Reflexiones (ingenuas) sobre el poder


 Dominio, imperio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo.

 Esa es la definición que de “poder” da la RAE y para los efectos de estas divagaciones es más que suficiente. Aclaro además, que me propongo tratar sobre el poder al nivel más cercano y básico, que es el poder municipal.

 Tenemos pues que una de las prerrogativas de quien ejerce el poder es la de ejercer jurisdicción para mandar o ejecutar algo, en plan más sencillo y coloquial: El poder faculta a quien lo tiene para cambiar la realidad que lo rodea, para trasformar la sociedad que mora. Sila usó el poder para crear una Roma en la que la oligarquía de su época se sintiese cómoda y pudiese perpetuarse, por ejemplo; Alejandro para satisfacer su inagotable curiosidad por saber lo que había detrás de la próxima montaña (sostengo que lo que movía al macedonio no era el poder por el poder, ni el lujo, ni siquiera el deseo de conquista, sino el afán de conocer nuevas tierras), Diógenes el Cínico usó el poder que sobre su propia persona, le daba vivir con la libertad de un perro para no hacer nada. Son ejemplos de uso del poder, de su apetencia o falta de apetencia y de esa otra forma de poder que es la de no poder, pero tampoco” tener que”, entendiendo ese tener que, como obligación impuesta.

 De todos los usos del poder el único que encuentro legítimo es el del usarlo para cambiar la realidad para bien del conjunto de la ciudadanía, para mejorar las cosas que se puedan mejorar y para gestionar los recursos públicos de la mejor manera posible. Todo lo que no sea eso es un ejercicio del poder culpable, tal vez no ante la ley, pero sí ante los votantes, que son los que conceden el poder, el uso del poder, durante una legislatura. Uno puede no hacer nada, dedicarse a no hacer nada, pero para dedicarse a no hacer nada, o casi nada, es necesario no desempeñar cargo público alguno y tener los medios de vida lícitos que permitan este modo de vida. Hacerlo a costa del erario público es censurable, creo que todo el mundo estará de acuerdo.

 Particularmente a quien le otorgue mi voto en las próximas municipales le voy a pedir que desempeñe sus tareas de gobierno municipal no solo con honradez, que eso lo doy por supuesto a todos cuantos concurren como candidatos, sino con eficacia. Que resuelva los problemas más acuciantes de nuestro pueblo en la medida de sus posibilidades y que actúe en todo momento con la diligencia exigible, y que le exijo a quien pide mi voto. Mucho más no pido y sé que la persona a quien esta mirada va dirigida es capaz de gestionar asuntos, así lo ha demostrado en la dirección de su empresa y en su actividad política en el gobierno y la oposición municipal. Y, por tanto, sabe que para trasformar la parcela de sociedad que le toca tendrá que ponerse a trabajar en serio, también sé que el trabajo no le asusta. También sé que se acompaña de un grupo de personas capaces, hombres y mujeres que han destacado en su vida profesional o en sus estudios.

 Se dice que el poder corrompe, pero yo creo que esto es únicamente cierto para quien va a él con el ánimo dispuesto a corromperse, creo que quien piensa en el poder como servidumbre, como modo de servir a los demás no tiene mucho tiempo de dejarse tentar por los corruptores. El desempeño del trabajo de gestionar los asuntos públicos, si se toma en serio no debe dejar mucho tiempo libre para caer en tentaciones. Al menos es lo que imagino, porque en estas cuestiones soy totalmente ignaro, ni he desempeñado cargo alguno que llevase aparejado poder real alguno, ni nunca lo he apetecido. Pero ello no me impide pensar que intentar resolver los problemas que el día a día de una alcaldía trae consigo debe ocupar un buen número de las veinticuatro horas que el día tiene.

 Naturalmente el poder no se ejerce sólo, se necesita la colaboración del equipo de gobierno y, muy importante ese y, de la ciudadanía que un vez depositado el voto debe enfrentarse a la tarea de ejercer el derecho a informarse de las tareas de gobierno, a criticar lo criticable, sugerir lo sugerible y apoyar en lo apoyable. Creo que he dicho en más de una ocasión que la democracia se ejerce cada día y que el voto es sólo parte de ese ejercicio de los derechos que nos reconoce la constitución y, aunque hayan mermados por los recortes de la ley mordaza, algo queda, algo nos queda.

 En democracia el poder lo gestiona el político, pero a los políticos somos los ciudadanos los que les damos, o no, el plácet. Eso es algo que no debemos olvidar. Tenemos una campaña por delante para informarnos y veinticuatro horas para reflexionar; cuatro años para mejorar las cosas, O para arrepentirnos. Y yo, al menos, no pienso arrepentirme de mi voto.