Fin de semana pregonado



Tres alhameños fueron protagonistas el pasado fin de semana de diversos pregones relacionados con la Semana Santa.

Imagen superior: Andrés García Maldonado en la iglesia de la Victoria del Rincón.

26/03/2007.- Inocencia Serrano, Chencha, lo hacía en la iglesia del Carmen Alhama, en la V Exaltación a Nuestra Señora de las Angustias. Andrés García Maldonado en el templo de Nuestra Señora de la Victoria, en el Rincón, ante un templo abarrotado de fieles, miembros de la cofradía y la corporación municipal. Y Paco Moyano lo hacía en la iglesia de la Magdalena de Granada, participando con su cante en la exaltción de la Saeta.


PREGÓN DE SEMANA SANTA RINCÓN DE LA VICTORIA 2007

Pronunciado por Andrés García Maldonado,
el día 24 de Marzo de 2007, en el templo de Nuestra Señora de la Victoria.

 Sigue habiendo, porque está por encima de los Tiempos, una Luz que viene de Oriente y que, subida en las estelas de este viejo mar que baña unas y otras orillas, llega hasta aquí, hasta este Rincón de la Victoria, con resplandores e irradiaciones extraordinarias, quizás, como me viene diciendo lo mejor de mi corazón, porque está formada por el espíritu de los buenos pescadores, de los hombres que consumieron su existencia entre la tierra y el mar, entre la vida y la esperanza, y ahora, todos juntos, tras partir en la Barca Blanca que lleva a la otra Vida, nos contemplan y alumbran desde la inmensidad de los Mares Celestes de las Alturas.



Rvd. Sr. Cura Párroco,
Sr. Alcalde,
Sr. Hermano Mayor y  señores miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad,
Sres. Miembros de la Corporación Municipal,
Señoras, Señores, queridos amigos:

 Redimido, por los años, de algunas vanidades y egoísmos, vuelvo aquí,  a este recoleto y acogedor templo del pueblo en el que transcurre mi vida,  en esta tarde de la primavera de 2007, a pronunciar nuevamente su Pregón de Semana Santa tras que tuviese el honor, ayer como hoy gracias a entrañables y muy queridas personas, de hacerlo hace más de cuatro lustros y medio abriendo la relación de pregoneros que, con mayor o menor brillantez, pero siempre con una especial afecto a esta tierra, nos ha cabido la satisfacción de proclamarla por medio de nuestras creencias religiosas y espirituales.

 Más de cuatro lustros en los que, a la par que este querido Rincón ha ido transformándose sin perder las raíces que lo distinguen –como deben crecer los pueblos y el espíritu-, nuestra Cofradía del Santísimo Cristo Crucificado y María Santísima de los Dolores, superando no pocas dificultades y circunstancias, ha ido consolidando, haciéndola del pueblo y, como tal,   tradicional, su salida procesional, con personas pioneras e inolvidables como Paco Domínguez y Juan de Dios Cruces, quien comenzó a introducirme en el sentir y vivir de este pueblo en aquella Semanas Santa de 1984, junto con los que recogieron la antorcha en su momento y siguieron la generosa y loable tarea, Rafael Cestino, primero, y Antonio Criado, después y en la actualidad, constantes y también generosos en la entrega, nada fácil y siempre llena de dificultades al no contarse con los medios necesarios, dándose siempre la colaboración de personas que, igualmente por medio de esta Cofradía, han puesto y ponen bien en evidencia su amor a este lugar y a nuestros más elevados enternecimientos, como, sobre todo, mi hermano en parentesco y cariño Juan Salvador verdadero continuador, en vocación y estilo malagueño y semanasantero, del inolvidable  José Sánchez Pacheco.

 A todos ellos, como un rinconero más, mi sincero reconocimiento por la labor llevada  a cabo y la que siguen ejerciendo en tantas ocasiones con verdadera abnegación, y, como pregonero, mi inmensa gratitud por el honor doblemente otorgado en el transcurrir de veintitrés años.

