Este uso insalubre haría que el rey Carlos III dispusiese en 1784 que no se inhumaran los cadáveres en las iglesias, decretando tres años después que se crearan cementerios fuera de las poblaciones, en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias y distantes de las viviendas. Por falta de fondos en los presupuestos parroquiales y ante la negativa de los fieles estas medidas no se llegarían a ejecutar de manera generalizada hasta la primera mitad del siglo XIX, como pasó en Jayena, que a principios del mencionado siglo todavía se sepultaban difuntos en el panteón de la iglesia, si bien únicamente este privilegio estaría al alcance de los más pudientes, debiéndose inhumar a los pobres en una cripta subterránea o en un cementerio anexo a la iglesia, estando, probablemente, el solar que se encuentra en su parte trasera destinado a dicho uso. El panteón de la iglesia debió de tener varios trances o hileras de nichos como demuestran algunas partidas de entierro que se han conservado en diversos expedientes matrimoniales, variando su precio según la cercanía al altar:
En el Panteon, dela Yglesia Parroquial dela villa de Jayena Dia Doze del mes de Noviembre, año mil ochocientos, y uno; En sepultura dela fabrica, primero tranze, fue sepultado, con Abito de maria SSma. del Carmen, el cuerpo, Defunto, de mariana Garzia, veza. de dha. villa, mujer, que fue de Sebastian Perez; otorgo su testamento […] |
El cementerio de Jayena se debió de construir en las primeras décadas del siglo XIX, enclavándose extramuros de la población, eligiéndose un sitio elevado, relativamente, en la haza de las Eras, y sin filtración de aguas como se recomendó a partir de 1804. La cercanía del emplazamiento elegido con respecto al núcleo de población provocaría que en pocas décadas el crecimiento urbano llegara hasta el cementerio, el pueblo se extendería en dirección oeste, creándose la calle Nueva, la cual se conocería posteriormente como San Ignacio y la calle Carril, aunque posiblemente se pudiese crear alguna otra vía; el cementerio terminaría lindando principalmente con corrales, aunque también con viviendas. Ocupó una extensión de 4 celemines de terreno, 2.150,4 metros cuadrados, espacio seguramente insuficiente pues en 1879 el cementerio ya mostraba un mal estado.
Lugar donde estaba emplazado el antiguo cementerio
El terremoto de 1884 terminaría agravando la situación, llegando a destruir todos sus muros, motivo este, junto con el del mermado espacio, por el cual se agilizaría la construcción de un nuevo camposanto. Los últimos enterramientos se producirían en una fecha posterior a 1885, construyéndose el cementerio con que cuenta Jayena en la actualidad. Por testimonios orales solo conocemos enterramientos en el cementerio nuevo a partir de 1897, por lo que , fehacientemente, el popularmente conocido como cementerio viejo se dejaría de usar en un periodo que abarcaría entre 1885 y 1897. El recinto del antiguo cementerio perduraría hasta una fecha anterior a la Guerra Civil trasladándose la mayor parte de los restos óseos al cementerio nuevo.
Lápida de Antonio Pérez Peregrina
La lápida más antigua que se conserva en el actual cementerio data de 1903, es concretamente la de Antonio Pérez Peregrina, Secretario que fuera del Ayuntamiento de Jayena. Por relatos orales sabemos que en 1897 fue enterrado en este mismo cementerio Francisco de Paula Castro y Roldán, en aquel momento alcalde y administrador local de la marquesa de Campotéjar, contando su sepultura con una lápida de piedra negra hoy desaparecida y cuyo emplazamiento estaba cerca de la entrada, entrando a mano izquierda, al igual que ocurre con el mencionado Antonio Pérez. Con fecha anterior a 1897 seguramente habría más enterramientos aunque por el momento nos es desconocido. Por desgracia, a diferencia de otros cementerios municipales, el de Jayena no cuenta con la fecha de creación en su fachada, lo cual nos ha privado conocer cuando se erigió y hasta que fecha exacta se estuvo utilizando el antiguo.
Por: Jesús de Castro Martínez.