Desde que en mi lejana infancia la señorita Gloria me inició en los misterios de los palotes y su correcto trazado estoy intentando aprender a escribir.
Aclaro que no me refiero a expresarme correctamente, con elegancia y claridad, que a eso ya renuncié hace tiempo, si no al proceso físico de la escritura mediante el cual digo lo que pienso de manera más o menos comprensible, logro que algunas veces alcanzo. Creo.
Como todas las criaturas de mi generación inicié el proceso de alfabetización a edad temprana, leyendo en la cartilla y trazando los palotes con lápiz y trabajosa dificultad y con cierto fastidio; por aquel entonces no comprendía para que necesitaba algo que durante toda mi vida no me había hecho falta. Implacable lógica que a la Señorita Gloria le pasó inadvertida.
Del lápiz pasé al bolígrafo con el cual continúo una relación afectuosa, y, para abreviar, pasé por todas las etapas que me han llevado al teclado con el que ahora escribo. Creía que ya estaba al tanto de todos los distintos medios con los que se puede escribir. Hasta que cediendo a la curiosidad, y a la necesidad de estar al día, también, recientemente me he incorporado al teléfono inteligente y ese añadido posterior que es el wasap. Y, justo en ese momento es cuando he regresado a la infancia ante la dificultad que supone expresarse con algo de claridad y rapidez con una combinación tan poco practica como un teclado minúsculo y táctil y unos dedos, unas yemas de los dedos, más bien, a todas luces excesivas para tan breve distancia entre letra y letra. Mi desazón se acentúa ante la contemplación de personas que han avanzado en el dominio de esta tecnología y logran alcanzar velocidades realmente sorprendentes, al menos para mí.
Sin embargo hay una cosa que sí debo agradecer al wasap y es la rapidez con la que se puede conectar con gente distante en la distancia, no así en el ánimo, lo que me ha permitido continuar contacto diario con una buena amistad con la que, sin haber perdido del todo la relación, esta era bastante esporádica. Como medio de estar al tanto, casi al momento de novedades familiares y de amigos es realmente reconfortante.
Y vivimos en tiempos en los cuales cualquier forma de dar ánimo, aliento y consuelo al afligido es más necesario que nunca, aún más si tenemos en cuenta que los afligidos son legión, y no parece que estemos viendo horizontes más esperanzadores. Legión son los afligidos y cantidad ínfima los que gozan de todos los lujos y placeres que el dinero puede comprar.
Bienvenido sea ese teléfono inteligente y esa mensajería cuasi gratuita. Y bienvenidos sean los esfuerzos que me está costando incorporarme a las posibilidades que mi telefonillo granadino, está hecho en Escúzar, me proporciona a un precio realmente asequible, 89 euros de vellón me ha costado. Yo, en la medida de lo posible colaboro con industrias y tiendas locales y no sólo en las fiestas de invierno.
Con ilusión estoy aprendiendo a escribir de nuevo y dedico esta mirada a esa amistad a la que antes aludí, que por cierto es la que me dio la idea.