La plaza Duque Mandas: escenario de recuerdos.
A Juan Cabezas, un "joyero" de toda la vida
Ahí está. Como dice la canción "viendo pasar el tiempo". O como siempre me corrige mi suegro "no pasa el tiempo los que pasamos somos nosotros". O las dos cosas a la vez pues como digo yo "pues pasa el tiempo y pasamos nosotros". Menos mal que para demostrar cualquiera de estas aseveraciones siempre habrá una imagen como la que ofrecemos hoy. Efectivamente ahí está la plaza Duque de Mandas, recién construida, recién inaugurada. Que a mí, por mi lugar de nacimiento, La Peña, y por mi relación con mis primos los Ríos Maestre, me consideraba más tejareño (del Tejar Alto) que de otro barrio de Alhama y siempre andábamos a la gresca con los placeteros y los joyeros. A los de las Calles Bajas le temíamos –al menos yo- como una vara verde. Eras tiempos del tiragomas y hondas. De las espada de madera, de los juegos del "manos arriba" en los Tajos. Fueron nuestras particulares guerras de los botones.
Primeras incursiones
Por eso bajar a la Joya era toda una odisea. No conocía a nadie. Y no tenía referencias. Sabía que había un terreno que se había ido rellenando con cascajos y donde pasado el tiempo se construiría el primer bloque de pisos de Alhama. Luego vendría la gasolinera. Hasta entonces, otra fotografía me permitió saber que un solitario surtidor junto a la casa de Solana, servía para llenar los depósitos de los escasos vehículos que por esos años había en Alhama. Tener un coche sería durante muchos años un sueño al alcance de unos poquísimos elegidos. Para ir de un lado a otro estaban los lomos de los mulos y cuando encartaba ir a Granada siempre por algún tema de papeleo, o peor todavía, de salud, cogíamos los taxis piratas que nos dejaban en la plaza Rescoldo de Granada o la "alsina" que lo hacía en su estación del Camino de Ronda.
Pero volvamos a la Joya. Internarse por aquellas largas y amplias calles, con casas de idénticas fachadas - o al menos eso me parecían a mí- desembocaba en una pérdida segura. Menos mal que estaba la otra referencia, la plaza del Rey, donde un enorme pedestal que décadas antes sostuviera la estatua del rey, servía para, en nuestras mentes infantiles representa, un hipotético asalto a una fortaleza. "Fuera de mi castillo", decíamos al tiempo que empujábamos, dábamos en las espinillas o pellizcábamos las manos con las que férreamente se asían a la piedra.
Estudiante que estudias...
Pasados algunos barrios esta zona de Alhama se fue convirtiendo en algo más personal pues con el inicio de mis estudios de Bachillerato, el Hogar de San Jerónimo, acogería el Colegio Libre Adoptado, extensión del IES Padre Suárez de Granada, y hasta allí enfilábamos de toda Alhama muchos hijos de agricultores que gracias a unas modestísimas becas tuvimos la oportunidad de acceder a este tipo de estudios que para las generaciones anteriores fueron imposibles ya que para trabajar en el campo se les había inculcado que "con leer y escribir un poco, saberse la cuatro reglas era más que suficiente". Luego vendría el deambular de este centro a las antiguas escuelas de la Joya, el uso provisional de las aulas del colegio Cervantes y, así hasta que se construyó el actual instituto.
¡Qué curioso! ¡La cantidad de recuerdos que en un ratito puede despertar la simple visualización de una foto!
Texto y foto actual: A. Arenas. Blanco y Negro: Archivo de Ideal.