 Mi reiteración pregonera sólo viene justificada, al menos para mí, por tres esenciales razones: una, mi vinculación y afecto hacia Rincón de la Victoria, el lugar donde, con los míos, decidimos hace ya también más de cuatro lustros que iba a transcurrir lo mejor de nuestras vidas junto con Alhama de Granada y Málaga, los tres lugares de mi vida; otra, el volver a animar a todo este querido pueblo, dentro de la dedicación por sus mejores sentimientos y tradiciones, a la recuperación de algo que fue y que tanto nos lleno a muchos y que tan poco duró, lo que puede volver a conseguirse, impulsando ello tanto nuestros sentimientos como la misma Semana Santa de Rincón de la Victoria, y, la tercera razón, la ineludible de creyente, la  del mandato de Fe que siento y que siempre me dijo, aunque no siempre cumplí, que, en modo alguno, puede una persona que intenta ser cristiano, rechazar la posibilidad de ser claro y comprometido con lo que siente y ha de proclamar en el orden espiritual.

 Así hoy, como hace casi ocho mil cuatrocientos días, la inmensa mayoría de todos ellos iluminados por la luz de esta antigua Vizmiliana,  proclamo la realidad de que esta tierra, este pueblo, junto al mar como parte esencial de todo ello y no como un inmóvil y frío testigo más, va a vivir el más importante de los reencuentros espirituales y cristianos que se verifica y manifiesta en multitud de formas y sentidos a la llegada de cada primavera, como es, en síntesis, la Semana Santa.


I

 “…Las muchedumbres que iban a la fiesta, oyeron que Jesús se acercaba a Jerusalén, tomaron ramos de palmas, salieron a su encuentro y gritaban: Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel”.

 Y dos mil años después, también en la inmensa luminosidad- de un día de primavera, mediterránea y andaluza, el buen pueblo de Rincón de la Victoria volverá a abrir la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, con la entrada en su mismo templo, a la par que en los hondos corazones de sus creyentes, de Jesús por medio de las palmas y los olivos y con el siempre alegre saludo del bullicio y candor de los menores.

 Es la mañana del Domingo de Ramos, un Jesús triunfante está presente en el templo parroquial en la misa y procesión que le sigue.

 Desde nuestra libertad y respeto a todos los pueblos y culturas, Rincón de la Victoria, abierto y hospitalario, en el que es un ejemplo la confraternidad entre personas de muchísimos lugares, comunidades y países, hemos de recordar que Jesús efectuó esa entrada victoriosa precisamente en el mismo día en el que se celebraba la fiesta nacional judía por excelencia, la que conmemoraba la liberación de la esclavitud padecida por Israel en Egipto, dejando bien claro que su presencia en este mundo lo era para todos por encima de razas y fronteras de cualquier índole, pues la persona, ante todo, es universal, en el más amplio y elevado sentido de esta maravillosa palabra.


II

“…Volvió junto a sus discípulos y los encontró dormidos; entonces dijo a Pedro: ¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? Velad y orad para que no sigáis en tentación: pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil.

 De nuevo se apartó por segunda vez y oró diciendo: Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. Volvió otra vez y los encontró dormidos…”

 No estarán dormidos esos cientos de rinconeros que, cumpliendo con la fe que sienten, con fervoroso sentimiento asistirán y participaran en las conmemoraciones litúrgicas de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor en las iglesias de nuestro municipio, pues las creencias espirituales junto con las convicciones religiosas, si se sienten, deben ser practicadas y puestas de manifiesto pública y abiertamente.


III

 “-Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu Reino.

-En verdad te digo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

-Era ya alrededor de la hora sexta y, hasta la nona, las tinieblas cubrieron toda la tierra. Se oscureció el sol y el velo del Templo se rasgó de arriba abajo.

-Todo está consumado.

E inclinando la cabeza entregó el espíritu”.

 La hora nona y universal se ha cumplido. El desgarramiento de los muros del templo, en el Jerusalén del orbe entero, revela que todos los hombres, todas las personas sin excepción alguna, tienen abierto el sendero hacia el Dios Padre y que ha comenzado la vigencia de la Nueva Alianza, la sellada con la sangre de Cristo.

 Al anochecer de este Viernes Santo, conmemorativo de aquél del Nisán judío, cientos y cientos de personas convocadas por sus arraigadas creencias, se han dado cita en la Plaza de  Nuestra Señora de la Victoria, la de la Iglesia. Todo Rincón, una vez más, quiere acercarse, estar y revivir las horas sublimes de la Salvación de los hombres, junto a su  Santísimo Cristo Crucificado y María Santísima de los Dolores.

