Jayena homenajea a Antonio “Titara”, toda una vida de un hombre de pueblo



Antonio “Titara” el jayenero que ha sobrevivido a una dictadura, una república, una guerra civil, otra dictadura y hoy vive una democracia.

En la foto superior: Antonio Salcedo Dionisio junto a su hijo Manuel y la alcaldesa de Jayena Vanessa Gutiérrez Pérez

 En las pasadas fiestas patronales de agosto de este año de 2017, el Ayuntamiento de Jayena, en el transcurso de la celebración de la fiesta homenaje a los mayores de La Villa, en un acto muy emotivo, entregó a Antonio Salcedo Dionisio, una placa conmemorativa en reconocimiento a ser el hombre más anciano y longevo de la Villa de Jayena. Con fecha de nacimiento del 26 /12/1926 Antonio tiene la fortuna y la suerte de ser el hombre más longevo de la villa de Jayena en este año. Si bien el título de persona más longeva lo posee Ana Funes Díaz, que así mismo recibió dicho reconocimiento como mujer más longeva de Jayena con fecha de nacimiento del 8/09/1922.

 El texto de la placa obsequiada a Antonio Salcedo Dionisio dice así “Homenaje a nuestros mayores, a Antonio Salcedo Dionisio, vecino más longevo de Jayena por su batalla anónima en su día a día por nuestro pueblo, por su ilusión, esperanza, y ganas de vivir y seguir transmitiendo la historia sentimientos y raíces de Jayena “

 Para rememorar algunos momentos, de esa larga vida que ha padecido, y vivido tantos hechos y andanzas en la villa de Jayena, hemos quedado con Antonio Salcedo Dionisio. Conocido entre sus vecinos con el apodo de Antonio “Titara” con el objetivo de dejar testimonio de toda una vida que vivió los avatares de una dictadura ( la de Primo de Rivera en su niñez), una república ( Segunda República española: niñez y adolescencia), y en su juventud y madurez una guerra civil, una posguerra, y otra dictadura, la franquista, y un renacer de la libertad que hoy es la democracia española instituida en una monarquía parlamentaria. Dejar constancia de momentos de su vida y por extensión de instantes de la historia de Jayena, es un minúsculo tributo hacia todos esos hombres y mujeres del mundo rural, que anónimos y clandestinos para la historia no hicieron otra cosa, (y hacen), que pasar como dijera el poeta, como estelas en la mar.

 Arrancó gélido aquel domingo 26 de diciembre de 1926. Entre ese día y los dos anteriores, España y Jayena, presenciaban una de las nevadas más impresionantes que el país había visto hasta la fecha y que quedará para los anales de la historia de la meteorología. En Jayena muchos ese día, disfrutaban de las fiestas navideñas. Manuel y Carmen, un humilde carbonero, y una ama de casa, mujer rural y campesina, vislumbraron los primeros hilos de vida de su primogénito, al que pondrían por nombre Antonio.


Antonio Salcedo Dionisio

 Aquel año de 1926 también verían la vida personajes históricos universales como Fidel Alejandro Castro Ruz (conocido para la historia como Fidel Castro), Elizabeth Alexandra Mary: Isabel II de Inglaterra, Norma Jeane Baker (Marilyn Monroe), o Luis Miguel Dominguín. Y se irían de ella figuras relevantes como Antonio Gaudí, Rodolfo Valentino, Harry Houdini o Claude Monet. Algunas efemérides de este año entre otras muchas son: fundación del club de fútbol Real Oviedo. John Logie Baird muestra el primer sistema de televisión que transmite en directo imágenes en movimiento. Se televisa por primera vez un mapa meteorológico. Se produce el vuelo del hidroavión Plus Ultra, desde la Rabita (Huelva) a Buenos Aires (Argentina) tripulado por Ramón Franco, Ruiz de Alda, Durán y Rada. Sucede el golpe de Estado en España de 1926, también conocido como Sanjuanada porque estaba previsto para la noche del 24 de junio, noche de San Juan, fue un golpe de estado que fracasó en su intento de poner fin a la Dictadura de Primo de Rivera, instaurada en España mediante otro golpe de Estado en septiembre de 1923. El 24, 25 y 26 de diciembre: en España cae una histórica nevada, llegando a lugares costeros como Alicante, Cádiz o Málaga donde este fenómeno es inusual. Se acumularon espesores de hasta 25 cm de nieve.

