Querido Pepe:
Allí donde estés, existiendo justicia, paz y, por lo tanto, Gloria, Eternidad, estarás. Sabes del cariño y aprecio que he venido teniéndote siempre desde que éramos niños.
Desde aquellos años, ya casi en nuestros primeros cursos de la escuela de don Juan López Villen, la que daba al Paseo de Abajo, entonces Sagrado Corazón de Jesús y hoy Carrera de Francisco de Toledo, teniendo nosotros directamente como inigualable maestro a Agustín Molina Jiménez, siempre querido.
Pronto nos hicimos amigos y, a esa edad, el egoísmo y los intereses no condicionan a las personas, y menos a nosotros, sin darnos cuenta comenzamos a cincelar una amistad que se ha extendido, limpia y hermosamente, durante toda nuestras vidas, hasta que te ha llegado a ti la hora de partir, sin lugar a dudas, para un mundo mucho mejor que éste, que de alguna forma ha de existir tú te mereces en su plenitud.
Has pasado y afrontado la vida como una entrañable y buena persona, en el doble sentido que lo dice el poeta. Siempre dispuesto y atento a ayudar a los que noblemente has podido, fueran o no tus buenos amigos, fueran o no de Alhama o de estas tierras que bien conoces y has recorrido cientos de veces, fueran o no nacionales o extranjeros, fueran o no conocidos o totalmente desconocidos de los que nada sabias,… Siempre te fue suficiente que fueran personas a las que tu observabas una pizca que te llevaba a considerarlos que no podían ser malas personas.
¡Como olvidad tu elevado sentido de la gratitud cuando has sido, lo serás para siempre ya, por mis años, la persona más agradecida, sin decaer, todo lo contrario engrandeciéndose cada vez más, ya durante unos sesenta y tres años, por un gesto que tuve contigo! Todo porque era injusto lo que mantenía otro compañero. Yo, simplemente, como amigo y compañero, no lo aceptaba y creo que actué como debía. Lógicamente, con el pasado de un poco de tiempo, yo lo hubiese más que olvidado porque, en definitiva, venía a ser una cosa de niños, pero tú no, jamás quiste que se olvidase aunque fuese entre nosotros y eso que a esa edad de doce o trece años por tu parte y por la mía dos menos, no tenía la mayor importancia.
¡Qué verdad es que es de bien nacidos ser agradecidos! Tú eras las dos cosas, bien nacido y, por lo tanto, muy agradecido a lo largo de toda tu vida ¿Cuántos cientos y cientos, yo creo que miles, pues hablamos de bastante más de medio siglo, has preguntado con todo cariño por mí? Sobre todo, si iba a ir o no por Alhama “en el próximo fin de semana, o en la Feria, o en el Festival, o en la Festividad que se iba a celebrar, etc. Baldomero, que sabes que os apreciabais mutuamente, ya te lo puede decir donde os encontráis ambos, pero es que aquí, en nuestra misma Alhama, nuestra querida Quety, prima que siempre te ha querido y apreciado, sabe de esa costumbre tuya de tantos años. Que siempre te agradecí.
Cuántos momentos de charlas en ese hermosa Carrera que lleva a nuestras calles, tu Baja Iglesia y mi Llana, cuando íbamos hacia arriba o volvíamos, o nos cruzábamos en direcciones distintas. Nos parábamos y algo comentábamos.
¿Cuántos detalles de efecto y gentileza, cortesía, sí de afecto por ambas partes? Compartiéndolos Mari Carmen, que puedo asegurarte que ha sentido mucho tu marcha y sentido no haber estado, al menos, en tu misa, al igual que mis hijos y hasta mi nieto mayor, Andrés Corsini, así como su padre, mi yerno Rafael, y Carmen Elena y Félix Luis, mis hijos.
Como ya habrás podido observar quizá, desde el lugar que te encuentras, se abarrotó la Iglesia del Carmen, y mira que es amplia, porque muchísimas personas querían estar en tu misa de despedida. Buena señal de lo que siempre he sabido, que se te agradecía y estimaba por los alhameños en general y no tan solo por los vecinos que, éstos, sabíamos muy bien lo bueno que era tenerte por vecino o vivir no muy lejos de tu casa y calle.
Mi nieto que te he mencionado tiene en su biblioteca–estudio, en el lugar que suele ocupar, tu bastón que con tanto cariño le hiciste con los colores de la bandera de nuestra Alhama y , en el fondo de mi escritorio en la biblioteca de la casa, están tus dos bastones, igualmente con las banderas de Alhama, junto a otros cinco más que tienen cada uno una hermosísima historia. Y ahí permanecerán, viéndolos yo a cada instante, en cada momento que vaya, como voy a diario, a escribir o a cualquier otra cosa.
Amigo querido, ya sabes que muchas personas, más de las que te podías imaginar, comenzando por tus hermanas Mari y Carmen, cuanto te queríamos pues, simplemente, el que siembra con generosidad, afecto y nobleza, recibe su elevado reconocimiento, como es la Eternidad, la que comienza con permanecer en las personas que siguen por este mundo en el mejor lugar de sus corazones.
Sí, Pepe, te echaremos mucho de menos allí donde estemos y mucho más aún, es lo cierto, cuando vayamos por Alhama, hasta es posible que de alguna forma te busquemos, en familiares y amigos comunes, pero jamás ni aquí donde vivimos, ni en nuestra Alhama sobre todo, te olvidaremos porque, como amigo y compañero, te tenemos ya en lo mejor de nuestra alma, querido JOSÉ MEDINA ESPEJO.