La imagen alhameña de la Virgen del Carmen (y II)

Cuenta la leyenda que un caluroso día del mes de julio de 1655, exhaustos, tres carmelitas, procedentes de Granada, subían la cuesta de Cacín camino de Alhama, apareciéndoseles un anciano vestido de manto blanco y túnica parda, con crecida barba blanca, el que les hizo pasar a su choza y aliviar sed y hambre, hasta que se quedaron dormidos.

 Mi bisabuela Francisca Prados Calero, que tan orgullosa estaba del oratorio que tenía dedicado a la Virgen del Carmen en su casa de la calle Enciso, del que hablábamos en nuestra sección de la pasada semana de “Volver al ayer”, como nos contaban Manolo Castillo Velasco y mi tío Paco Maldonado Velasco, tenía por costumbre el que cuando algunas personas, familiar o no, la visitaba la pasaba al oratorio y, a aquella que no la sabía, le sintetizaba la leyenda de la Virgen del Carmen de Alhama.



 Que gran parte de los alhameños de la época sabrían de la leyenda ya que la imagen se encontraba en el lugar tan visible de la Iglesia del Carmen. Estándolo desde que la donó Manuel Castillo en el lugar tan privilegiado del altar mayor como es el camarín que lo preside. Al igual que sabían de la construcción del convento de los Carmelitas al que pertenecía dicho templo.

Precioso manto de la Virgen del Carmen

 Leyenda que recogió en su libro “Recuerdos marianos” “Alhama y su Madre” el sacerdote Federico Antonio Sánchez de Gálvez, publicado por la Academia Bibliográfico-Mariana de Lérida, publicado en Barcelona, en septiembre de 1864, cuando Francisca Prados Calero tenía seis años y, precisamente, escrito por quien hubo de ser durante muchos años su párroco. El citado sacerdote, que fue párroco de Alhama durante bastantes años, nombrado cura propio de la ciudad “por su S.M. la Reyna (Q.D.G)” en enero de 1859, cuando ella sólo tenía meses.

 Si no leyó dicho libro, si estoy seguro que mi padre le relataría algo del mismo y, más exactamente, sobre todo, le reiteraría la leyenda de la Virgen del Carmen, ya que años antes de morir mi bisabuela, recogía en sus “Anales de Alhama”, unas breves notas, entre otras varias fuentes de distintos autores, especialmente del referido libro -como bien indica- sobre la Virgen del Carmen, que, en lo referente a la leyenda de esta advocación mariana en Alhama, concretamente dicen lo siguiente:

Vista lateral de la imagen en su camarín del Carmen

 “1555.- Caluroso día del mes de julio en que venían de Granada, por orden de su prior, tres carmelitas subiendo la cuesta de Cacín, en la cual, apareciéndoseles un anciano vestido de manto blanco y capa parda, cuyo rostro tenía larga barba, el que les condujo a su choza en la que aplacaron su sed y quedaron dormidos.

 Despertaron dentro de la ciudad, en casa de unos caritativos señores, los que les explicaron que la noche antes, ya bien avanzada la hora, se presentaron con ellos un anciano y una joven dama muy bella, rogándoles que les recibieran, pues eran hijos del primero y hermanos de la joven, y que venían a fundar un hospicio, y preguntados quienes eran respondieron ser el profeta Elías y la Virgen del Carmelo, en cuyo momento desaparecieron. 

 Hecho tan extraordinario movió a devoción al dueño de la casa que cedió sus bienes y tomó el hábito. Dichos bienes son los que han venido correspondiendo y llamándose cortijo de San Elías, en cuya pared estaba el escudo del Carmelo. Del Santo profeta existía una imagen en la Iglesia del Convento y en cuanto a la joven tuvo su altar en el mismo templo, bajo el nombre Señora del Consuelo.”

