“¿Cuál es el juicio que tiene sobre Alhama el forastero? ¿Cómo piensa de la ciudad? ¿Qué opina de ella, de su paisaje, de sus gentes…? Uno, que es medio alhameño y otro tanto de fuera; uno, que ha vivido varios años la vida de Alhama y de sus moradores; uno, que ha conversado con los extraños acerca de esta ciudad, de sus costumbres, de su cultura, de su Historia, es quien se atreve a dar un juicio lo más exacto posible de la opinión que de Alhama tiene la gente que la visitó.
…El carácter de las gentes de esta tierra corresponde fielmente a su origen. Ante todo, su principal cualidad -que es a la vez defecto- es la altivez. Proviene lógicamente por su parte de origen norteño sumado a su rango militar y aristocrático. De esta forma de ser deriva una gran virtud a la vez que un claro defectito. Su virtud por excelencia es la cortesía, la seriedad, al mismo tiempo la amabilidad, no tan alborotada como la del sevillano o el gaditano, pero quizás más pura, menos afectada. Su defecto vital es la poca estabilidad en muchas de sus actuaciones.
Pongamos un ejemplo: el alhameño es trabajador de verdad, pero trabaja a su manera, un poco anárquicamente, sin dejarse aconsejar o dirigir. Se vislumbra su carácter guerrero, militar, indómito…
Por otro lado, las gentes de Alhama son en extremo hospitalarias. Atienden con gusto al forastero y llegan a hacer amistad con él, máxime si frecuenta sus visitas a la ciudad. En eso son diferentes de casi todos los granadinos, muy metidos en sus lares y con ganas de pocos amigos de fuera… Otras muchas grandes cualidades poseen los alhameños: gran inteligencia, imaginación sobrante -¡muy andaluces en eso!-, acento suave y de mejor todo que el de sus vecinos malagueños y granadinos, etc., etc.”.
Esto lo publicaba en septiembre de 1965 un jovencísimo periodista e ingeniero de Montes que llegó por primera vez a Alhama el día 30 de junio de 1962. Hará mañana exactamente 60 años, se enamoraría de Alhama y a la par de una apreciada y singular alhameña como siempre fue la inolvidable Juanita Morales Mijoler, convirtiéndose así con el tiempo en un alhameño ilustre y entregado de nuestra Historia. Sí, me estoy, no refiriendo, sino entrando en una singular, fructífera y ejemplar vida que, aunque cortada cuando contaba tan sólo 50 años, estuvo dedicada en gran, inmensa, medida a Alhama: JOSÉ LUIS DE MENA Y MEJUTO, con el que tuve la suerte de cruzarme y quedar para siempre unidos en amistad y afecto. Al que yo, hasta el último día de mi vida, tendré gratitud y respeto, pues influyo positivamente y en un principio decisivamente en todo lo mejor de mi larga vida.
Curiosidades de la vida, antes de entrar a fondo en por qué llegó hasta aquí y ya no se desvincularía jamás, ni vivo ni muerto, de esta ciudad y tierra, donde tanto quiso y se le quiso y quiere por parte de cualquier persona que tuviese la suerte de tratarle mínimamente, resulta que aquel sábado cuando llegó a Alhama, por la mañana, unos novios con todo su séquito tras ellos, una vez celebrado el enlace matrimonial en Santa María de la Encarnación, le llamaron la atención por la costumbre de ir en comitiva novios, padrinos, familiares e invitados. Resultó que, entre tanta gente iba la que sería el amor de su vida, pues la novia de era hermana Matilde de Juanita que acaba de contraer matrimonio con el joven médico Antonio Pastor Fernández, de tan grato recuerdo para todos y después uno de los tres mejores amigos de mi vida. ¿Quién le iba a decir a José Luis que se trataba de quienes iban a ser sus cuñados? Y, con ellos, de toda su familia por parte de su mujer a la que tanto quiso y supo respetar con la educación que le distinguía, desde sus suegros Miguel Morales Palazón -ex alcalde de Alhama- y Juanita Mijoler Urbano, todos los hijos y parejas e hijos de cada matrimonio.
