“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” escribió Juan (8,32) en su evangelio. Pese a que el nuevo alcalde de Nueva York, Bill de Blasio es ateo, izquierdista (muy izquierdista) y preocupado más por las desigualdades sociales que por las religiones, supongo que como descendiente de italiana y persona culta debe conocer esa frase.
Obrando en consecuencia, en su campaña a la alcaldía de Nueva York, no ha tenido reparo, sino todo lo contrario, en destacar todo aquello que en principio le suponía un obstáculo en su carrera por la alcaldía. Es izquierdista, apoyó a los Sandinistas, viajó a Cuba de viaje de novios tras casarse con una negra, ateo...en principio parecía tenerlo todo en contra. Sin embargo ha conseguido hacerse con la alcaldía.
Supongo que no faltarán analistas que expliquen esta victoria más que amplia, más de 40 puntos de ventaja, yo me limito a comentar que me gustaría que en España los políticos fuesen igualmente veraces en lo concerniente a sus campañas electorales y dijesen bien a las claras de donde vienen, cuáles son sus principios y, sobre todo, que es lo que piensan hacer una vez alcanzada la parcela de poder que representa firmar el BOE. Sin embargo esto que a mí me parece deseable, incluso esencial, no es motivo de repulsa y quienes nos gobiernan mienten con total impunidad, sin que aquí nadie se rasgue las vestiduras, ni pasemos más allá de la crítica en bares y redes sociales.
Da la sensación de que en estos parajes del mundo, me refiero a esta parte del sur de Europa que habitamos y que, más o menos, conozco, seamos tolerantes con la vida privada de quienes nos gobiernan, siempre que no resulte tan escandalosa como la del “Caballieri”, que ya era mucha juerga o francamente delictiva, y, también seamos tolerantes con la vida pública. Lo primero me parece absolutamente normal. Lo segundo en absoluto normal. Que se pueda mentir impunemente en unas elecciones y que no pase absolutamente nada me deja perplejo; pero es lo que hay y toca aguantarse.
Por eso yo animaría a quienes aspiran a gobernarnos en cualquier parcela a practicar el ejercicio de la veracidad en todas cuantas ocasiones tengan. Digan lo que piensan verdaderamente y no aquello que crean que el público quiere oír, desechen la demagogia y cumplan lo prometido.
Mientras tanto, al menos me queda el pobre consuelo de felicitarme por el triunfo de De Blasio al que admiro, no por su pasado izquierdista, (aquí la lista de gente con un pasado izquierdista del que reniega es bastante amplia) sino por seguir siéndolo, por ser veraz y, sobre todo, por entender que el principal problema de su ciudad, que es un poco la de todos los que por estos lares vivimos, son las desigualdades sociales.
Espero no tener que escribir una mirada confesando mi desencanto con el nuevo alcalde....de Nueva York.
Supongo que no faltarán analistas que expliquen esta victoria más que amplia, más de 40 puntos de ventaja, yo me limito a comentar que me gustaría que en España los políticos fuesen igualmente veraces en lo concerniente a sus campañas electorales y dijesen bien a las claras de donde vienen, cuáles son sus principios y, sobre todo, que es lo que piensan hacer una vez alcanzada la parcela de poder que representa firmar el BOE. Sin embargo esto que a mí me parece deseable, incluso esencial, no es motivo de repulsa y quienes nos gobiernan mienten con total impunidad, sin que aquí nadie se rasgue las vestiduras, ni pasemos más allá de la crítica en bares y redes sociales.
Da la sensación de que en estos parajes del mundo, me refiero a esta parte del sur de Europa que habitamos y que, más o menos, conozco, seamos tolerantes con la vida privada de quienes nos gobiernan, siempre que no resulte tan escandalosa como la del “Caballieri”, que ya era mucha juerga o francamente delictiva, y, también seamos tolerantes con la vida pública. Lo primero me parece absolutamente normal. Lo segundo en absoluto normal. Que se pueda mentir impunemente en unas elecciones y que no pase absolutamente nada me deja perplejo; pero es lo que hay y toca aguantarse.
Por eso yo animaría a quienes aspiran a gobernarnos en cualquier parcela a practicar el ejercicio de la veracidad en todas cuantas ocasiones tengan. Digan lo que piensan verdaderamente y no aquello que crean que el público quiere oír, desechen la demagogia y cumplan lo prometido.
Mientras tanto, al menos me queda el pobre consuelo de felicitarme por el triunfo de De Blasio al que admiro, no por su pasado izquierdista, (aquí la lista de gente con un pasado izquierdista del que reniega es bastante amplia) sino por seguir siéndolo, por ser veraz y, sobre todo, por entender que el principal problema de su ciudad, que es un poco la de todos los que por estos lares vivimos, son las desigualdades sociales.
Espero no tener que escribir una mirada confesando mi desencanto con el nuevo alcalde....de Nueva York.