Actos del 525 aniversario de la parroquia de Alhama


El arzobispo a su llegada a la parroquia acompañado del párroco

Un acto cultural y religioso cerró la conmemoración de esta efeméride.

13/05/2007.- Con la asistencia del arzobispo de Granada, el deán de la catedral de Málaga y el cura párroco de Alhama, como autoridades religiosas, el alcalde de la localidad junto con otros concejales, la delegada provincial de turismo, el vicepresidente de la diputación, miembros del Patronato de Estudios Alhameños y otras representaciones e invitados se iniciaba la segunda y última jornada de las dos que han servido para conmemorar el 525 aniversario de la consagración de la iglesia parroquial de Alhama; Nuestra Señora de la Encarnación. 
 

El arzobispo se interesó por la obras de la parroquia


Andrés García Maldonado durante su intervención

 Se iniciaba el acto cívico-religioso con las palabras de bienvenida de Isabel Guerrero Martínez, la componente más joven de la coral, que agradecía a todos su asistencia en nombre de las entidades organizadoras del mismo.

 Continuaba con la lectura del acta del Patronato, por parte de su secretaria, Maribel Grande, en la que se recogían los acuerdos de estas celebraciones, dando paso a su presidente, Andrés García Maldonado, quien recogía en su alocución (que reproducimos más adelante) todo el sentimiento histórico, cultural y sentimental que este edifico significa en la historia de Alhama y en la vida de los alhameños.

 Tras su intervención tuvo lugar una misa concelebrada, presidida por el arzobispo de Granada, tras la cual se distribuyó gratuitamente a los asistentes el libro que se había editado para la ocasión, escrito por Andrés García Maldonado y Lázaro Gila Medina, con fotografías de Antonio Arenas Maestre.

 Este acto también sirvió a esta casa, "Alhama Comunicación", para realizar pruebas de grabación acústica en la parroquia con el coro Ciudad de Alhama, a fin de afrontar los nuevos retos que nos hemos propuesto de incorporar audio y vídeo en las noticias que sea posible, sin importar la duración del acontecimiento, intentando dar la mejor respuesta en imagen y sonido, y corregir las posibles deficiencias que se puedan presentar. En ello estamos en estos días, y ya pueden disfrutar en esta noticia de la intervención de nuestra coral con tres temas musicales.


Público y autoridades aplauden las intervenciones 

Palabras de Andrés Gracía Maldonado

Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Granada,
Ilmo. y Rvdmo. Sr. Deán Presidente de la S. I. Catedral de Nuestra Señora de la Encarnación de Málaga,
Rvdo. Cura Párroco,
Sr. Alcalde.
Ilma. Sra. Delegada Provincial,
Ilmo. Sr. Vicepresidente de la Diputación Provincial,
Autoridades, representaciones,
Señoras, Señores,

Queridos paisanos:

 No ha sido, querida Isabel, una casualidad que te hayamos elegido a ti para, con tus palabras, dando la bienvenida a todos, se iniciara este acto especial de la conmemoración histórica que llevamos a cabo. Como has dicho, podíamos haberlo hecho por llamarte Isabel, pues fue una Isabel la que dispuso que se efectuase la consagración que ahora conmemoramos así como la construcción de este templo; también te podíamos haber elegido por ser la más joven de la Coral, en definitiva la misma viene poniendo sus musicales y bellos cantos a todos estos actos, pero la realidad es que, sobre todo, te hemos elegido porque, siendo aquellos nuestros primeros antepasados y cristianos que se convirtieron en alhameños, hoy queríamos que fuese una alhameña, como tu, de la última generación de más de cinco siglos de alhameños y que, además, representase el entronque de  una familia, de inmemorial vinculación con esta tierra y sus antepasados  alhameños, con otra llegada no ha muchos años, en síntesis, lo que humana y familiarmente ha sido y es Alhama y el conjunto de sus habitantes a lo largo de estos últimos cinco siglos de historia.

 Y lo has hecho, como sabíamos que lo harías, excelentemente. En nombre todos, muchas gracias, Isabel.

 Queridos amigos y paisanos, sabios son los pueblos que  no olvidan su historia dando honor a sus tiempos de gloria.

