Como integrante de eso que damos en llamar “civilización occidental”, reconozco la deuda que esta tiene con los judíos, como miembros de una determinada religión, y con algunos judíos individuales.
Lo quiera o no, me guste más o me guste menos, formo parte de una cultura con una base netamente judeocristiana, posteriormente matizada por los elementos laicos de la Revolución Francesa y sus ideas, extendidas casi universalmente, de libertad, igualdad y fraternidad. También reconozco la deuda que tenemos, especialmente en la Península Ibérica, con las aportaciones que los musulmanes hicieron a nuestra historia, arte, medicina, ciencias e incluso a la lengua en la que escribo.
Sin embargo este reconocimiento de las aportaciones de moros y judíos, hablo de forma coloquial, no implica que necesariamente tenga que estar de acuerdo ni con el Likud y sus políticas de expansión en Palestina ni con el Estado Islámico, como tampoco lo estoy con las políticas del Partido Popular a pesar de ser y sentirme español.
Tampoco ese hecho de reconocer las aportaciones a nuestra cultura del judaísmo y algunos judíos individuales me tiene que llevar necesariamente a compartir las ideas sionistas, ni el rechazarlas me hace antisemita o antijudío. Reconozco el derecho a los sabras, los judíos nacidos en Palestina antes de 1948 a vivir en Palestina, pero no creo que el resto de los ocupantes de Palestina de origen judíos, unos seis millones aproximadamente, no puedan vivir en sus países de origen con total normalidad, como lo hacen el resto de los judíos del mundo, que son algo más de seis millones, también. Esos judíos nacidos en Palestina, los sabras, palabra esta, sabra, que significa chumbera, (por que como el fruto del nopal son ásperos y duros por fuera, pero tiernos por dentro, dicen ellos) en 1947, un año antes de la creación del estado de Israel por David Ben Gurión, eran 630.000 que cohabitaban con 1.310.000 no judíos, supongo que la mayor parte musulmanes y bastantes cristianos también.
Más o menos por las mismas fechas había cerca de 900.000 judíos repartidos entre 9 países árabes: Argelia, Libia, Marruecos, Siria. Túnez y Yemen, lo cual parece apuntar a que no es imposible la convivencia entre judíos y árabes, o hasta esas fechas no lo fue.
El problema de fondo es el antisemitismo que en los reinos cristianos de la Península Ibérica y en casi todos los países de Europa fue creado o impulsado por gobernantes incapaces para los cuales atizar el odio a” los otros” era una buena forma de canalizar el odio y la frustración que el pueblo sufría. Por aquella época “los otros” eran los judíos, que además era casi siempre los encargados de recoger los impuestos o sobresalían en artes y oficios para los cuales los cristianos estaban, al parecer, poco capacitados o poco interesados. Nada mejor para desahogar la ira que irrumpir en una aljama y saquear lo posible, matar a unos cuantos “perros judíos” y pegarle fuego a la sinagoga. Es un parte de nuestro pasado que nos avergüenza, o nos debe avergonzar pero que en modo alguno justifica los injustificables métodos del gobierno israelí contra la población árabe en Palestina.
Prosiguen los gobernantes de esta parte del mundo, el que llamamos occidental, sin ser capaces de ofrecer lo que todos apetecemos que es un modo de vida digno y decoroso, ahora no estoy criticando sólo a la incapacidad del gobierno de Rajoy, y continúa el descontento entre los menos afortunados, que somos casi todos. Pero hoy ya no son los judíos los que deben afrontar nuestro odio, hoy los otros son los musulmanes y el fantasma de la islamofobia recorre Europa, ampliamente difundido por cierta prensa para la cual ya estamos en guerra con el Islam que pretende destruir la Europa Cristiana.
Existe indudablemente un terrorismo islámico que viene muy bien para canalizar el miedo de los europeos a “los otros”, pero ha sido impulsado por quienes no podían ver con buenos ojos que en esos países se desarrollasen movimientos laicos progresistas capaces de oponerse al neo colonialismo. En los años setenta, existían movimientos pan-arábicos que pretendían difundir la idea de una patria común para los árabes o, al menos una idea común del orgullo de ser árabe. Lo que caracterizaba a este movimiento pan-árabe, del que hoy Al Asad, es casi el único representante, era su laicismo o la casi inexistente presencia religiosa. Paulatinamente este movimiento fue sustituido por movimientos islámicos para los cuales la fe es tan importante como lo fue, en su tiempo para los cruzados que iban a recuperar “La Tierra Santa” de “los infieles”. Afganistán y los talibanes, Iraq y el resurgimiento del integrismo islámico, inexistente con Husein, la casi creación por parte de Israel de Hamás para oponerlo a al Fatah o últimamente Isis contra Al Asad son ejemplos suficientes de esto que acabo de decir, creo. Movimientos fuertemente fanatizados y capaces de las más truculentas puestas en escena para aterrorizar, que es lo que pretende el terrorismo, lo cual no es una perogrullada sino la mención de algo que se tiende a olvidar. El fin del terrorismo no es la violencia por la violencia sino la creación entre la población de un estado de terror que le lleve a cuestionarse el poder establecido, equivale a las políticas de tierra quemada y muertes indiscriminadas y bombardeos intensivos que tan buen resultado dieron a EE.UU. y sus aliados en los Balcanes y Libia, por ejemplo, solo que a menor escala.
Pero no nos engañemos, el conflicto va mucho más allá del enfrentamiento religioso y lo que hay de fondo es la política y la economía que siempre está detrás de casi todo lo que en el mundo pasa. Especialmente en zonas en las cuales los recursos energéticos que tanto necesitamos son abundantes y no están en las manos adecuadas: Sadam, Gadafi y últimamente Al Asad.
En cuanto a eso de que nos van a conquistar los musulmanes yo estoy convencido de que para quines viene huyendo de la miseria en sus países de origen, esta Europa es digna de ser defendida y todos los alhameños que tengan ojos para ver han podido ver a musulmanas vestidas al modo de sus países de origen, junto a otras, más jóvenes vestidas completamente al modo occidental. Por esa razón doy la bienvenida a todos los sirios que a nuestro país quieran venir a buscar acogida, porque sé que vienen de un país en el cual el fanatismo religioso de ningún tipo, nunca ha tenido cabida, muy al contrario siempre han convivido y conviven diversas opciones religiosas.
Igual que el desagradable aspecto del nopal esconde dentro el dulce higo chumbo, la historia y las historias que nos cuentan, la mayor parte de las veces esconden otra realidad que no siempre coincide con la oficial, necesariamente.