Como tan excelentemente ha investigado y publicado el buen periodista y amigos Gabriel Pozo Felguera, en un trabajo titulado “Los excelentes universitarios pogres del SUT que vivieron a “revolucionar” a los analfabetos de la Granada profunda”, en el periódico digital “El Independiente de Granada”, el 28 de marzo del pasado año, en aquél año, en pleno franquismo, siendo especialmente elegida la provincia granadina, universitarios con inquietudes muy solidarios se desplazaron hasta aquí para alfabetizar a los analfabetos del campo, a los jornaleros, lo que al poco tiempo no fue del agrado de todos los agricultores y menos de los que ejercían el caciquismo, pues, personas como José Luis de Mena, con delicadeza pero con la contundencia que le caracterizaba, supieron aprovechar, al ver las injusticia en que vivían estos sectores sociales, a enseñarles sus derechos y abrirles mínimamente la visión para que, al poco tiempo, tras aquello, en aquellos mismos años comenzasen a buscar un nuevo futuro emigrando en busca de mejorar sus vidas. El denominado Sindicato Universitario Español (SEU), con muy sobradas y lamentables razones, eligió nuestra provincia para comenzar su Primera Campaña de Alfabetización Nacional 1962-63, y, procedentes de toda España, especialmente de Madrid, también de la misma Granada, seleccionó a 528 universitarios y los distribuyó en nuestra provincia, muy concretamente en sus dos extremos las comarcas de Loja, Montefrío y Alhama, por un lado, y la de Huéscar y poblaciones de esa zona, por otro. Era donde había mayor porcentaje de analfabetismo en el medio rural en personas mayores de 14 años.
Concretamente, la media de analfabetos en España a partir de la edad indicada era de un 15% de la población total y en la provincia de Granada, como nos dice Gabriel Pozo, subía y hasta superaba el 25%. Sobre todo en pedanías y cortijos era gravísimo el problema, ya que en algunas llegaba al 90%. Estos voluntarios cubrirían dos turnos, unos estarían hasta el 8 de agosto y, el otro, hasta pasado mediados de septiembre. Convirtiéndose todos ellos, además de en maestros de primeras letras y números, en nobles amigos de estos jornaleros, en verdaderos trabajadores sociales, consejeros y gestores.
La distribución de la atención de alojamiento y alimentación de estos maestros voluntarios y heroicos, José Luis sin lugar a dudas lo fue en todo momento, como me cuenta María del Carmen Espejo Espejo, que sabe también de entregas y valores humanos, siendo ejemplo de ello, fue entre los concejales y alhameños con posibilidades que los aceptaron. José Luis tuvo una enorme suerte, como el mismo afirmó siempre y afirmaría cualquier persona que le hubiese tocado la familia constituida por aquellas dos excelentes personas que eran Salvador Espejo Guerrero e Inés Espejo García y la totalidad de sus hijos. Mari Carmen, apenas una niña de diez años, si no me equivoco, recuerda el sentido de observación y, sobre todo, el de la comunicación y cordialidad que tenía José Luis con todos y, más aún, con los más desfavorecidos. Por ejemplo, pidiendo que se le tratase igualmente que a todos los miembros y trabajadores de la casa, que eran muchos y suponía un gran ajetreo, y que siempre fue norma de la misma ser bien tratados, pero simplemente por su carácter de forastero y joven universitario se le brindó la posibilidad de que si deseaba comer aparte de todos ellos no había la más mínima pega, a lo que no accedió. Mari Carmen recuerda también la gran impresión que causó a José Luis el constante funcionamiento de la “máquina cosechadora” que Salvador Espejo tenía situada en la zona de los Remedios, siempre funcionando hasta la finalizaba de la recolección, la que ya con los años fue sustituida por las cosechadoras propias de cada cortijo. José Luis cada vez que volvió año tras años, a las sucesivas Campañas de Alfabetización eligió la casa de Salvador e Inés, por algo sería y él jamás fue nada materialista.
