Se suprime la asignatura de filosofía, se potencia la de religión y el ministerio de educación plantea que las universidades adecúen su formación a las necesidades de las compañías.
De ahí mi pregunta de ¿para que estudiamos? La respuesta más inmediata es que lo hacemos para intentar ganarnos la vida desempeñando el trabajo para el que nos hemos formado y en ese sentido encuentro que el adecuar los planes de estudio a las necesidades y retos que el futuro empleado encontrará en su puesto de trabajo es una muy buena opción. Pero también creo que la formación debe ser algo más, mucho más, que el simple prepararse para el trabajo, toda vez que la vida es algo más, mucho más, que la vida laboral, por mucho que ésta sea necesaria. Creo que la formación debe ser permanente y abarcar desde el parvulario, educación infantil en la nueva nomenclatura educativa hasta que la mente sea capaz de ser curiosa, de hacerse preguntas o plantearse retos intelectuales.
También creo que la educación, y no hablo únicamente de la académica, debe dotar al alumno de las herramientas necesarias para ganarse la vida y para saber vivirla con el mejor aprovechamiento, para disfrutarla en todo su esplendor, cuando se presente, o para intentar comprender y aceptar los sufrimientos inevitables que toda vida conlleva.
Para saber ganarse la vida están las formaciones específicas de cada carrera universitaria o grado de formación profesional; posteriormente también la ayuda de compañeros y jefes comprensivos y pacientes, lo sé por propia experiencia, harán que lo que se ha aprendido a hacer, se sepa hacer. Para disfrutar de la vida en toda su plenitud se necesita mucho más de lo que es posible aprender en ninguna escuela o facultad, pues implica desde el hecho de conocer a los demás y conocerse a sí mismo, como el de apreciar el arte, la música, la literatura y todos los goces que la cultura nos propone. El estudio de esas asignaturas, que últimamente andan muy a la baja, puede ayudar a que ese disfrute sea más intenso.
En cuanto al tema, más desagradable, de aceptar el sufrimiento que toda vida conlleva, esto se puede hacer desde el consuelo que la religión brinde a los creyentes o desde el que el estudio de las diversas filosofías y explicaciones del mundo y del dolor en el mismo existen. Pero no solo consuelo se obtiene del estudio de la filosofía, sino también una forma de entender mejor ese tópico de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Nuestra cultura europea se entiende mucho mejor con el estudio de Platón, y su influencia en el Cristianismo, por ejemplo, con Descartes y su propuesta de usar la razón como método de llegar a la verdad de las cosas, cito a modo de ejemplo. También es cierto que el plantearse cosas, el ser crítico, el pensar por uno mismo, que es el fin último de la filosofía es algo que puede resultar peligroso a los poderes establecidos que se fundamentan en la acrítica obediencia y en la aceptación de preceptos sin cuestionarlos y en la cómoda facilidad de los conceptos sencillos: Un plato es un plato y un vaso es un vaso. No admite réplica. Pero los que estudiamos la teoría de conjuntos sabemos que ambos pertenecen al conjunto de la vajilla, saber que, como la rajoylada, tampoco tiene ninguna aplicación práctica, pero que me hacía ilusión poner por escrito.
También mejora la comprensión del mundo en que vivimos el estudio de las religiones y las ideas religiosas, que no tiene que descartar el estudio de la propia religión y sus doctrinas. Pero esta amalgama que llamamos Europa es una mezcla de diversas interpretaciones del Cristianismo que van mucho más allá del Catolicismo, del mismo modo que el Islam va mucho más allá del sunismo wahabí por mucho que los petrodólares de la familia al Saud hagan que sea éste el más conocido, lamentablemente, en el mundo.
En el fondo creo que la respuesta a la pregunta que titula esta reflexión es que cada quien estudia por una razón distinta o por varias razones a la vez. Lo que sí tengo perfectamente claro es que unos planes de estudio que marginan la filosofía y el arte están mutilando una parte esencial de la formación, que debe dar respuesta a muchas más preguntas que la de ¿Cómo voy a ganarme la vida? Con ser esta pregunta importante, como ya he apuntado antes, no creo que deba ser la única que debe ser respondida ya que la vida plantea a la mente curiosa un cúmulo de preguntas cuyo intento de respuesta creo que es uno de los mayores placeres para los amantes de la sabiduría, que podríamos decir que es el conocimiento aplicado a la vida, a la propia vida y a la de los demás.