Ya sé que lo que dijo, dicen, Jesús es que “siempre habrá pobres entre vosotros”, con la misma naturalidad con la que el alcalde del PP de un pueblo, afirmó que “toda la vida ha habido gente que ha pasado hambre”.
No es que pretenda alterar el texto evangélico, es, simplemente, que algunas veces, ante algunas actitudes de algunas gentes, me da por pensar que tales conductas se deben o bien a ser lo que el diccionario registra como “hideputa” o a ser inepto. Naturalmente y, como en principio pienso bien de todo el mundo, prefiero creer que es por ineptitud. Sencillamente no saben cómo buscar fondos para algo tan aparentemente sencillo como dar de comer a los niños en edad escolar. Oiga, mire usted, que no reclaman que a los padres les den un trabajo digno para mantenerlos ellos, que es dar de comer a los niños lo que piden. Pero vale, no saben cómo hacerlo, dada su ineptitud para estas cosas. Y no es que la ineptitud en sí misma sea censurable; todos en alguna medida somos poco hábiles o negados para alguna cosa, el problema es cuando el inepto por desconocimiento, ocupa cargos para los que no está capacitado. No todo el mundo lo está para ser alcalde, por ejemplo o centro campista de un equipo de fútbol (aclaro que dada mi ineptitud para el fútbol y la política he puesto esos dos ejemplos sin pensar en ningún alcalde ni centro campista en concreto, yo, para estas cosas, siempre tengo la cabeza en las nubes).
Y, precisamente eso me lleva a preguntarme quien tiene la culpa de ese estado de cosas, en el caso del mundo del balompié lo ignoro, en el caso de la política está perfectamente claro que los cargos electos los elige el pueblo y sólo a este es atribuible dar responsabilidades a quien no sabe hacer aquello para lo que supuestamente ha sido elegido, que es siempre, gestionar la cosa pública y resolver problemas. Si por las políticas austericidas hay niños que no pueden comer tres veces en su casa, compete al regidor paliar esa situación sobrevenida.
Pongo como ejemplo el del alcalde al que antes aludí, pero las políticas que todos sufrimos en mayor o menor medida se aplican generosamente, por el partido en el gobierno que sólo es generoso en los recortes y, hace suya la máxima del Caballero de la Tenaza de Quevedo “Solamente un dar me agrada, que es el dar en no dar nada”. En todas partes hay ineptos y siempre los habrá entre nosotros, de lo que se trata es de no poner en puestos en los que se pueda hacer daño, a gentes cuya falta de interés en el bien común es más que notoria y cuyas capacidades andan medianamente repartidas. Para hacer lo que hacen todos, todos servimos, para afrontar la responsabilizad de gestionar los fondos públicos y el bien común se precisan, a la vista está, otras mimbres.