A modo de colaboración simbólica con esos cincuenta años del Festival de la Canción de Alhama vuelvo a escribir sobre música y músicos.
Como casi de todo, no es la primera vez que escribo sobre música en esta sección, pero creo que a riesgo de ser pesado, las cosas que vale la pena decir, merecen ser repetidas y, a fin de cuentas, esos cincuenta años del Festival de Música de Alhama, supongo que a Andrés García Maldonado le parecerá que fue ayer, me dan la oportunidad de escribir sobre una de mis grandes aficiones.
Y de casi todo el mundo, estoy por decir, no conozco a nadie al que no le guste ningún tipo de música y que no sea capaz de disfrutar de ese lenguaje universal, la frase no es mía, que muy pocos somos capaces de leer, pero que todo somos capaces de entender, esta frase si es mía. No sería capaz de leer la partitura del “adagio” del Concierto de Aranjuez del maestro Rodrigo, pero cada vez que lo oigo, algo que suelo hacer con frecuencia, es capaz de emocionarme como la primera vez, del mismo modo que unas bulerías de la Paquera de Jerez hacen que no pueda estarme quieto, por más que no sepa llevar el compás. Afortunadamente es este un arte que no requiere de conocimientos para disfrutarlo, basta con oír la música, dejarse llevar por las emociones y sentimientos que esta despierta para poder gozarla plenamente.
Y el placer de la música es mucho más intenso en directo, la especial relación entre los músicos y el público, esa complicidad que se puede dar cuando las circunstancias son propicias, es algo mucho más especial que la música enlatada, valga la expresión. Esa es la razón de que sea partidario de que los poderes públicos, los ayuntamientos, sin ir más lejos, fomenten el estudio de la música y lo hagan de la mejor manera posible, que es la de colaborar con las escuelas de música y las bandas de música.
Tenemos en la Comarca de Alhama una buena cantera de gente capaz de emocionar con su arte, ya sea cantando, tocando algún instrumento o ambas cosas y creo que hay que darle a esa gente todas las facilidades posibles para desarrollar sus talentos y, llegado el caso, vivir de ello. Estoy convencido de que todo el dinero público que se dedica a la cultura, a la música en este caso, es dinero público bien aprovechado y que, de alguna manera, será devuelto al pueblo del que sale, tal vez no a sus bolsillos, pero si a su alma, si se me permite la expresión, que es allí donde llegan antes que nada los sonidos de la música. Mucho antes que las palabras, la música se abre paso al corazón de quien la oye y es capaz de generar un abanico de emociones y sensaciones para el cual harían falta muchas palabras.
Naturalmente estoy hablando de la buena música, de la música creada desde la autenticidad y el dominio del lenguaje y las técnicas que se requieren para crearla o interpretarla, no llamo música a lo que sea que haga el hijo de la Pantoja, para lo que hace se me ocurren un buen número de calificativos, ninguno de los cuales voy a poner. Tampoco me voy a alargar demasiado en lo que yo creo que es buena música, porque mis gustos musicales son muy amplios, pero si diré, de hecho ya lo he dicho, que se trata antes de nada de la autenticidad; en esto, como en casi cualquier tipo de manifestación artística están los que apuestan por hacer sencillamente aquello para lo que viven y los que buscan antes que nada una fácil comercialización de un producto, cosa perfectamente legítima, por otra parte, qué duda cabe que existe una industria de la música. Naturalmente se puede hacer aquello para lo que uno vive y vivir de ello, y ahí es donde está eso que se llama talento, Creo.
Como creo que es lógico suponer dedico esta mirada a todos mis amigos músicos, para no dejarme a ninguno no cito a nadie. Pero vosotros ya sabéis quienes sois. Bravo por vosotros, bravo por la música.