Segundo besamanos de la Virgen de las Angustias



El pasado 15 de septiembre, por segundo año consecutivo, la Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de las Angustias de Alhama, junto con el párroco, Víctor Valero Mesa, organizaron el segundo solemne y devoto besamanos en honor a la Virgen de las Angustias.




La Virgen fue situada en el altar mayor bajo el sagrario de la iglesia del Carmen

 Una vez concluida la eucaristía, se pasó a besar la mano de la Virgen engalanada para dicho acto con hermosos ramos de nardos, también conocidos popularmente como “vara de San José”, una de las plantas ornamentales de gran belleza. Con ellas se ha querido simbolizar la hermosura de Nuestra Señora.

 Los asistentes al acto fueron pasando poco a poco a presentar sus respetos, hacer sus peticiones... momentos en los que se ha podido disfrutar la cercanía con la imagen Nuestra Señora de las Angustias, a la que tanta admiración le procesan los alhameños.



Significado y origen y origen del besamanos

 El besamanos es un acto de piedad (no un acto litúrgico ya que no proviene de los ritos de la Iglesia, sino de la iniciativa de los fieles) que, inspirado en ceremonias de corte que se remontan hasta la antigüedad, es utilizado para representar un acto de profunda reverencia a las imágenes sagradas y, de adoración, en suma, a Dios en la persona de Cristo o de veneración a Su Santísima Madre, la Virgen María.

 A principios del Siglo XX hubo un movimiento grande en la Iglesia sobre la cuestión de la Realeza de Cristo (y por consiguiente de Su madre) que se plasmó en la institución de la Solemnidad de Cristo Rey por el papa Pio XI el día 11 de diciembre de 1925 a través de la Carta Encíclica Quas Primas.

 No necesariamente ligado a este acontecimiento, pero sí en la misma franja temporal comienzan a popularizarse los besamanos y besapiés a imágenes de devoción.

 Parece que el primer besamanos de la historia de las cofradías de Sevilla, al menos, fue el de la Virgen de la Esperanza Macarena, el 18 de diciembre de 1925.

 El colofón a esta trayectoria es la institución de la fiesta de la Realeza de María por el Venerable Papa Pio XII, el día 1 de noviembre de 1954 en su Carta Encíclica Ad Caeli Reginam.