En mis mocedades fui asiduo degustador de toda suerte de combinados en los que el licor fuerte y espirituoso era amortiguado y sosegado por las aguas carbonatadas con distintos sabores.
Sin que eso me impidiese el disfrute de copas a palo seco, copas de balón en su justa medida llenas de lo que por aquel entonces aún podíamos llamar coñac o de anís e incluso del rubio néctar escoces, servido en copa sin los aditamentos habituales del agua y los hielos atenuantes de ese fuego al que aludían los norteamericanos de origen, ante la bebida que los de segunda o tercera generación les ofrecían cuando los querían engañar, que era siempre. Confieso que he bebido.
Por tanto, estoy cualificado para mezclar el arte de la coctelería con el de la política actual y divagar, por no perder la costumbre, sobre los nexos entre una y otra. En el arte de combinar sabiamente varios licores y otros ingredientes para que el resultado de la mezcla sea otra cosa totalmente distinta a sus componentes originales, estamos por la vieja Iberia bastante avanzados, toda vez que ya hace tiempo que las aguas carbonatadas de origen made in USA se introdujeron entre nosotros; por contra en el arte de combinar sabiamente distintas opciones políticas, de suerte que el resultado sea un gobierno aceptable para todos los españoles ( en la medida en que este pueblo, el español, ácrata de espíritu por naturaleza sea capaz de encontrar aceptable a un gobierno, a cualquier gobierno) en esa arte combinatoria aún no es que seamos maestros, es que ni siquiera el grado de aprendices nos cuadra, toda vez que el aprendiz quiere aprender un oficio y nosotros nos desentendemos de la política y de los políticos; más allá de la crítica en redes sociales, quiero decir.
Y hubo un tiempo en el cual podíamos emitir nuestro voto y dedicarnos a criticar a quienes acabábamos de elegir con la tranquilidad que daba saber que el gobierno de cualquier forma iba a hacer lo que le dictase su intelecto apoyado en la mayoría que dan ciento setenta y seis escaños o más. Sin embargo, hoy por hoy, e incluso mañana o dentro de un par de semanas las cosas están como las pusimos nosotros en la última llamada a las urnas a las que acudimos.
Y ahí es donde entra de nuevo el arte de los combinados. Porque ahora lo que toca es lo que estamos pidiendo en redes sociales y en la calle: Que se pongan de acuerdo para que haya un gobierno. El gran problema es que con los ingredientes que hay puestos sobre la barra es imposible que salga un cóctel del gusto de todos los españoles que acudimos a votar. No. No es posible. No se puede. No podemos mezclar elementos suficientes para llenar el vaso largo hasta el final de un combinado de izquierdas, que es el que a mí más me gustaría, aclaro. Mezclemos los ingredientes que mezclemos, aun dando cabida a la derecha nacionalista catalana en ese trago, mal trago sería para muchos, no se llena el vaso.
Por tanto, lo más sensato es llenar el vaso largo con el ingrediente que más tenemos y dejarlo tal como está, si no se acaba de llenar no es el problema de los que no votemos por el orujo gallego (un suponer) y si lo hicimos por el güisqui escoces o por el ron cubano (seguimos suponiendo) o una naranjada sola (ídem de ídem) y así sucesivamente. Que no es que no querer ron cubano signifique querer orujo. o dejar que llenen el vaso de lo que más hay sea renunciar cada uno a sus esencias destiladas. No es eso. Naturalmente existe la opción de pedir otra ronda, pero corremos el riesgo de que si pedimos una y otra vez lo mismo que estamos pidiendo ahora el camarero se enoje con nosotros y nos diga “café para todos”. Que, en los tiempos de la Transición, dio buen resultado para el estado de las autonomías, pero que ahora no es el caso, el café nos lo hemos tomado ya y ahora lo que queremos es la copa o el combinado. Pero aquí no hay barra libre y las rondas de copas las pagamos a escote entre todos y llevamos ya dos rondas seguidas y algunos estamos haciendo cuentas a ver si en la cartera tenemos para poner nuestra parte, otros estamos satisfechos con las dos rondas y otros están ahí que sí, que ayer decía que nos llenen, que hoy dicen que no nos llenen y mañana Dios dirá.