 En cuanto a Jayena se vivían tiempos difíciles, hacia pocos años que el Marquesado de Campotéjar había vendido el pueblo a la sociedad Garrido Romero y Rojas. Las tierras habían quedado en manos de unos pocos terratenientes, que bajo el amparo de la dictadura vigente esquilman someten y explotan a sus vecinos. El devenir de la Villa se veía abocado a un futuro no muy prometedor bajo el yugo de la miseria y el método feudal establecido por el terrateniente. Aunque las cosas aun podían empeorar y mucho, para Manuel, Carmen y su primogénito en un futuro no muy lejano.

 En este escenario viene Antonio al mundo a titar la vida. Hoy aquellos tiempos ya ausentes, los desempolva Antonio con tímida pesadumbre, aunque la memoria, solo le sea leal a ratos, las cicatrices de desconsuelos y alegrías de entonces no se ven hoy como un tiempo tan amargo, aquellas etapas de desolación permanecen ahora lejanas, y lo que un día fueron angustia y estrecheces, dormitan en cada arruga de su rostro, en cada gesto, y en cada palabra que no acierta a pronunciar. A veces en minutos de calma, cuando la memoria se atreve a aparecer, un agridulce sentimiento de amable recuerdo, con sabor agrio, ausente de rencor, y resentimiento, que a pesar suyo escuece, le anega de nostalgia. Vestido de ausencia su rostro dibuja una mirada que se aleja tocando arrebato. Esa misma mirada que ahora, perdida en la distancia, le lleva tras sus huellas con serenidad rendida a pesar de sus achaques, que no son pocos. Antonio “Titara” es hoy y siempre lo ha sido un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra. Escrutándolo en una mirada ligera y fugaz, se le adivina vulnerable y frágil, en su vejez; uno no puede alcanzar más que a imaginar toda la angustia vivida, todo el coraje consumido en tanta batalla peleada. Hoy con la suerte burlada no acecha otra disyuntiva, más que la de volver, como Alonso Quijano, ya agotado y exhausto a descansar, como Don Quijote vencido.

 Con su semblante calmado y tímido, donde se deja atisbar un corazón valiente, sólido de coraje Antonio apostilla, “ya quedamos pocos de aquella quinta, muy pocos. Recuerdo a mi padre como un hombre apacible. Mi padre había nacido en Guajar Alto, se llamaba Manuel Salcedo Pretel, se ganaba la vida como carbonero, era un buen hombre. Mi madre Carmen Dionisio Martín, ella era de aquí de Jayena, mujer inquieta y rebelde de orgullosa alma campesina.”
 
 Visitación, Recio Muñoz vino a ser mi mujer. Natural del vecino pueblo de Fornes. Nos pusimos novios muy jóvenes, la conocí gracias a la ayuda de mi amigo Manuel. En aquellos años mozos vivíamos de modo muy humilde, había mucha pobreza, y escasez de todo, solo teníamos lo mínimo para subsistir. Éramos muy jóvenes, (yo algunos años mayor que ella), para casarme con ella me la llevé, quiero decir que nos “escapamos”, o “fugamos”. Este era un argumento frecuente en aquellos tiempos en Jayena entre los jóvenes, pues muy pocos podían permitirse una boda al uso, así que las parejas de novios que establecían contraer matrimonio y no tenía medios, se “escapaban” o “fugaban”, esto es se producía un “rapto” consentido del novio hacia la novia, para forzar la boda, y eso era “llevarse a la novia”. La cosa consistía en instalarse en casa de un familiar, o de un amigo, en una posada en otro pueblo o irse a la ciudad durante un tiempo, el que consideraban necesario. Luego volvían ya como marido y mujer, pues en la mayoría de los casos habían pasado por la vicaría, y entonces era aceptado el casamiento a regañadientes muchas veces, pero con el consentimiento obligado de las familias, en el mayor número de los casos. Antonio se trajo a Visitación a Jayena, a la vera suya. Antonio en mucho tiempo por fin conocía la alegría. Visita sería durante toda su vida su timón y su guía y su razón de vida.


Visitación Recio Muñoz esposa de Antonio

 Antonio cuenta que no estuvo mucho tiempo en la escuela, solo siete meses. Tiempo en el que aprendió a leer y a escribir básicamente lo imprescindible. Tras cinco años de relativo sosiego, bajo la dictadura de primo de Rivera, y cuatro años de vida en un país que soñaba una República, que no fue capaz de cuajar, los padres de Antonio, Manuel y Carmen iban tirando de la vida, y con mucha maña sobrevivían como podían. Fue un tiempo de agitación, pero Manuel era bueno en su oficio de carbonero, y su carbón era bastante apreciado, así que se iban “apañando”, y aunque el tiempo de la república les concediera un respiro, y tuvieron sus momentos de cielo, no siempre estaba el horno para bollos a nivel social. Para Antonio fueron aquellos tiempos felices, en su niñez de sencillas cosas.