 Federico Antonio Sánchez de Gálvez, en la década de los sesenta del siglo XIX, años de la infancia y niñez de Francisca Prados, concluía su historia sobre la Virgen del Carmen y su templo con estas palabras: “El gobierno de 1846 dio el Monasterio al municipio y el templo a la Iglesia Mayor para ayuda de la parroquia. La virgen conservaba, merced a tantos esfuerzos, su alcázar y su culto, y recibía las preces de los alhameños a su histórico título del Carmen”.

Una vista más dentro de su camarín

 Así fue hasta que en los años treinta del pasado siglo España viese como sus hijos llevaban sus diferencias y pasiones, hasta entonces contenidas durante años, a creer que podían resolverlas con la intransigencia, la imposición y las armas y lo único que se consiguió, en definitiva, fue abrir una honda y tristísima brecha entre los españoles, que supuso también incompresiblemente –además de mucho derramamiento de sangre-, las lamentables actuaciones de destrucción total o parcial de incontables obras de arte, entre las que tuvieron que contarse la Iglesia del Carmen y la misma histórica imagen de Nuestra Señora del Carmen.

 Por fortuna, de muy diversas formas y en tantas ocasiones superándose la misma dictadura franquista en contados aspectos, durante y después de ella, en alguna medida fue transcurriendo aquel triste tiempo del que los menores no teníamos ni idea de mucho de lo que pasaba. 

 La Iglesia del Carmen, tras su abandono total y su uso como almacén de maquinaria sin que nadie lo evitase, gracias a la labor de tantos alhameños encabezados por el párroco Francisco Carmona Lizana volvió a abrirse al culto y a la hermosa relación de valores artísticos actuales de nuestra Alhama y, en este caso, muy especialmente gracias al deseo y la decisión del nieto menor de cuantos tuvo Francisca Prados, Manuel Castillo Velasco, la Virgen del Carmen volvió al templo que era el suyo históricamente, y, con el paso de los años y los avatares del tiempo, poder ser así adorada por muchos y contemplada por todos: “Porque ha quedado bellísima, toda una preciosidad, tan hermosa en su camarín de nuestra Iglesia del Carmen” nos decía en 1996 y repite ahora , dichosa y desbordante de satisfacción Beatriz Hinojosa Muñoz, esposa y compañera de ilusiones y esperanzas durante toda una vida, desde que eran unos mozuelos de pocos años ya novios formales, de Manolo Castillo, fallecido el mismo día que comenzábamos los actos del IV Centenario de la Llegada de las Clarisas a Alhama y la Virgen de las Angustias, otra de sus devociones, era traslada al Convento de San Diego para permanecer en el mismo durante un mes. Hasta esa fecha, nuestra Patrona, que había permanecido en los templos de la ciudad como el suyo propio de las Angustias, el mayor de Santa María de la Encarnación y ahora en el de Nuestra Señora del Carmen, no había estado jamás.

Nuestro hermoso templo del Carmen

 Es emotivamente curioso el observar y sentir como a lo largo de la vida, se dan ciertas coincidencias. Por ejemplo, en torno al tema que tratamos de la Virgen del Carmen y de su templo, cuando tras tantos años de abandono se consiguió recuperar bien meritoria y acertadamente la iglesia del Carmen, volviendo a abrirse al culto en el año de 1996, precisamente cuando se cumplían ciento cincuenta años de que esta iglesia alhameña se “salvase” como tal, al ser cedida definitivamente por el Estado a la iglesia parroquial: por un lado un insigne y destacado historiador del Arte, como es el eminente profesor Lázaro Gila Medina -un enamorado de Alhama y “Premio Alhama a una gran labor” así como Diploma de Honor del Patronato de Estudios Alhameños”-, junto con su eficaz colaborador Manuel L. Peregrina Palomares –también reconocido por el Patronato- concretaba como se llevó a cabo la fundación y construcción del convento con todos sus pormenores, resolviendo definitivamente importantes lagunas que al respecto existían en el orden documental-histórico y completándose otras importantes aportaciones históricas que, en relación a este convento y templo, se llevaron a cabo, como fueron, entre otras varias, las de Manuel Melguizo Santander, que publicó varios artículos al respecto en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, y, por otro lado, a la par de todo esto, no tan sólo de una forma material, sino también espiritual para los católicos alhameños, retornaba al templo una imagen de la Virgen del Carmen.