 Jamás se ha sentido el alhameño condicionado en sus sentimientos, orgullo y peculiar afecto por las cosas comunes de nuestro pueblo y tierra. Somos descendientes de generaciones y generaciones de nobles personas que, junto a un elevado concepto y práctica de la hospitalidad, mostraron un inconfundible amor hacia lo alhameño con un elevado sentido, sin caer en el localismo absurdo.

 Así, la conmemoración que hoy culmina, no es cuestión de que sean exacta y rigurosamente tantos o cuantos años. Lo cierto es que han transcurrido más de cinco siglos, más de medio milenio, tanto de la consagración a Santa María de la Encarnación de esta Parroquia como del inicio de la construcción de este singular templo, y, por ello, con el mayor gozo y alegría, bienvenida y oportuna ha sido y es esta especial alabanza hacia esta iglesia que tanto ha venido significando y significa para Alhama y sus habitantes durantes más de quinientos años.

 Una vez más, lo alhameño, nuestro sentir y peculiaridades, se han expresado al unísono. Sin dejar de manifestar profundos sentimientos espirituales y religiosos, hemos ratificado -de la mejor forma que nos ha sido posible- nuestra vieja y mantenida fascinación, querencia y gratitud por este templo, Santa Maria de la Encarnación y de Alhama, nuestro más propio y genuino símbolo en lo urbano, en lo histórico-artístico y en lo religioso.

 La historia, por mucho que interesadamente se quiera instrumentalizar, no se puede cambiar, es la que es y así hay que exponerla, limpia y legítimamente, sin olvidarnos que los usos, mentalidades y circunstancias de los tiempos han ido cambiando y la forma en que se veían las cosas en el siglo XV es muy distinta a como las vemos hoy en día, pero esto no cambia, ni mucho menos, la validez propia que entonces tuvieron los criterios que justificaron decisiones y actuaciones.

 Así, hemos de recordar que aquél día de hace 525 año, “el mejor rey que había tenido España”, como dijo la misma Isabel, por expresa y exacta disposición de su esposa, la gran reina de Castilla, una de las mentes de Estado más lúcidas que ha tenido la Historia, presidió la consagración de esta iglesia de Alhama a Santa María, la primera que se erigía en el entonces reino de Granada, efectuando la bendición el gran cardenal de España don Pedro González de Mendoza, excepcional protector de las Ciencias y las Artes, el que con tanta lealtad y celo ayudó a los reyes, el que fue considerado a su muerte “como el más extraordinario servidor de Dios, de España y de los Reyes Católicos”, quien trasladaba la especial bendición de Su Santidad, el Sumo Pontífice Sixto IV, estando presentes en el acto, como desde aquel mismo tiempo lo están en la Historia de España, Diego de Merlo, asistente de Sevilla, primer y valeroso alcaide de Alhama hasta aquella misma fecha, quien había preparado y llevado a cabo su toma junto con el legendario Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz; Luís Fernández Portocarrero, Señor de Palma, alcaide de Écija, quien con el correr de los años seria capitán general junto a  su cuñado, el Gran Capitán, en los estados italianos, quien en aquella fecha se hacia con la capitanía de esta ciudad, la primera gran responsabilidad que el joven  caballero recibía en la guerra de Granada, auxiliado de los capitanes Diego López de Ayala, Pero Ruiz Alarcón y Alonso Ortiz, todos ellos rodeados por aquellos miles de personas, tan sólo con el rey llegaron 17.000  –en tantos casos nuestros primeros y directos antepasados relacionados con esta tierra-, que habían recibido la efusiva felicitación y gratitud del mismo rey por la heroica y esforzada defensa para Castilla, la Cristiandad y la Fe, de aquel puñal clavado en el corazón del reino nazarí, la ciudad-fortaleza de Alhama.

 Alhama, la de siempre, la eterna en nuestro corazón, sentimientos y historia, la de nuestros padres y antepasados, la que conserva el espíritu del niño que fuimos, esta aquí, como lo ha estado siempre a lo largo de nuestras vidas, tanto en las alegrías como en las penas. En las alegrías, cuando nos bautizaron, cuando hicimos la primera comunión, cuando nos confirmaron, cuando contrajimos matrimonio y en infinidad de festividades y celebraciones; y en las penas, en los días más tristes, cuando desde aquí, desde nuestras convicciones religiosas y espirituales, despedimos o recordamos a tantos y tantos familiares y amigos que tomaron, hace ya muchos años o tan sólo unos días, el Camino de la Eternidad.