 Y un día del año (1936), en que Antonio iba a cumplir diez años, vino la guerra. Antonio supo después que aquella guerra fue una guerra civil, una guerra de hermanos contra hermanos, de amigos contra amigos, de vecinos contra vecinos. Y como si el dolor y la desgracia de una guerra no hubieran sido suficientes, al finalizar esta, Antonio padecería y sufriría uno de los episodios más fatales de su vida, habría de irse a vivir a La Resinera, con su tío Frasquito, y su tía Encarnación, “arrecogio” fui por mis tíos Frasquito y Encarnación, así lo cuenta Antonio. Casi se adivina como le sangra el corazón en ese recuerdo. El final de la guerra, trajo tiempos de silencio y miedo. Jayena vivía uno de sus periodos más trágicos y angustiosos, y a Antonio le dio de lleno. El maquis, y las acciones de represión por parte del régimen franquista sobre este, dejaron una huella imborrable en todos los pueblos de la zona, enturbiando y agravando una posguerra ya de por si dura y cruel. Antonio vería como sus padres fueron llevados a prisión, sintiendo entonces la desolación en lo más hondo de su ser. Él y sus hermanos subsistieron como pudieron, a su suerte, “arrecogios”, y en el extravío sufriendo multitud de desatinos la vida les fue aconteciendo.


Foto de la prisión de Saturraran donde Carmen Dionisio Martín madre de Antonio pasó un año de cárcel. Otros 6 los pasaría en el Puerto de Santamaria. (origen de la foto asturiasrepublicana.com)


Grupo de prisioneras de Saturrarán con alguno de sus hijos en Septiembre de 1942 (Archivo de E. Piñero). Origen de la foto asturiasrepublicana.com

 La represión que siguió al levantamiento militar, tras la entrada de las fuerzas sublevadas y rebeldes en la Villa, se ensañó en Jayena con muchas familias, que habían sido simpatizantes de izquierdas. A Antonio a su corta edad, le quedaron grabadas crueldades en su retina de aquellos hechos, que ni el paso del tiempo ha logrado borrar. El miedo y la rabia, después de tantos años, aun turba su serenidad, cuando con enojo e impotencia calmada accede a conversar del tema. Durante cinco años Antonio “Titara” pasó su adolescencia en La Resinera con su tío Frasquito y su tía Encarnación. En esa época Antonio ocupaba su tiempo ayudando con las cabras, cogiendo esparto, o en otras labores a sus tíos. No son momentos de los que Antonio quiera hablar y recordar mucho, más por el dolor de la ausencia de sus padres, y la dispersión del núcleo familiar, que trajo el hecho, y la aflicción, que por miedo. Antonio era el mayor de sus hermanos en una familia que sufrió con crudeza las consecuencias de la guerra y la posguerra.



 Así entre campo, cortijos, cabras y ovejas, siempre de aquí para allá fue Antonio llorando la vida. Iba sobreviviendo a su adolescencia, con más momentos de pena que gloria, había noches que no tocaba comer, y días, que tocaba engañar al hambre. De esta manera llegó el tiempo de la mili, que le tocó hacer en Madrid. Solo tres meses, estuvo Antonio “Titara” en la vida militar, ya que en su niñez había perdido la visión en un ojo, por un “trompazo”, que había recibido. Un golpe de un trompo, mientras jugaba a "bailar el trompo", con sus amigos en la puerta de la escuela, le dejó solo un ojo sano. Por lo que el ejército lo descartó para sus labores.

 Y su vida se fue mimetizando en el día a día, de una posguerra cruel, que no pudo matar su esperanza desgarrada. Ya pasados los años de cárcel, mi padre conseguía con todos los hermanos reunidos, mantener a la familia, ejerciendo su oficio de carbonero, elaborando y vendiendo carbón. Antonio cuenta con entusiasmo como aprendió a construir “boliches” con su padre. Mi padre era de profesión carbonero, y muy bueno en su oficio, nunca le faltaba trabajo por eso, aunque el dinero que ganaba era siempre escaso en aquel tiempo cicatero y de miseria. El carbón que hacía era de muy buena calidad, y muy apreciado, se vendía en una tienda en Granada, el dueño siempre pedía a los mediadores de la zona, que el carbón de Pretel se lo reservasen a él.

