Tengan cuidado, ahí, en las redes



Parece ser que se ha confirmado una sospecha que hace tiempo que venía teniendo: Nos espían.

 Al menos eso es lo que he deducido de las últimas, o penúltimas, informaciones según las cuales la CIA no sólo puede acceder a todos nuestros contenidos en ordenadores, teléfonos inteligentes y todo tipo de aparatos susceptibles de conectarse a internet. Lo malo del asunto es que la CIA anda un poco de capa caída y cada vez se parece más a esa TIA que los lectores del Mortadelo sin duda recuerdan, y parece no tener mucho control sobre los datos que de nosotros obtiene, con lo cual podemos estar expuestos a que nuestra vida digital ande de mano en mano, como la falsa “monea”.

 No es que mis conocimientos en materia de espionaje, contra espionaje y otras materias análogas sean muy profundos, apenas cuento con otras referencias que las lecturas de las historias de Mortadelo y Filemón y las de las de las novelas de John le Carré, que por ser espía retirado sí sabe de lo que escribe, y no como yo. Aún así tengo claro algo y es que la información es poder y que cuento con que no sólo la CIA, si no que espero que también el Centro Nacional de Inteligencia y todos los servicios de información de los diferentes cuerpos de seguridad del estado hayan dedicado el tiempo necesario a informarse sobre mi para descartarme como delincuente o posible riesgo para la seguridad y concentrarse en investigar corruptos, pederastas, terroristas, narcotraficantes, ciberdelincuentes y todo el tipo de fauna humana que realmente merecen ser investigados.

 Por lo demás me basta ver el con tenido de la publicidad que me llega para ser consciente de que hay alguien que está al tanto de mis gustos y apetencias, lo cual no sólo no me molesta si no que lo agradezco. Nos espían, nos controlan y nos manipulan, pero en especial con lo que respecta a la CIA estoy bastante seguro de que ni mi vida digital, ni mis actividades públicas o privadas tienen ningún interés para el organismo, de igual modo que para mí no lo tienen las vidas de los famosillos de todo a cien que pululan por las diversas televisiones en las escasas ocasiones en las que coincidimos la tele y yo.

 Lo que quería decir con la mirada de hoy es que somos nosotros los que hablamos por teléfono, los que mandamos wasaps o messenger, los que publicamos en redes sociales y, en definitiva, que está en nuestras manos controlar cuidadosamente la información que queremos que se sepa sobre nosotros y la que preferimos que quede a resguardo de ojos, u oídos curiosos. En mi caso ni mi vida privada, ni mi vida pública tienen el más mínimo interés para nadie y creo que resulta incluso aburrida para todos, excepto para mí, con lo cual creo estar a salvo de miradas indiscretas, no porque no crea que no puedan espiarme si no porque , como queda dicho líneas arriba, no soy un tipo de interés ni interesante.

 Incido en que del uso que hagamos de las redes sociales depende que se sepa más o menos de nosotros, el tipo de información que damos o dejamos de dar y, en definitiva, que aplicando el sentido común y unas normas elementales de seguridad (para lo cual recomiendo seguir en las redes sociales al Grupo de delitos Telemáticos de la Guardia Civil y a la Oficina de Seguridad del Internauta y seguir sus consejos y recomendaciones) podemos estar razonablemente seguros en nuestra vida digital, sabiendo, eso sí, que no existe la absoluta seguridad ni en nuestra vida digital ni en la vida real.

 Por tanto y parafraseando al personaje de “Canción Triste de Hill Street” tengan cuidado, ahí, en la vida digital. Que no se nos olvide que nos espían, nada menos que los de la CIA. Y lo malo es que ni ellos mismos tienen muy controlada la información que poseen, a fin de cuentas, también a ellos los espían.