 El murmullo de la multitud congregada, inesperadamente desciende, se acalla, casi cesa. Se produce un recogimiento humano y espiritual que alcanza y penetra los corazones: es la presencia, en el centro del pueblo vizmiliano, a la par que en lo mejor del corazón de los rinconeros, de Cristo Crucificado, acompañando las emociones el tañido de las campanas y los sones musicales,  en un inigualable ambiente perfumado por el azahar de la decena de naranjos que embellecen la acogedora plaza.

 Ante Él, vemos, observamos y comprendemos, como no ha habido parte  alguna de su cuerpo que no haya recibido y sentido los dolores más crueles: sus manos y sus pies taladrados con los clavos, su pecho atravesado por la lanza, su cara golpeada y escupida, su espalda machacada por la flagelación, su frente y cabeza sangrando por las heridas causadas  por las recias púas de la corona de espinas, sus brazos y sus piernas dañados por las constantes y duras caídas en los caminos de piedras y chinas,... todo su cuerpo dolorido y fatigado hasta el desfallecimiento por el terror que eligió para morir.

 Y, más aún, junto a su cuerpo su alma entera, inmensa e infinita la amargura interior por la traición y abandono de los suyos, de sus mismos  discípulos, por el desprecio de los de su pueblo, por las burlas y brutalidades de los gentiles y, con todo ello, el misterioso abandono con el que el Dios Padre permite y deja sufrir el alma y el ser del Dios hecho Hombre, el que se pregunta, como las mismas personas en algunas ocasiones, ¿por qué me has abandonado?

 Las buenas gentes de Rincón de la Victoria, las  que hasta aquí acudirán desde todos sus contornos, desde Benagalbón y la Cala del Moral, de la Torre de Benagalbón y de Los Rubios,  de El Cantal y Serramar, de los Millares y de Aguirre, de Los Morenos y de los cerros del Tío Cañas, Los Jarales y Peñas Blancas, de las lomas de la Rosa, El Cortijuelo y Capitanía, de Huerta Villodres, así como de las muchas urbanizaciones que se extienden por todo el municipio, Cotomar, Lo Cea, Los Granados,  Añoreta, Condemar, Bonilla, Los Cerrillos, Campomar…  lugares tanto con denominación de siglos como de nuestros mismos días, pues aquí se hermana lo viejo con lo nuevo y lo tradicional con lo innovador, siendo un pueblo de personas a las que no se les ha preguntado de donde venían pero sí que, si lo se desean, pueden quedarse aquí constituyendo una buena y noble ciudad de y para todos.

 Cientos de personas quedan subyugadas en estos instantes, renovando así su sentir profundo y cristiano, ante Cristo Crucificado y Maria Dolorosa, ante el único Dios Salvador; conciben conmovedoramente, en lo mejor de sus almas, que la única razón que viene a resumir el por qué de la Pasión Redentora de Jesucristo es el amor. El amor inconmensurable e infinito con el que culmina Nuestro Señor sus años de vida en la Tierra.

 María Santísima, aquí en su advocación de los Dolores, la que en Rincón de la Victoria recibe fervorosa veneración todos y cada uno de los días del año en su advocación marinera y celestial del Carmen, avanza con Jesús, con su hijo muerto y yerto en la cruz, y a los sones del himno nacional se producirá el primer gran enternecimiento general. María, al igual que se adelantó en la más generosa e irrepetible de las peregrinaciones de nuestra fe, manteniendo fielmente su unión con el Hijo hasta la Cruz, junto a la cual, cumpliéndose el designio divino, vuelve a mantenerse erguida, sufriendo intensamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, aceptando amorosamente en la inmolación de la Víctima que ella misma había engendrado, sufriendo con ello el dolor más tremendo que al ser humano puede alcanzarle, la de la perdida de un hijo y en esas dramáticas y cruentísimas circunstancias, las más duras, tan sólo comparables, permítaseme, a las de los años de espera y desesperación tras la desaparición de un hijo del que nada se supo.

 Abriéndose la multitud, comenzará el recorrido procesional buscando el mar, el que ya se divisa por calle del Mar,  y Avenida del Mediterráneo arriba, antes de abandonar ésta, a su derecha, proyectándose el Cristo con su Cruz hacia el viejo camino que lleva al Campo Santo, habrá un sentido recuerdo a cuantos partieron de este mundo, con o sin la esperanza cristiana de la resurrección, pues Jesús no se entrega a la muerte por unos cuantos elegidos, sino por toda la Humanidad, es la Nueva y Eterna Alianza que, una vez más, se acaba de renovar.