Pocos días antes de su llegada, el 24 de mayo de aquel 1962 presidía su primer pleno municipal el nuevo alcalde, Francisco Jiménez Zambrano, tras dimisión obligada del todopoderoso Jerónimo Castillo Prados, constituyendo la Corporación Municipal : Emilio Fernández Castro, Luis Morales Mijoler, Álvaro Molina Guirado, Fernando Aranda Rodríguez, Francisco Crespo Benítez, Francisco Castillo Morón, Salvador Espejo Guerrero, Ricardo López Maestre, Diego Rivera García, Emilio Castillo García, Eduardo Raya Mijoler y José Ariza Castañena; secretario general Antonio Tastet Díaz, ilustre jurista y excelente abogado, e Interventor José Henares García.
Lo que no se imaginaba José Luis aquel día de hace sesenta años en que llegó con sus amigos de la Universidad Complutense Cristina Almeida, entonces estudiante de Derecho, y Josele, José León, periodista, es que Alhama y una alhameña se vincularían para siempre con él. Era hijo de Manuel Mena Sanz y de Concepción Mejuto Araque. El primero, nacido en Aranda de Duero, Burgos, hijo de militar oriundo de la malagueña Ronda, aunque lo trasladaron a Madrid, cuando tenía 14 años el niño, de donde se sentía y desarrolló su vida profesional en el Ministerio de Agricultura, sin dejar sus vocaciones de pintor y escritor de calidad. Tanto vocacional como profesionalmente fue reconocido a los largos de su vida hasta el punto de serle concedida la Medalla de Oro al Mérito Agrícola, el Premio Nacional de Bellas Artes y, entre otros muchos, incluido hasta el del Certamen Literario de Alhama, el “Premio Miguel de Unamuro” de Literatura. Su madre, descendiente de gallegos, nacida en Madrid de padres de A Coruña, siendo él también ingeniero. Se casaron terminada la Guerra civil, naciendo José Luis el 28 de marzo de 1940 en Madrid.
Ya desde sus primeros años le atraía sobremanera escribir cuentos y, además, siguiendo al padre, los ilustraba. No olvidemos que don Manuel Mena, además de todo lo indicado y de los mucho que queda por publicar de él, era dibujante ni más ni menos que de la revista “Blanco y Negro”, de la Casa de ABC de los Luca de Tena, la más importante o al menos reconocida de la época por su nivel cultural, literario y de sociedad. Dicho de otra manera, de casta le venía ya al galgo.
Aparte de sus estudios y vocaciones, José Luis fue jugador de balonmano del Atlético Madrid, tratando igualmente el periodismo deportivo, en política tuvo su modesta aportación con generosidad y pensando en el bien común.
Por influencia familiar más que por vocación, como siempre comentó, comenzó los estudios de Medicina, pero ya en el segundo curso los dejó, “No estaba preparado para meterse en Hospitales y, menos aún, con lo dinámico que era para dedicarse a atender y curar enfermos”. Le encantaba el campo, en todos los sentidos, y escribir, por lo tanto, se matriculo en ingeniería de Montes, que concluyo con buenas notas, y poco después en Periodismo que terminó en 1964. Lo primero en la Universidad Complutense -desde ahí fue seleccionado para lo de la Campaña de Alfabetización- y en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, entonces no existía la Facultad de Ciencias de la Información de ningún tipo, la creo la Ley Fraga en 1967 y hasta septiembre de 1971 no se llevó a cabo la regulación de estos estudios universitarios con Facultad propia, realizándose los de periodismo en las Escuelas de Periodismo de Madrid, creada en 1940, la de la Iglesia posterior como las de Barcelona y Navarra.
