas se le urgía para que viniese a Salamanca antes de que su hijo expirase. La reina Isabel no debía enterarse de tan grave circunstancia a fin de que no se estorbase el grave negocio en que estaba ocupada.
El príncipe se moría por momentos y el rey su padre, apenas si pudo llegar a tiempo para recibir las últimas palabras de su hijo, a pesar de los desvelos y cuidados que allí pusieron los más insignes doctores en la medicina con los que se contaba.
Todas las crónicas de la época, sin excepción, tratan de esta muerte tan dolorosa para los padres y la consideraron como una verdadera desgracia nacional, porque el horizonte de la sucesión a la corona quedaba muy ensombrecido. El heredero que unificaría los reinos peninsulares y heredero además de dos mundos: el príncipe don Juan era la esperanza de los españoles y de muchos extranjeros, pero acababa de morir en plena juventud en la ciudad de Salamanca, el día 4 de octubre, festividad de San Francisco de Asís, en 1497.
Su cadáver fue depositado temporalmente en el monasterio de San Francisco de Salamanca de donde pasó al de San Juan de los Reyes de Toledo y de allí hasta la iglesia del monasterio dominico de Santo Tomás de Ávila, donde descansa bajo el túmulo labrado por el cincel de Doménico Fanccelli. Como escribiera Pedro Mártir de Anglería: "Allí queda enterrada, la esperanza de España entera".
Para España quedaba aún la tenue esperanza del embarazo de la princesa Margarita, pero aun esta débil esperanza quedó truncada por el aborto que sufrió la madre viuda, estando en Alcalá de Henares”.
Hasta aquí, datos y palabras de Vidal González, eminente historiador y máximo conocedor de cuanto tiene relación con Isabel la Católica, por nuestra parte hemos de concretar que Alhama fue una de las poblaciones que se incluyeron para que sus rentas formaran parte de la hacienda privada del príncipe Juan, como sucedió en concreto y en cumplimiento de la donación de Almazán de 22 de Mayo de 1496.
Quizá esta sea la causa histórica de que el escudo de armas de Alhama en alguna ocasión se haya timbrado con una corona de “príncipe” la que se distingue, en este caso de la real abierta, porque no lleva perlas interpoladas entre los florones, como exponíamos hace años, concretamente en nuestro “Informe en defensa de la realidad histórica de que el escudo de la ciudad de Alhama de Granada debe ser timbrado con corona real abierta”, que tuvo entrada en el Ayuntamiento de Alhama con fecha siete de agosto de 1997.
Por último, haciendo referencia al príncipe don Juan debemos recordar también a quienes fueron sus padrinos cuando se le armó caballero. Como comentamos en nuestro artículo anterior de "Alhama-Histórica", con ocasión del primer asedio musulmán a Alhama, fue el duque de Medinasidonia, don Enrique Pérez de Guzmán, quien, a pesar de su total enemistad con el marqués de Cádiz, don Rodrigo Ponce de León, acudió a socorrer a quienes habían tomado Alhama y aquí, ante esta ciudad, hicieron las paces los dos grandes caballeros, y los Reyes Católicos jamás olvidaron este histórico abrazo al pie de las murallas de Alhama para grandeza de Castilla y España.