 No tan sólo en el Campo Santo, no tan sólo en la Eternidad, sino en lo mejor de nuestro corazón se encuentran todos aquellos que en estos veintitantos años se entregaron a esta Cofradía, desde José Sánchez Pacheco, que tan caballerosamente ejerció la labor de jefe de procesiñib en nuestros primeras salidas procesionales, hasta José Carlos Fernández Moreno que con ilusionado entusiasmo juvenil porto a nuestro Cristo en variadas ocasiones, sin olvidarnos de Diego Fernández y del niño Miguelín Rodríguez López, también vinculados a la Cofradía, así como de  Paco Piédrola Orta, rinconero por afecto y familia  y que ocupó este estrado de pregonero con la generosidad que le distinguía, quien ha partido para la Otra Orilla hace tan sólo unos días.

 Por la Plaza de Miguel Cerezo, bordeando el recoleto barrio de Pescadores, tendremos la primera y amplia visión del mar e inmediatamente el primer reencuentro, ya desde el mismo paseo marítimo de Nuestra Señora del Carmen. Cristo se hará el Jesús de la Mar, el que anduvo sobre las aguas y éstas, la aguas, en unas ocasiones volverán a manifestar su devoción y recogimiento con la mayor serenidad,  sabiendo bien del mensaje de amor que nos envió aquel Pescador de hombres, y otras, observando que seguimos sin hacerle caso, mostrarán a su paso cierta turbulencia, intentando despertar consciencias.

 En este punto, el Cristo y la Virgen elevan emocionalmente el encanto que posee este lugar lleno de emotividad, uno de los muchos parajes atractivos de nuestro Rincón. A un lado, el recoleto barrio de pescadores; al otro, la mar con su atracción de siglos; en medio, las acogedoras playas rinconeras, y,  por el hermoso paseo marítimo arriba, hacia los anchos túneles, por recoleto camino, entre el mar y la robusta roca, el rincón más rinconero y encantador que pudiera dedicarse a Nuestra Señora, en este caso, lógicamente, en su advocación marinera y victoriana, sí victoriana, de Rincón de la Victoria, del Carmen. Ahí, donde el mar y la tierra no dejan de acariciarse, está permanentemente esperándonos, escoltada por una viejísima ancla que hubo de surcar los mares con embarcaciones rinconeras, y por la simbólica representación de la barca “El montilla”, bajo palio protector constituido por una red de pescadores, mientras las olas no dejan de juguetear con su interminable ir y venir lleno de vida y sonoridad, acogiendo nuestros ruegos y esperanzas, escuchando nuestras penas e ilusiones en oraciones y visitas, y que esta Semana Mayor, en la misma tarde del Viernes  Santo, seguirá recibiendo la afectividad de cientos y cientos de personas de muy diversos lugares que vienen hasta  aquí a charlar con la Virgen del Carmen.

 Se emprenderá el caminar por el marítimo Paseo y los nazarenos, con túnicas rojas y negras, pasión y dolor, y el llamear de las velas en la noche rinconera y marinera, tendrá como respuesta, no se si por gracia del sentimiento, la imaginación o la realidad, allá, en los inmensos horizontes marinos y nocturnos, de tiempo en tiempo, multitud de luminosos destellos, a los que se irán sumando, desde el infinito firmamento, millones de luceros en la noche recién estrenada, pondrá una vez más en evidencia que aquellos que un día partieron desde la misma mar o desde cualquier otro navegar de la vida, siguen estando muy pendientes a nosotros, en la espera del definitivo retorno.

 Todo esto sucede aquí, entre el mar y la montaña, entre la vida y la esperanza, junto a las de barcas que, sobre nuestras playas, una y cien veces nos recordarán que hay una vida a emprender, si aún no lo hemos hecho, que depende de nosotros mismos, en cualquier momento y lugar, la que haciéndonos mejores cada día, más personas, nos lleva hacia el Dios Supremo, la  del “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

 Es como si aquí la naturaleza, en favor de los hombres, quisiera acercarles más y más al Dios Celestial y, de esta manera, ponerles en evidencia que tan sólo estando cerca de Él, por encima de las vanidades y orgullos humanos, en contra de la injusticia y los abusos, será posible, la auténtica dignidad de las personas y, por ello, la plenitud de la Redención.

