Éxito de participación en la ruta nocturna del Club de Senderismo Navachica de Jayena

La décima ruta nocturna del Club Navachica reúne a más de 80 senderistas en una jornada de deporte, naturaleza y convivencia en Jayena.

 El pasado sábado 19 de julio, el Club de Senderismo Navachica de Jayena celebró con gran éxito la 10.ª ruta nocturna de su calendario anual, convocando a más de 80 aficionados al aire libre. A la cita se sumaron integrantes de los clubes Los Ríos (Arenas del Rey), Los Rebeldes del Senderismo (Granada) y La Silleta (Padul), lo que brindó al evento un marcado carácter provincial.

 La marcha comenzó pasadas las 20:30 h en la plaza del Ayuntamiento. Siguiendo la Senda de Los Ríos, los participantes alcanzaron el área recreativa del Bacal, donde repusieron fuerzas bajo un cielo limpio y estrellado. Allí se integraron senderistas que, por motivos físicos, no realizaron el trazado completo pero quisieron compartir la experiencia.

 El regreso transcurrió por la vía asfaltada a Turillas —antiguo camino a Otívar y Almuñécar y hoy parte del Cordel del Cortijillo, catalogado como vía pecuaria— que transita en parte  dentro del GR‑7 entre Jayena y Albuñuelas. En la parada de La Cruz Chiquita, los asistentes disfrutaron de una panorámica nocturna de Jayena iluminada.

 La jornada concluyó alrededor de las 23:30 h en El Corralón (calle Granada), sede del club, donde se ofreció a los participantes un reconfortante batido de chocolate y dulces caseros, sellando una noche de deporte y camaradería.

 En sus algo más de 12 años de trayectoria (oficialmente constituido en 2013), el Club Navachica ha arraigado la práctica del senderismo en Jayena y ha situado el nombre del municipio en el mapa de esta disciplina. Fue pionero en traer las Jornadas de Senderismo Provinciales a la comarca de Alhama, iniciativa que ya se ha replicado en localidades vecinas como Zafarraya y Arenas del Rey.

 Bien saben aquellos que me quieren —los que conocen la curva de mis costumbres— que no soy amigo del senderismo nocturno. Y sin embargo, sí lo soy, y profundamente, de la noche: de su manto oscuro cuajado de estrellas, de su misterio callado, de su lento abrazo.
No era mi propósito recorrer entera esta ruta bajo la luz de las estrellas. Me bastaba con un trecho, con un poco de aire fresco, con alguna que otra palabra compartida. Pero ocurrió algo inesperado y hermoso: la conversación con mi entrañable amigo Miguel Calles, me impulsó sin darme cuenta a caminar hasta el final. Y he de confesarlo: me sentí bien. Un bien sereno, hondo, casi feliz.

 Al regresar, me adelanté al grupo. Quería llegar antes, esperarlos en la Cruz Chiquita para hacer algunas fotos. Y allí, bajo ese nombre que ya suena a símbolo, me senté a contemplar la noche. Jayena se dibujaba ante mí, iluminado por farolas tenues como luciérnagas cansadas. Todo era silencio… hasta que un grillo alzó su canto. Tan solo un grillo, solitario, dueño del instante.

 Ese pequeño sonido rasgó la noche y me llevó lejos —o tal vez muy cerca—: a mi infancia, a la puerta de un cortijo donde también cantaban los grillos. Entonces no sabía que aquel sonido se quedaría en mi alma, aguardando pacientemente este momento para volver. Pero volvió, y lo hizo con ternura.

 Y así, con el corazón lleno de memoria, de calma y de una extraña y dulce melancolía, nacieron en mí unos versos. Los pensé allí mismo, bajo las estrellas, con los pies sobre la tierra y el alma suspendida. Y hoy los comparto —no por belleza, sino por verdad— con Miguel y con Lorena. Porque a veces un verso compartido puede ser una pequeña lámpara encendida en medio del dolor.

 Con todo mi afecto, con todo mi respeto, y con la emoción de haber caminado esta noche no solo una senda..

El canto del grillo en la noche

En la hondura callada del cielo,
cuando el mundo se envuelve en su velo,
surge tenue, sereno, sencillo:
el cantar del pequeño grillo.

No hay trompeta ni voz que le iguale,
ni alboroto, ni eco que exhale
la dulzura sutil de su arte,
tan humilde y aparte.

Entre sombras, su canto resuena,
melodía que al alma serena.
Cada trino, un suspiro del viento,
un misterio, un momento.

La luna lo escucha en su altura,
las estrellas suspiran ternura,
y la noche, hechizada y despierta,
le abre al grillo su puerta.

En su canto no hay rima forzada,
ni una nota que suene alocada;
es el pulso del campo y del suelo,
es latido del cielo.

Así canta, sin gloria ni prisa,
bajo un cielo que calla y avisa
que en lo simple, en lo leve, en lo chico,
vive el arte más rico.

II
¿Oyes? Es un alma errante
que, entre sombras, va cantando,
como el eco de un suspiro
que en la noche va flotando.
Grillo oculto entre la hierba,
no te veo… y sin embargo,
tu lamento va a mi pecho
como un beso, lento y largo.

III
En noche umbría, el grillo, sin figura,
con voz pequeña al alma sobresalta;
mas su acento en el aire se recata
como silbo de amor en noche oscura.
¿Será acaso su canto la dulzura
de aquel que, al no nombrarse, más exalta?
¿O el eco de una pena que resalta
por no hallar en la noche su ventura?

La ruta nocturna 2025

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