Lo de Juanita, ya su principal razón de estar en Alhama, aguantando todo lo que siempre hemos tenido que superar los pretendientes de alguna chiquilla en esta tierra, “no podía ser eso de llegar y topar”, la chavala se centraba en la fila de las amigas formando una cadena que distanciaba a la joven haciendo difícil que el joven pudiese hablar con ella. Fuera él de la tierra o no, el consejo que existía en general y que hizo algún noviazgo imposible, aquello que advertían padres y familiares de que “la chiquilla si comenzaba a consentir la relación y el noviazgo luego no cuajaba o se rompía por cualquier causa, lo cierto, es que ella se quedaba para vestir santos”. No le demos vueltas, el machismo en nuestro pueblo, en este orden de cosas, ha estado también muy en vanguardia. Por lo tanto, las mujeres, aunque les agradase el constante pretendiente tenían que disimular que a ellas nada de nada, no les interesaba. Eso sí, hasta que lo tenían bien decidido y atado.
Como correspondía José Luis comenzó a trabajar como periodista y a venir a Alhama cada vez que le era posible. Su primer destino periodístico fue al diario “Mediterráneo”, de Castellón, y ya comenzó a ir bajando acercándose para Granada ó Málaga. Su segundo periódico fue el “Diario Sevilla”, todo esto además de llevar corresponsalías y colaboraciones, muy especialmente en temas del campo que tan profundamente se conocía y tan acertadamente los trataba, para revistas y diarios que le dejaban un poco más para su ajetreada vida de ida por cualquier parte de España y Alhama siempre. Así recuerdo sus colaboraciones en el magnífico diario madrileño de presencia e impresión “S.P”, primer periódico a todo color e impreso en papel satinado, que a todos atraía y que no llegó a durar dos años, por su coste en mantenerlo, pero donde ya comenzó José Luis a escribir de Alhama y ponerla siempre por la nubes, como hacía en todo diario o publicación que se le ponía a tiro para hablar de cualquier aspecto de esta tierra, comenzando por su bella, monumentalidad, historia, cualidades turísticas, etc.
Creo que fue cuando en 1965 Antonio Pastor, teniente-alcalde presidente de la Comisión de Fiestas, además de nombrarme miembro de la misma, me publicó mi primer artículo en el buen programa que se hizo para la Feria de Septiembre, donde José Luis escribió su artículo “Alhama, en opinión de los forasteros” -al que pertenecen las palabras que abren éste-, cuando me distinguió con su amistad, a pesar de los ocho años de diferencia, y no dudando en comenzar a darme consejos y a enseñarme periodismo, fue cuando yo comencé a hacer las veces de cronista irregular de los diarios granadinos “Ideal”, “Patria” y del semanario “Hoja del Lunes”. Guardaba lo que iba publicando sobre Alhama en especial, y él, cuando venía por Alhama, creo que dos veces, al menos, al mes, me dedicaba un tiempo y me aconsejaba sobre lo que podía estar bien, lo regular y lo que mejor no hablar y por qué.
A inicios del año de 1967, es uno de los elegidos para formar parte de la redacción del prometedor diario “Sol de España”, que saldría en pocos meses, con sede en Marbella ya que en Málaga se le había prohibido porque el falangista Francisco Sanz Cagijas, director del periódico del Movimiento “Sur”, con potentes influencias a nivel nacional, había conseguido que en esta bella capital con dos periódicos, el indicado y el vespertino “La Tarde” que estaba subyugado al otro, tenía bastante y nadie le iba a agriar lo bien que iban sus vidas sin competencia de periódico alguno.
Una vez en Marbella, José Luis me propuso llevarme con él. Lo que no dude un instante, por supuesto por ser quien era y además porque mi ilusión de entrar en “Ideal”, donde publicaba bastante, más como un colaborar local de Alhama que cualquier otra cosa, tardaría al haber cola para ello y advertirme Santiago Lozano, su director, que, aunque me tenía presente podrían pasar meses y meses.
