Todos a la trena


 Estoy llegando a la conclusión de que en este bendito país nuestro, hablo de España, para que se me entienda, existe una desaforada cantidad de expertos de todo, y cuando digo de todo, quiero decir de todo.

 Somos los españoles, a lo que entiendo, capaces de dictaminar sobre cualquier cosa, y, especialmente reputados juristas capaces de mandar a la trena a quien se ponga por delante, sin más prueba, ya testifical, pericial o material que las que circulan por las redes sociales o las redacciones de medios de comunicación-ventilador de todo signo, y al decir signo, digo de derechas o de izquierdas o de ese centro aparente que empieza a amanecer en España( esto es un juego de palabras que sólo entenderán los más viejos). Sé que existe la corrupción, se que hay políticos de todos los partidos que hacen uso fraudulento de los caudales públicos, sé que las aguas en las que nadamos son pestilentes, oscuras, fétidas y viscosas. Pero también se que no se puede achacar a todos, insisto en lo de todos, los políticos de determinados partidos, la corrupción de personas, de algunas personas. Conozco en mi pueblo, gente de los tres partidos que ahora forman el pleno del ayuntamiento, por los que pondría la mano en el fuego.

 Y sin embargo, en este país del que el mismo Caín se avergonzaría, se lincha, afortunadamente sólo de forma moral, a quien se supone que ha cometido algún delito sin esperar a que la justicia se pronuncie clara y rotundamente. Estoy esperando a que la jueza Alaya termine de instruir sus sumarios, a que los jueces o tribunales que han de juzgar a los investigados (ya no son imputados) encuentren las pruebas irrefutables para condenar, si ha lugar, a todos cuantos se haya apropiado de manera fraudulenta o ilegal de dinero público o hayan echo de este un uso indebido. Entonces los condenados, tras apelar, perder la apelación y ser condenados en firme irán a parar a donde dictaminen los jueces de vigilancia penitenciaria. Y serán esas personas las culpables.

 Achacar a todo un partido, o todo un pueblo, las conductas de personas concretas me parece tan erróneo como juzgar al Cristianismo, por los curas pederastas, al Islam por el Estado Islámico o al judaísmo por Netanyahu. Y afirmado lo anterior insisto en que espero que se resuelvan de una vez todos los asuntos judiciales relacionados con la corrupción, que los culpables cumplan sus condenas, que devuelvan lo ilícitamente obtenido y, sobre todo, que los corruptores, no hay corruptos sin corruptores también sean investigados juzgados y condenados. Mientras exista una justicia para los roba gallinas y otra para los banqueros, pongo por caso, no acabaremos con la corrupción.

 Pero sobre todo deseo una sociedad en la cual no sea posible que nadie se corrompa o pueda ser corrompido, una sociedad en la cual se premie el esfuerzo, el trabajo bien hecho, con lo necesario para una vida digna, que una vida digna sea suficiente para todos y que haya una vida digna para todos. Mientras sean el dinero, los coches de lujo, los yates y otros símbolos de éxito económico más importantes que el disfrute de una biblioteca, pongo por caso, siempre habrá quien esté dispuesto a cualquier cosa por un poco de dinero más. Sobre todo viendo, como se puede ver diariamente, que el trabajo honrado apenas da para sobrevivir. Y a pesar de ello, y es algo que me llena de orgullo y esperanza, aún existe una inmensa mayoría que acude a su trabajo, cuando lo encuentra, que considera que para sus hijos es mejor el ejemplo del que con carrera universitaria sirve hamburguesas, pongo por caso, que el de los criaturos difícilmente clasificables como algún que otro famosillo de medio pelo que medran sin esfuerzo alguno.

 Y concluyo casi como empecé: Pidiendo que todos los culpables, una vez demostrada la culpabilidad, entren en la trena, pero, ojo, que un año de cárcel cuesta 30.000 euros por preso, que también es un pico. Mejor a galeras y que se paguen el pasaje. Que no falte un poco de humor.