 En este paraje de la senda y de la emoción del Viernes Santo,  al contemplar a Cristo y a María Santísima sobre la inmensidad del mar, nos percatamos de como nuestra existencia humana necesita y ha de mantener permanentemente un puente hacia la Divinidad, porque sin referencia o vínculo que nos acerque y una a Dios, sin esperanza, caeremos en los profundos y peligrosos precipicios de los hondos mares de la desesperación; llegando, hundidos y aniquilados ya, a la terrible irracionalidad del no ser, del no sentir, del no palpar ni siquiera en un ápice que Jesucristo nos liberó y nos libera de nuestras propias ataduras terrenas, de la materialidad que condiciona y domina, del consumismo en que ya nos encontramos anclados.

 Jesús, por medio de nuestras conciencias, a cada instante, desde aquél de la Cruz, desde el mismo sublime de la Resurrección, trata de hacernos libres, pero la sociedad y la propia tiranía de nuestros instintos siguen esclavizándonos. No existen otras razones, a este lado del Edén, de nuestra esclavitud terrena, no nos engañemos buscando a diario un sin fin de vanas justificaciones. El hombre es libre por naturaleza, aunque parece ser que no sabe o no quiere ejercer el pleno  señorío de la libertad, por el elevado e incómodo compromiso moral que ello supone, aunque ello no quita para que también, desde nuestra libertad, nos hagamos y le hagamos, desde el sincero sentimiento y, en tantas ocasiones, desde el desconcierto y la impotencia, la pregunta del por qué de tantas injusticias por doquier.

 Y avanzando la procesión por el paseo marítimo, un precioso balcón, junto a calle Domingo Guerrero, rebosante de flores y buen gusto, será una nota femenina más de singularidad al itinerario, como lo son las mantillas, y, más aún, el fervor de las mujeres. Nuevamente, la presencia de las mujeres de Rincón junto a Cristo y María, en el camino del Calvario en el que se convierte en este día nuestra más acogedora avenida y paseo, a los pies de la Cruz, como en aquel mismo Gólgota, vuelve a recordarnos a los cristianos aquel ejemplo de fortaleza de las mujeres.

 La tradición judía, según el Talmud, prohibía llorar por los condenados a muerte, de ahí el valor y la grandeza que pusieron en evidencia  aquellas mujeres que rompieron en llanto al ver a Jesús cargado con la  Cruz: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mi, llorad por vosotras y por vuestros hijos... pues si al árbol verde lo tratan de esta forma, en el seco, ¿qué se hará?”.

 Hacia el Gólgota y en el Gólgota, además de por el discípulo amado, Jesús sólo se ve acompañado por las mujeres, que le siguen y consuelan. Entereza, reciedumbre y piedad de la mujer en esos trances duros y difíciles de la vida de Jesucristo.

 María Magdalena, María de Cleofás, Salomé, un grupo de valientes mujeres que, junto a Jesús y María Santísima Dolorosa, nos hacen intuir con profundidad que la más auténtica de las fidelidades  es la coherencia que dura a lo largo de toda una vida: La fidelidad de María en la Anunciación encuentra su plenitud en la fidelidad que ahora, nuevamente, repite unida e inseparable a la Cruz.

 ¿Cómo ha sido posible que hasta nuestros mismos días, hasta ahora mismo, siga manteniéndose esa inadmisible y bárbara discriminación hacia la mujer? Ya ante la Cruz fueron las primeras en contra de la cobardía de los hombres.

 Llegará la procesión hasta la vieja estación, donde un día pararon los trenes de la vida y la ilusión, y también los del dolor y el olvido, y donde hoy los rinconeros viven gratas horas y acontecimientos. Por ahí, precisamente ahí, donde se une el pasado con el presente, la estación del tren y las paradas de autobuses y taxis, donde hacen todo un hermoso y amplio conjunto la mar, la playa, el paseo marítimo, la estación y su entorno, la plaza y esta parte de la gran avenida, corazón todo ello de la población que se ha convertido en una amplia ciudad sin dejar de ser un acogedor pueblo, conjugación ello de la singularidad de este lugar, la procesión se introducirá en la gran arteria urbana, la que lleva el nombre del mar cercano, por el que navegaron las culturas y comenzó a caminar la propagación del Evangelio, la del Mediterráneo, la que fue camino y carretera y hoy es la calle central, con lo que ello tiene de máximo palpitar, de este Rincón.