El 27 de marzo de 1967, Lunes Santo, precisamente con quien con los años sería para siempre tan entrañable y querido amigo, Baldomero Pardo Ruiz, a indicación del padre de mis amigos Antonio y Miguel Ramos Espejo, Antonio Ramos Vargas, me llevó a las seis de la mañana al mismísimo corazón de Málaga, desde donde partían los denominado “Portillos” para toda la Costa del Sol Occidental y, por lo tanto, para Marbella.
Allí estaba José Luis esperándome en la mismísima estación para llevarme a la redacción de “Sol de España” para hacerme una prueba que había que superar, adelantándome que si lo conseguía no nos quedaríamos en Marbella, ya que había sido ya designado para ser el redactor-jefe en la delegación del periódico en la misma capital. Lo que lógicamente nos alegraba, y no poco, a los dos. No sólo que estábamos más cerca de Alhama y había mejores comunicaciones con ésta, sino que además era más económica la ciudad para vivir.
Al seguir en Tánger dirigiendo el prestigioso periódico “España” el célebre ya periodista Eduardo Haro Tecglen, designado director del nuevo periódico, quien era ya subdirector de “Sol de España”, José Grondona López, un periodista bien veterano por edad y preparación y, lo cierto, con una cara que no invitaba a confiarse o verlas fácil, lo primero que hizo fue mandarme a una gran “Underwood” que tenía en una mesita junto a la suya en su despacho y comenzó a hablar sin ni siquiera decirme escribe. El texto que dictaba eran una serie de preguntas que, a mi criterio, tenía que contestar sin esperar indicación alguna más y hacerlo lo más periodísticamente posible. No salió mal, observó detenidamente lo escrito y lo dejó sobre su mesa y creo que dijo algo así como que de máquina y ortografía parece que no está mal. Y José Luis, dándole cordialidad al ambiente, manifestando que sí los nervios, esto o aquello, que la misma máquina no era como lo que yo usaba -la de mi padre, una Olimpia-, etc. Hasta que Grondona dijo: “José Luis, ¡déjanos solos!”
Ante esto, pensé que me parecía que iba a ser más difícil de lo que me imaginaba. No fue así, se limitó a hacerme muchas preguntas sobre mi vida, estudios, lecturas, cursos o actividades periodísticas, trabajos publicados, gustos en la actividad periodística y hasta vocación cultural de mi familia. Yo sabía que había estado en el “España” de Tánger y entonces, no sé como lo hice, pero lo hice, le lleve a lo que recordaba de lo que mi padre, ya muerto nueve años antes, nos había contado sobre estas ciudades del norte de Marruecos. Al final, llegó la cordialidad y llamó a José Luis al que le dijo que yo ya me podía ir y que comentaría con él mi función en el diario que se esperaba publicar en poco tiempo.
Estuve esperado a José Luis menos de media hora de conversación que mantuvo con el subdirector y cuando salió sonriente me dijo que si me apetecía un refresco o algo, le dije que un vaso de agua me vendría bien. “Andrés, todo mejor de lo esperado, te vas a venir conmigo a Málaga, donde he sido nombrado para redactor-jefe, ahora vuelves a Granada y te incorporarás inmediatamente salga el periódico en la misma Redacción de Málaga conmigo, no creo que tardemos más de un mes”.
Gracias exclusivamente a José Luis de Mena, lo que jamás he olvidado ni olvidaré hasta mi último aliento, “Sol de España” se convirtió en el mejor puente de mi vida y lo que me dio la posibilidad de convertirme en malagueño sin dejar de ser en igual medida alhameño, a partir de aquel 3 de mayo -Día de la Cruz en Granada- que me incorporé en Málaga, en su céntrica calle Liborio García, a la Delegación de Diario “Sol de España”, hace ya la friolera de 55 años, toda una vida.
