Alhama Comunicación se complace en presentar a sus lectores una nueva sección que aparecerá los jueves en nuestra edición digital. Se trata de “Al volver la vista atrás”, su autor nuestro querido amigo, y de muchos de los vecinos de las poblaciones de la Comarca, Luis Hinojosa Delgado, en la que, como su nombre indica, rememorará acontecimientos del pasado, pero que seguro que a muchos les van a resultar familiares, o verán en ellos anécdotas que le evocarán otras parecidas. Tratados de forma distendida estos relatos seguro que en breve contarán con un buen número de seguidores. Es el propio Luis quien nos hace un adelanto de sus intenciones en esta presentación, a la que seguirá el primer relato el próximo jueves.
Al volver la vista atrás
Cuando en el caminar de nuestra vida hemos ya andado no pocas jornadas; cuando el cansancio empieza a hacer mella en nuestro cuerpo y en nuestra mente; cuando tememos que, tal vez, al trasponer un recodo perdamos de vista para siempre el camino que anduvimos, o que una inesperada niebla nos enturbie su visión, tal vez ahora sería bueno hacer un alto en nuestro caminar y volver la vista atrás; sentarse a la sombra de un frondoso árbol y contemplar aquello que dejamos. Tal vez sea agradable compartir los recuerdos con quienes nos acompañaron en el camino. Quizá a algunos que se incorporaron más tarde también les resulte interesante conocer nuestras vivencias.
Me gusta la historia. Pero, sobre todo, me apasiona la historia más cercana, la que se desarrolló en los lugares que hoy yo piso y la que protagonizaron las personas más próximas por sangre o vecindad. Me gusta la historia que los libros de texto no me han contado.
Por eso, mediante breves relatos, como pequeñas ventanas, quiero asomarme a esos años de mi niñez y mi adolescencia y recordar personas y acontecimientos; pero, sobre todo, quiero revivir, para no olvidar, una forma de vida que, dicen mis hijos, fue en blanco y negro.
Es verdad, y coincido en esto con muchas personas de mi generación, que ni miedos ni estrecheces nos traumatizaron; seguramente nos fortalecieron. Pero sí, vivíamos con mucho miedo y muy poco dinero. Miedo a Dios, al maestro, a los padres… Escasez de dinero, y de medios, que nos privó de una adecuada asistencia médica, de una alimentación variada, que nos obligó a comprarnos el calzado grande (se le mete lana en la punta y ya está) para desecharlo cuando los dedos ya no podían encogerse más para entrar. Y, sobre todo, que nos obligó a ser mayores sin serlo, realizando trabajos que no nos correspondían, porque había que echar una mano en casa o aportar un mísero jornal a la economía familiar. Y, entre tanto, la escolaridad quedaba temporalmente aparcada.
Es cierto que no todos los hombres y mujeres de mi generación se verán retratados en estos breves relatos. Seguro que habrá quien recuerde el gran banquete con que celebraron su Comunión; seguro que hubo quien jamás faltó a la escuela y que, al cumplir los diez años, sus padres lo metieron interno en los Maristas o los Escolapios para que hiciera el Bachillerato y después estudiase una carrera. Pero estos, en mi pueblo, se contaban con los dedos de una mano y sobraban dedos.
Por todo ello, a vosotros, a los que compartisteis conmigo aquellos años en estos pueblos nuestros; y a vosotros, a los que os habéis incorporado más tarde al camino y estos relatos os suenan a monsergas de mamá o “batallitas” del abuelo, a todos vosotros os invito a hacer un alto en el camino y volver la vista atrás, para contemplar esta parcela de nuestra propia historia, tan cercana en el tiempo y en el espacio.
Para todas aquellas personas a quienes este tema pueda resultar interesante, yo iré insertando periódicamente mis breves relatos en este medio y me sentiré inmensamente honrado y satisfecho de poder compartir con ellas mis vivencias.
Santa Cruz del Comercio, septiembre de 2014
Luis Hinojosa Delgado.