 Así, Jesús Crucificado y María Santísima emprenderán el retornar andaluz y rinconero, el que  simboliza el abrazo a toda esta tierra, a sus buenas gentes y a cuantos desde muy diversos lugares hasta aquí han venido por multitud de razones, esta tarde de viernes santo, a vivir la conmemoración de la Pasión y Muerte de Jesús.

 El Santísimo Cristo atrae todas las miradas, todos los sentimientos. Otra vez, el sacrificio de Jesús en la Cruz vuelve, en cada una de estas calles, a seducir a las personas hacia Dios mediante la meditación y el arrepentimiento: Durante el camino hacia el monte Calvario, la  conversión de Simón de Cirene y el llanto dolorido de las mujeres; en  la misma Cruz, la constricción del buen ladrón, la reflexión y el convencimiento del centurión y la autocompasión de la multitud del pueblo.




 Cúmplese de esta manera, en lo material y en lo espiritual, en este Viernes Santo, la profecía: “Cuando sea levantado sobre la tierra,  atraeré a todos hacia Mí”

 En su caminar de partida, Cristo Crucificado y María  Santísima de los Dolores, han ido junto al mar. Ahora, al retornar, al volver a la senda procesional de la Avenida del Mediterráneo, se hacen más terrenos aún, más de nuestros menesteres y debilidades al estar más rodeados de nuestro vivir cotidiano y precipitado por tantos afanes y prisas.

 Aunque el mar, nuestro mar, el de este Cristo del Mar y el de esta Virgen de los Dolores que aquí combina su advocación con la del Carmen y la de la Victoria, nuestra Patrona -todos los sentimientos y caminos que a ello nos lleven, siendo buenos, han de ser respetados y mimados con el corazón y el alma-, seguirá atento a Jesús y María,  asomándose por medio de las callejuelas y pasajes de Chalana, Góndola, Pasaje Nuevo, Plaza del Mercado, Pasaje Nivel, Romero, San Antonio, acercándonos el olor a salitre y el sonar de las olas.

 Avanza por la inmensa vía el Santísimo Cristo, sobre su trono de rosas tan delicada y bellamente colocadas por María Victoria y Antonio de Hilaria, quien además de sensibilidad para la historia la tiene para el exquisito adorno floral; rosas rojas haciéndonos presente la sangre inocente derramada por todos los hombres, y María Santísima de los Dolores, rodeada por los bellos y perfumadores ramos de blancas rosas, naturales alegorías de la grandeza y de la santidad más pura.

 Regresan los Sagrados Titulares al lugar de donde partieron cuando la madrugada está cercana y las estrellas de los firmamentos, en silencio y a solas, pero con sus inmensos resplandores, velan al Hijo de Dios hecho Hombre y muerto en la Cruz.

 Va culminando así, una vez más, con esta presencia material de las imágenes que se transfiguran espiritualmente en cada una de nuestras emociones, afectos e ilusiones de creyentes, el mismo acto sublime de la Redención. Y todo ello en esta tierra, en este cristiano Rincón y en lo primeros años de este siglo veintiuno de la Era de Nuestro Señor, redimiéndonos igualmente de las limitaciones que nos impone el espacio y el tiempo, las geografías y el transcurrir de los milenios.

 Y de nuevo en la plaza de la Iglesia, el bullicio de la multitud, la musicalidad de las marchas procesionales, los sones de las trompetas y los tambores, las andaluzas saetas ahondando los corazones, las mujeres repitiendo su presencia y, con sus mantillas negras, recordando su valeroso y abierto dolor, y, en suma, la devoción que se manifiesta en diversidad de  maneras, probablemente con la mayor reserva, con la oración más callada, o, también, con las más vibrantes exaltaciones a nuestro Cristo Crucificado o a María Santísima de los Dolores, ó a ambos a una.


III

 No olvidemos que hace siglos, en los primeros del Cristianismo, este lugar era población romana bajo la denominación de Vizmiliana, llegó, con el símbolo de la Cruz, el mensaje de Jesús y aquellos ciudadanos vecinos de la Malaca, los que se dice que vivieron la raíz fenicia de poblaciones avanzadas, compartieron aquellos primeros tiempos del Mensaje Evangélico, toda una sorprendente nueva buena que hablaba de igualdad entre las personas y que rechazaba la esclavitud de unos seres humanos por otros.