José Luis, con aquella cordialidad, buena disposición y gran preparación que tenia, pronto se hizo amigo de toda clase de autoridades, representaciones y malagueños de toda condición, recibiendo el respeto de todos ellos y, por supuesto, el del personal que estábamos bajo sus órdenes: Paco Cañeta, Manuel de Lucas, Domingo Álvarez, Antonio Cañete, José Luis Alcázar, Francisco Carmona, Eugenio Griñán, Enrique Rincón, Luis Grondona, hermano del subdirector, y quien esto escribe, además de los colaboradores y corresponsales que fue consiguiendo, aunque era él el primero que, acabada la larga jornada de la mañana, tras un almuerzo a base de tapas, de no haber algo importante por la tarde, se iba a los distintos pueblos, casi siempre le acompañaba, lo mismo a hacer un reportaje como a conseguir un corresponsal.
“Sol de España” había nacido con dificultades, propias y ajenas, por el temor que le tenían los medios del Movimiento, y no andaba que digamos libre de problemas. Los que superaba y conseguía que, en algunos casos, aunque fuese el periódico menos vendido, era el más leído por aquello que en bares, barberías, peluquerías y otros centros se hacía cola para “echarle un vistazo”.
Lógicamente, el sueño de José Luis, más el de él y Juanita que ya tenían decido casarse lo antes posible, era el de afianzarse laboralmente. Con sus buenas relaciones y el aval de su valía y aprecio como periodista y persona, le valió que el redactor delegado de “Ideal” en Málaga le pusiese al día de que se iba a jubilar y pensaba proponerle como delegado si quería. Se trataba de Ángel Conejo, buenísima persona que había tenido una amistad excelente con el mismo cardenal don Ángel Herrera Oria, hasta hacia poco obispo de Málaga.
En aquellos años “Ideal”, como Diario Regional de Andalucía Oriental, no había quien pudiese con él. En la misma provincia malagueña vendía miles de ejemplares y en casos como Antequera era sorprendente, por ejemplo cuando “Sur” tuvo que enviar a uno de sus mejores periodistas como delegado-corresponsal, Paco Lancha Domínguez -años después enamorado de Granada cuando consiguió poner en marcha y dirigir “Granada 2000” de Prensa Malagueña, del mismo “Sur”- del diario malagueño los antequeranos adquirían 7 ejemplares –y unos 50 gratuitamente como periódico del Movimiento- y del granadino se alcanzaba la cifra diaria de 800. Eso sí, se decía que es que “Antequera es más granadina que malagueña”, y no que “Ideal” era el mejor periódico de todo el Sur español.
Además había montado una fabulosa redacción en la céntrica calle malagueña Trinidad Grund con toda clase de últimas novedades para una redacción periodísticas de las mejores del país. Ángel Conejo, jefe de Prensa del Ayuntamiento también, “El Bueno”, como le llamábamos José Luis y yo por lo cordial y atento que era en contraste con otro Ángel Conejo que era el jefe de otro servicio municipal y cualquiera le pedía algo por la cara que te ponía, aunque nunca le calificamos como “El malo”, sólo “Ángel Conejo 2”.
Periodísticamente nos despedimos y aquella misma tarde ya estábamos ambos dándonos el número de los Ciegos, como decíamos, a las nueve de la noche, para enviarlo a nuestras respectivas redacciones, entonces el sorteo era por provincias. Cuando yo no estaba en la redacción de la delegación de “Ideal”, el estaba en la de “Sol de España” y, después, a cualquier acto o compromiso oficial quedábamos para cubrirlo juntos.
José Luis y Juanita contrajeron matrimonio el 6 de noviembre de aquel 1967, y tuvieron tres hijos, Juanita, José Luis y Concha María, excelentes personas y como decíamos antes, de concretos buenos palos tales astillas, cariñosos y respetuosos, con la gran educación que desde la misma cuna supieron darles a los tres sus padres y con los valores que ya les aportaron e inculcaron sus abuelos paternos y maternos a sus amados padres.
