Escribo estas lineas desde la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue, hubo un tiempo en que soñé con ser periodista, no lo fui y a nadie puedo achacarlo sino a mí mismo.
Y dicho esto a modo de aclaración digo también que no concibo la vida sin prensa y sin libros, de ambos me valgo para intentar entender esta realidad compleja y, a veces dolorosa que llamamos vida. Pero para que sea posible que acceda cada día a diarios de distinta tendencia es necesario que existan gentes que los hagan.Periodistas veraces, independientes y profesionales, capaces de, amparados por sueldo y condiciones de trabajo dignos, contarnos su forma de ver la realidad, que es la única objetividad que creo posible, la de aceptar humildemente que uno ve el mundo desde su historia personal, su ideología y circunstancias personales y cuenta lo que ve intentando que estas circunstancias no le impidan dar una visión lo mas acertada posible de lo que ve y lo que siente ante lo que ve.
Se repite hoy desde distintos ámbitos que sin periódicos no hay democracia y sin periodistas no hay periódicos y se informa de que esta profesión atraviesa momentos de especial dureza. Paro, sueldos indignos, condiciones de trabajo indeseables son el día a día de los periodistas.
Ante esto, también los lectores debemos alzar nuestra voz para intentar que el periodista no pase a ser un mero comunicador de las consignas del poder y sea lo que realmente debe ser: Alguien que cuenta lo que pasa, lo más verazmente posible y que a partir de esa información intenta analizar la realidad desde su visión propia del mundo.
Sólo desde la comparación de diversos puntos de vista, los lectores, podemos llegar a hacernos una idea cabal de cual es la realidad que nos rodea. Sin periódicos, no hay democracia y sin periodistas no hay periódicos.