 Los tiempos trajeron nuevos pueblos y dominadores, nuevas imposiciones religiosas y dicen que hubo épocas en las que la tolerancia permitió la convivencia de creencias muy dispares, hasta que volvieron a enfrentarse y Dios volvió a ser objeto, por la utilización a favor o en contra de unos y otros, de guerra y sangre.

 Volvió hasta estas mismas playas, un día de mayo de hace quinientos veinte años, la Cruz, pero las circunstancias y el pensamiento de la época se imponía y su utilización era guerrera e intolerante, porque la intolerancia del adversario era elemento fundamental de su razón de ser y actuar.

 Cuando faltaban pocos años para que se cumpliesen los cinco siglos de ello, un grupo de malagueños y rinconeros, decidimos que Rincón de la Victoria era el lugar idóneo para venerar una cruz que, con el nombre de Cruz de los Pescadores, cada Sábado Santo, entre la última hora de pasión y la primera de gloria del Domingo de Resurrección, combinando una salida procesional de meditación y exaltación, fuese expresión de nuestro sentimiento y fe hacia el símbolo de paz más importante que han visto los siglos.

 Durante cuatro años, a pesar de no pocas dificultades, logramos aquella conmemoración abierta a todos, con un sentido ecuménico, cristiano en toda su dimensión. Rincón de la Victoria, testigo en la primera salida, participó decididamente en las otras tres, ahí están Juan de Dios Cruces, Rafael Salas y Antonio Belmonte, primeros portadores, y el entonces viejo camino del tren, o carreterilla, se llenó de decenas de personas en torno a una cruz que, velada por cuatro antorchas a la par que por la luna llena y el sonar de un tambor, caminaba pasando sobre los hombres de cuatro personas llamando a la meditación y al recogimiento camino de la antigua estación donde, a la hora del inicio del día de la Resurrección, se levantaba triunfante y abría su blanca red, retornando ya gozosa por la ancha avenida del Mediterráneo hasta el templo.

 Cada Sábado Santo desde entonces he recordado y, con el sentimiento y la imaginación, hasta vivido, todo aquello, esperando que algún día vuelva a revivirse, no a pesar, sino, precisamente, porque los intereses de las personas van, por lo general, por otros derroteros y esto de la fe y del sentimiento religioso, en unos casos, espiritual en otros, haya quedado para tantos como absoleto, trasnochado, cuando mejor.

 En fin, con Cruz de los Pescadores o sin ella, lo indiscutible es que ese permanente acto de Redención de la Humanidad continua con nosotros, en todas partes y en cada día y hora de nuestra existencia: con y en la honradez de nuestras obras y actos, con y en el mayor respeto a la dignidad humana, con y en la mayor libertad y madurez de las conciencias responsables, con y en la menos pasividad y  conformismo ante los abusos de unas personas sobre  otras y, en definitiva, con y en la lucha contra las situaciones de subyugación e injusticia.

 Este es el mensaje de la Redención, de la Salvación de los hombres por Jesucristo. El mensaje que para nosotros tiene uno de sus momentos más hermosos y divinos al contestar Jesús al buen ladrón cuando le pide que se acuerde de él cuando esté en su Paraíso: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Sabe Jesús que los dos van a morir, pero Él es Dios y también sabe que la Redención va a ser factible. Acepta el arrepentimiento del buen ladrón y, afianzando la fe y la esperanza de éste en el Dios Verdadero, le afirma que aquel mismo día, que aquella misma tarde de su muerte terrena, tan solo cuando vuelva a abrir sus ojos, aunque hayan pasado siglos o milenios para la comprensión de los hombres, estará con Él en el Paraíso.

 Por eso se, desde hace ya mucho tiempo, como tantos y tantos de vosotros, queridos amigos y amigas, que sí, que hay una Luz que viene de Oriente y que, subida en las estelas de este viejo mar que baña unas y otras orillas del hombre, llega hasta aquí, hasta este Rincón de la Victoria con resplandores e iluminaciones extraordinarias porque es el reflejo del espíritu de los buenos pescadores, de las buenas personas que agotaron y consumieron su existencia en la tierra o en la mar, entre la vida y la esperanza, y nos contemplan ahora desde la inigualable inmensidad de los Mares Celestiales de las Alturas Divinas.

Muchas gracias.

Villa Yuncler, antigua Bezmiliana, Marzo de 2007.

Andrés García Maldonado