José Luis en Málaga desarrollo una gran labor, no tan sólo periodísticamente, también a favor del campo y de los pueblos con más problemas. Además, tuvo siempre tiempo para las actividades culturales, benéficas, sociales, etc., siempre altruistamente. Cuando en 1970 me fui a la mili, se hizo cargo de las jefaturas de Prensa tanto de la Asociación de Amigos de la Universidad de Málaga como de la Peña Malaguista, la entidad de cultura popular más importante de la provincia. Además de recomendarme, ni más ni menos al mismísimo jefe de la Casa Militar de Franco, el teniente general Joaquín González Vidaurreta, el que habíamos tratado como gobernador militar de Málaga y segundo jefe de tropas de la IX Región Militar, que tras pasar por la capitanía general de Valencia, fue designado para el indicado cargo junto al Jefe del Estado, a quien le recordó que yo era el redactor que cubría también el Gobierno Militar por “Sol de España”. La recomendación no se hizo esperar y, además de pasar de Plasencia -donde se me iba a destinar- a Madrid, la mili sinceramente se hizo más que leve, como recordará mi buen amigo alhameño Paco López Moldero con quien compartí cuartel y regimiento.
Cuando volví, José Luis me pidió que volviese a hacerme cargo, con un gesto de gran amistad y generosidad, de las jefaturas de Prensa que antes había tenido, alegando que además tenía alguna más de importantes instituciones malagueñas, Círculo Mercantil, entidades agrarias, etc.
A todo esto hay que añadir que nuestra labor en Alhama durante años, con la edición de cada año del Festival de la Canción -del que fue vicepresidente e inmejorable jefe de Prensa-, con el Patronato de Estudios Alhameños -del que fue secretario general y jefe de Prensa-, con el Homenaje a Eduardo Hinojosa, con los Ciclos de Conferencias, con la idoneidad de denominar al entonces Hospital Viejo como Hospital de la Reina, como correspondía, fue siempre constate y eficaz.
Por supuesto, supo aprovechar ya su situación en IDEAL desde 1967 para no dejar de escribir de Alhama y de promocionarla en todos los órdenes y sentidos. Con reportajes hasta de página entera sorprendentes sobre cualquier aspecto transcendental del pueblo como con una gacetilla familiar. Cuando salir en un periódico era convertirte en protagonista del día en tu pueblo o provincia. Jamás hemos tenido, en este orden de cosas, mejor cronista por voluntad propia o jefe de Prensa de los Festivales Alhameños, del Patronato, del Ayuntamiento o de cualquier otra actividad y mira que los ha habido y los hay, como ahora Antonio Arenas Maestre y Juan Cabezas Moreno, excelentes y constantes en favor de Alhama, desde “Ideal” así como de todos los medios de comunicación que han puesto en marcha y mantiene éste último, aunque a lo que nos referimos es a crónicas, noticias y reportajes en unos años concretos cuando los periódicos y, sobre todo, el “Ideal” tenía la importancia que tenía a nivel de la región, de la provincia y de nuestro pueblo y su comarca.
No me equivoco si afirmo que desde 1967 por medio de la Delegación de Málaga, y desde 1972 desde la misma redacción central de Granada de “Ideal”-donde fue trasladado- ya como redactor-jefe, nadie ha escrito más de Alhama en “Ideal” o en cualquier otro medio similar durante un periodo de tiempo igual al que él vivió, hasta el sábado 14 de abril de 1990.
Además de todo esto, siempre sintetizando tan espléndida y generosa vida, ya en Granada colaboró con la Caja Rural desde sus inicios; con la Hermandad Farmacéutica, con “Agrosur” periódico agrario, sus programas dedicados al campo en las radios, en la Cope, en Radio Cadena Española y en la Ser, en revistas y publicaciones especializadas, en toda publicación alhameña, comenzando por los buenos programas de las ferias para la época.
También era corresponsal de Bruselas en las cuestiones agrarias y ganaderas, iba a reuniones de la CEEE, como verdadero conocedor y excelente informador en la cuestión que se le requería su opinión. Como se ha escrito en relación a esto: “De hecho había entonces dos personas en nuestro país que fueron acreditadas singularmente en estas cuestiones y, por lo tanto, consultadas con cierta asiduidad. El mismo ministro de Agricultura de Israel lo invitó a participar como especialista en este campo, teniéndolo muy presente el entonces ministro de Agricultura de España, Carlos Romero.