Francisca Prados Calero y su nieto menor Manolo Castillo Velasco

 Y aunque decimos que volvía en lo espiritual, en lo que a la advocación se refiere, también se da el emotivo hecho material de que lo hacía con el bello manto que tuvo la anterior imagen, el que fue afortunadamente muy cuidadosamente conservado por María Luisa Martel Velasco, nieta del coronel Santiago Martel Martel, el que tan heroica actuación tuvo la noche del 25 de diciembre de 1884 con ocasión de los Terremotos de Andalucía en Alhama, donde se encontraba pasando la Navidad, poniéndose a las órdenes del buen alcalde Pedro Negro y dirigiendo prácticamente él todas las primeras actuaciones durante toda aquella noche de salvamento y protección a los habitantes de Alhama. Manto que las amorosas y sensibles manos de la buena y apreciada Carmen Jiménez Espejo colocaron con ternura y primor a la imagen.

 Al escribir estas líneas, en las que me estoy permitiendo la licencia en la que los datos históricos se relacionan con vivencias familiares y personales -¡Ay de aquél que sea capaz de mantener siempre sus sentimientos en silencio!-, al hablar de Manolo Castillo, Beatriz Hinojosa, Carmen Jiménez, mi tíos Paco Maldonado, Cristóbal Velasco Prados, Manolo Velasco Prados, etc., y algunas personas más a las que hago referencia, no quiero desaprovechar la ocasión para efectuar una rectificación que hace muchos años deseo reafirmar.

 Creo que tendría veinte o veintiún años cuando mi inolvidable amigo Paco Pérez, Francisco de Paula Pérez Morales, siempre querido y presente en lo mejor de la memoria y el corazón, entrañable amigo durante muchos años conjuntamente con Miguel Ramos Espejo, casi inseparables los tres en variadas épocas desde la niñez, al dedicar su amplio local del “Rinconcillo” a una especia de discoteca, me pidió que le eligiera unos poemas para, con grandes letras, escribir en las paredes del centro de ocio que ponía en marcha… Una de las poesías seleccionadas y que se plasmó en una de las paredes más visibles fue esta: “Siento compasión de las cosas, / del roble, del perro/ y de la persona sin hijos, /un día serán hueco de nada”.

 Jamás he olvidado que una de las primeras personas que visitó el lugar en su inauguración fue, y leyó estos versos, la gran persona querida por todos Carmen Jiménez con su esposo.

 ¡Qué equivocado estaba! ¡Qué inmensos llenos han dejado y están dejando, para siempre todos los mencionados y muchos más! Comenzando la Eternidad que les corresponde por sus obras y bondad hacia todos los demás.

Vista interior de nuestra bella Iglesia del Carmen

 En fin, en mi familia, por ambas partes, siempre ha habido una gran relación con la Virgen del Carmen, y si nos referimos a su festividad, además se da en la actualidad que mi mujer y mi hija son María del Carmen y Carmen Elena. En la ciudad que vivimos, Rincón de la Victoria, el Día del Carmen es, sin lugar a dudas, el más grande y festejado de todo el año ¡Y de qué manera! A mi madre se la inculcó esta devoción carmelitana su querida abuela Francisca y, además, es que Alhama esta advocación va detrás creo de la de la patronal de Las Angustias.

  Por parte de mi padre, la patrona de su pueblo, Yuncler de la Sagra en la provincia de Toledo, junto a Illescas, es la Virgen del Carmen, así existe una hermandad de la misma que organiza estos días las fiestas patronales de una forma muy especial. De cómo las celebraban en su niñez y juventud toda su familia durante todo el día y hasta altas horas de la madrugada, nos lo contó más de una vez.