 Su mirada se llena de ternura, cada vez que recuerda como cortejaba de novio a Visita su mujer, en sus tiempos mozos, cuando la llama de la juventud ahogaba todos los males. Sus bailes en las verbenas, los paseos a escondías, los besos robados, o el nacimiento de cada uno de sus ocho hijos. Con humor socarrón explica, que cuando volvía de la sierra de pastorear visita le preparaba unas deliciosas patatas fritas o migas, (que son sus dos comidas preferidas), y aun hoy nunca se cansa de comer. Hubo en su vida sencilla, también muchos momentos para la alegría. Sus labios balbucean una acaramelada sonrisa, que le trae un remanso de paz a su cansado corazón recuperando esos instantes.


Antonio y Visitación junto a una nieta

 La vida de Antonio pasaba ahora, pastoreando el ganado de la finca del Marqués de Santa Casilda, conocida en Jayena como “El cortijo del Marques”, en los pastos de la Resinera y la sierra de La Almijara. Meses y años con noches estrelladas de verano, fríos días de otoño, y cálidas tardes de primavera entre romeros y jaras en una sierra abrupta y escarpada a la que aprendió a respetar y a amar. Fue así encariñándose de un estilo de vida, que le permitía sobrevivir con cierta comodidad. Que por otra parte le permitía, poquito a poquito, una a una, ir reuniendo una “piara” de cabras, que año a año iba creciendo. Antonio soñaba poseer algún día su propio ganado, su propio rebaño con el que ser independiente y autónomo.


Antonio y Visitación
 
 Iban aconteciendo los años y la vida de Antonio y Visita, como la de otros muchos vecinos transcurría en la lucha diaria y anónima de subsistencia, con las penalidades y la monotonía de ir con paciencia, prudencia, calma y coraje sobreviviendo. Y poco a poco la vida le fue sonriendo. Un año a principio de los años 70, se marchó a Barcelona a probar suerte en la construcción, pero la urbe no era para él, que en la ciudad echaba de menos el olor del romero, la brisa fresca de la mañana, la sombra del pino, o el limpio cielo estrellado. Tras su experiencia en la urbe catalana, tuvo la oportunidad de salir del pueblo otra vez, para ir a trabajar en Ibiza, como jardinero, en un complejo hotelero. Pudo quedarse allí a trabajar para siempre, pero le tiró más, el amor a la sierra, y a las cabras, la sementera, los fríos inviernos, el agua clara de los ríos de la Almijara, y las papas fritas de Visita.


Antonio en Ibiza

 Así que se volvió con lo ganado, algún dinerillo ahorrado, con el que compró un rebaño de cabras en el vecino pueblo de Jatar. Ahora era dueño de un rebaño de cabras, y el más feliz del mundo, había cumplido uno de sus sueños. Y en el desahogo de tiempos mejores, fue criando a sus hijos, y sus hijos fueron volando, y los años fueron pasando, Antonio se fue palpando la vida, al antojo de la vida, a golpe de corazón, de coraje, de paciencia y de generosidad.


Antonio bajando del avión a su regreso de Ibiza

 En 2010 Antonio se queda sin su mujer Visita, su compañera inseparable desde aquel ya lejano día en que juntos se “fugaron”, se iba para siempre en el mes de noviembre, tras una vida de amor fiel, sincero y apisonado.

 Muchas vivencias y recuerdos deja Antonio “Titara” en el tintero, muchas que le cuesta recordar, algunas que quisiera olvidar, y otras que se le han desvanecido en la memoria de su piel.

 A mi ultima pregunta, ¿de dónde viene el apodo de “Titara”, no me sabe responder. Solo me dice “este apodo viene por parte de mi madre,” y es de muy antiguo. Pero no puedo decir más. Por mi parte señalar que Titara, es una forma verbal del verbo titar. Según el Diccionario de la RAE Titar: De or. Onomat. 1. intr. Sal. Dicho de un pavo: Graznar para llamar a la manada. De alguna forma el apodo pues tiene relación con los pavos.

 Finalizada la conversación, dejo a Antonio peregrinando por entre las callejas, caminando lento, con su gesto tranquilo, y su voz silenciosa, serenamente desertor de tristezas, en un bostezo de la tarde, esbozando un gesto amistoso y cordial.


Vista general de La Resinera desde Cabañeros


Texto y fotos actuales: Jesús Pérez Peregrina