Pienso que las cosas, las palabras, las costumbres, el folclore, mueren cuando permitimos que caigan en el olvido.
“En los paisajes de nuestro propio entorno,
las personas más cercanas a nosotros,
protagonizan la historia que más nos importa
y que, a veces, nos es tan desconocida”.
Así reza la contraportada del libro que, dedicado a mis hijos, escribí tras mi jubilación, por cumplir uno de los objetivos que para esta etapa de mi vida me había fijado. Pero, principalmente, por transmitirles ese amor y respeto por esta historia que no encontramos en los libros de texto y, sin embargo, es tan importante para cada uno de nosotros: la historia de nuestros propios antepasados.
Quienes me habéis tenido que soportar en clase, quienes me honráis con la lectura de mis artículos en Alhama Comunicación, o quienes habéis tenido la deferencia de leer alguno de mis libros, podréis dar fe de mi interés por lo más próximo. Me interesa la historia en general; pero mucho más la de nuestro pueblo, la de nuestras familias. Estudio el lenguaje; pero pongo especial interés en ese vocabulario que nos identifica, que hace referencia al trabajo y a la forma de vida de las gentes de nuestra tierra.
He aquí la raíz de mi interés por el fandango de Alhama, por nuestro fandango. Aún recuerdo, sin poder precisar el año, la primera vez que tuve ocasión de ver y oír un grupo de fandango alhameño. Fue allá por los años sesenta, en mi época de estudiante, y lo que sí recuerdo es que me fascinó su música; o, tal vez, la interpretación, que a mí me pareció magistral, por parte de aquel grupo de cuerda. Quién me iba a decir entonces que aquel señor que con tal virtuosismo tocaba la bandurria, Federico, sería, pasados bastantes años, mi maestro y compañero en estas lides.
Fue con motivo de la participación de Alhama en el programa “Tal como somos” de Canal Sur. Independientemente de lo que este hecho pudiera suponer para nuestro pueblo, lo cierto es que se despertó un verdadero interés por esta joya de nuestro folclore. Y, bajo la dirección de Juani Molina y siempre teniendo como referentes a aquellos mayores que tantas veces lo habían bailado, multitud de niños y jóvenes se interesaron por él. También yo. Y con cierta frecuencia se oyeron por entonces las voces de Nicolás, Eufemiano o Diego (buenos cantaores y mejores personas), no solo en nuestra Alhama, sino también en Alhama de Murcia, Alhama de Aragón o Sierra Nevada.
Durante todo este tiempo yo fui recopilando coplillas. Y me empeñé en plasmar en pentagramas aquellas notas o cifras que pudieran representar la música del fandango de Alhama, a pesar de las advertencias del bueno de Federico: “el fandango de Alhama no tiene partitura”.
Todo este material, diseminado durante algún tiempo en carpetas (de cartón) y archivos informáticos, tomó hace unos años la forma de documento ordenado y, a mi juicio, interesante, para que el fandango no caiga en el olvido. La autora fue mi hija, Maribel, que, en sus estudios de Musicología, eligió esta muestra folclórica alhameña para un trabajo de clase.
Pienso que las personas solo mueren del todo cuando ya nadie las recuerda. Pienso que las cosas, las palabras, las costumbres, el folclore, mueren cuando permitimos que caigan en el olvido. Y pienso que todo lo que muere es algo de nuestra riqueza inmaterial que perdemos para siempre y, por consiguiente, nos hace más pobres. En este sentido, Alhama y su comarca han perdido a lo largo de los años una gran parte de su inmensa riqueza. Nos hemos ido empobreciendo sin hacer nada por remediarlo. ¿Correrá el fandango la misma suerte? No lo permitamos. ¡Que no muera el fandango!