 Es todo un sentimiento que por legado de nuestros mayores llevamos en la sangre y que continuará en nuestros hijos y nietos cuando, desde aquí mismo, en tan diversas ocasiones, nos recuerden y sientan tras que tomemos el definitivo Sendero.

 Así, sentimos esta iglesia, estas piedras y todo cuando le es propio, como su misma historia, como algo muy nuestro e inseparable, porque todo esto, una y otra vez, nos lleva a la realidad espiritual de lo que no muere, de lo que permanece, de lo que va transmitiéndose de padres a hijos, como ha sucedido con nuestro bienquerer a nuestra Santa María de la Encarnación.

 A lo largo de su historia, han sido muchos los avatares y momentos dramáticamente duros que ha padecido este templo e iglesia, especialmente en estos últimos ciento y pico años, bien por la mano de la Naturaleza, bien por la del hombre envilecido, lo que, junto a tremendas injusticias, puso en peligro este templo declarado Monumento Nacional por el Gobierno de la II República Española.

 Por histórica e inigualable fortuna,  gracias a la entrega de tantos y a la concordia entre todos, este templo seguirá siendo por siglos el inigualable y genuino símbolo espiritual y urbano de la siempre noble y leal ciudad de Alhama.

 Aquél día de la primavera de 1482, no fue tan sólo el de la consagración de las iglesias de Alhama. Con y junto a ello se produjo otro acontecimiento de enorme trascendencia para los cristianos: la llegada de una forma solemne de la Cruz a estas tierras,  dándose la circunstancia de que, al menos en aquella ocasión, no hubo de producirse derramamiento de sangre, ya que el rey de Granada, al tener noticia de la llegada de las tropas castellano-andaluzas, decidió la retirada.

 La mentalidad y época que se vivía, hizo que la cruz, en este caso con minúscula, tuviese un sentido de causa y estandarte militar y por ella se vertiese tanta sangre, pero no es menos cierto que permanecería su alto significado, el que, en definitiva, nos convoca y une, el del más excelso símbolo de amor y paz, y esto los alhameños no podemos, ni queremos, obviarlo. Así, desde nuestras convicciones espirituales, un grupo de personas, el pasado 28 de abril, nos propusimos que cada 30 de abril se efectúe aquí, en Alhama, un ofrecimiento especial a la Cruz en este alto significado, cristiano y universal, de mensaje de paz, reconciliación y concordia entre todos los seres humanos.

 Por último, concretamente en esta hora conmemorativa, lo primero que permanece entre nosotros,  la gratitud, desde el sentimiento y la Historia, a cuantos  se entregaron y forzaron por el bien de este templo en estos cinco siglos que han transcurrido, a los Reyes de España Isabel y Fernando, los que dispusieron consagrar y construir esta iglesia y templo, haciendo lo que les dictaba sus conciencias, para bien de España y su fe, y también para grandeza de esta ciudad  y su iglesia.

 Con nuestro respeto y reconocimiento, reiteramos nuestra gratitud hacia nuestro Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo por presidir esta conmemoración, así como lo hacemos a las representaciones de obispados y parroquias presentes esta tarde aquí,  a las autoridades locales y provinciales, a las representaciones culturales y, muy especialmente, a nuestro Párroco, por el ejemplo que ha hecho posible de cómo, una vez más, espíritu y religión, cultura y historia,  pueden y deben convivir y hasta hermanarse cuando corresponde para satisfacción y dicha de todos y jamás en contra de nadie.

 A todos vosotros, alhameños y amigos de Alhama, permitirme que en nombre del Patronato de Estudios Alhameños, más que agradeceros vuestra participación en estos actos conmemorativos, os felicite porque, en definitiva, sois lo que hacéis que todo esto se convierta en dichosa expresión  del hondo sentir de siglos de nuestro pueblo.

 Los hechos de la vida no son consecuencia de la Historia en sí, ésta, como Ciencia, sólo se limita a analizarlos y narrárnoslos. Somos las personas las que damos vida a los hechos en base a lo que sentimos y queremos, y aquí estamos otra vez, todos juntos, para proclamar nuestro sano orgullo por esta iglesia, siempre desde el respeto y la tolerancia a todos, pero sin renunciar a lo que tan legítima e históricamente nos pertenece desde hace más de cinco siglos, de medio milenio, de quinientos veinticinco años.

Muchas gracias.


Una misa concelebrada puso fin a la conmemoración