Fue un compañero y persona muy solidaria con los demás y en especial con los más necesitados, aceptó la presidencia de la Asociación de la Prensa de Granada para defender la mala situación que, por lo general, suelen tener la mayoría de los periodistas españoles y, por lo tanto, en este caso concreto, los granadinos. Conferencias, charlas y actuaciones por doquier para que “el gremio” mejorase en algo más.
Distinciones y reconocimientos no le faltaron, aunque su muerte tan sólo cuando acababa de cumplir los 50 años, impidió que le fuesen otorgados muchos de los que ya le correspondían y los que, sin lugar a dudas, hubiese alcanzado a todos los niveles, desde el local al internacional. Al menos, entre otras distinciones, recibió varias realmente excepcionales, como la Medalla de Oro al Mérito Agrícola, 1974; Vadexpo 1987, Premio Iberia 1985, Premio a la Mejor Defensa del Campo Andaluz, Premio a la Mejor Labor Periodística de la Casa de Granada 1990, sabía que se lo iban a otorgar o lo estaba ya, pero le llegó antes la partida hacia la otra Orilla, recogiéndolo en su nombre Rodríguez Sahagún.
Nosotros, los alhameños, le dedicamos un homenaje al año de su fallecimiento, descubriendo una de las tres primeras placas que se exponen en las calles de Alhama -más de veinticinco ya- en lo que era su casa familiar en esta ciudad, en la Carrera de Francisco de Toledo, con la dedicatoria, curiosamente escrita en la catedral de Ginebra, siguiente: “La ciudad de Alhama/ a/ JOSÉ LUIS DE MENA/ en imperecedero recuerdo de reconocimiento y gratitud. / Abril 1991.
También el Patronato de Estudios Alhameños del que fue miembro-fundados en su primera etapa, le dedicó uno de los “Premios Alhama” poniéndole su nombre haciéndolo igualmente durante bastantes años con los miembros de número fallecidos Antonio Pastor Fernández, Emilio Castillo García y Juan Gómez Ortiz, los cuatro de inolvidable recuerdo y de un gran sentimiento hacia todo lo alhameño.
Los años han sido pasando y jamás nos hemos olvidados de José Luis. Sí, yo tengo ineludibles e impagables motivos para ello, pero Alhama también los tiene, lo que no quiere decir que lo hecho no tenga valor, y más aún cuando esto se acostumbraba a hacer poco, como iremos viendo, pero debemos hacer justicia pensando en varios alhameños más de los que ya llevamos demasiados años olvidándolos. Hay alhameños que se lo merecen y actuaremos como corresponde, como venimos haciéndolo desde hace más de cinco décadas.
La deuda que tenemos con él Alhama y los alhameños, es impagable por lo inmensa, y en mi caso, en concreto, doblemente infinita, por la parte que me toca como un alhameño más y especialmente por cuanto hizo posible que mi vida haya sido muy dichosa y afortunada entre dos tierras que amo por igual Alhama y Málaga, al igual que él sabía que sin limitaciones localistas o mezquinas, con una visión elevada y generosa que, sin lugar a dudas, conduce directamente a la Eternidad a las personas nobles y buenas como era él, el gran amigo y alhameño JOSÉ LUIS DE MENA Y MEJUTO. El que mañana, reiteramos, 30 de junio, hace sesenta años que llegó por primera vez al que se convertiría en su pueblo querido, por dos razones de amor: una, aquella chiquilla de la que se enamoró y con la que contrajo matrimonio, siempre querida y apreciada por todos como excepcional personas, Juanita Morales Mijoler, su esposa desde el 6 de noviembre de 1967, y su viuda desde aquel fatídico 14 de abril de 1990 hasta su muerte el 3 de septiembre de 2016; la otra, su paralelo enamoramiento a Alhama casi desde que llegó hasta su inesperada muerte casi veintiocho años después, el repetido 14 de abril de 1990.