Francamente, a mí que Rajoy dimita o no dimita me da exactamente igual; que convoque elecciones o a un combo de aduladores para celebrar con una mariscada que está contentísimo de haberse conocido, me importa bien poco.
Si dimite y convoca elecciones volverá a ganar el PP y estaremos igual que estamos ahora, pero con Rajoy libre de toda preocupación, dedicado a hacer lo que mejor sabe hacer: Nada. Por no saber no sabe ni leer su letra ni los discursos que le escriben en los que lo lee todo, las anotaciones entre paréntesis” fin de la cita” incluidas. Pero es que su contrario en el debate, es decir, Rubalcaba tampoco parece ser que tenga ninguna idea clara sobre lo que hay que hacer para conducir el país a algún lugar en el que sea posible algo de esperanza, de ánimo; a una mínima alegría algo más duradera que la de que se han creado algunos puestos de trabajo; puestos de trabajo que presumo que son estacionales, mal pagados y con con peores condiciones laborales.
Tampoco resulta muy alentador que tras el debate o la moción o la comparecencia o como quiera que se llame del 1 de agosto lo único que parece preocupar es quién ha sido el ganador del debate. Ni lo sé ni me importa lo más mínimo, porque sí tengo muy claro que los que lo hemos perdido somos todos los españoles. Todos, incluidos los votantes y militantes del PP que actúan de buena fe y que verdaderamente creen que el ideario de ese partido es el que representa su forma de pensar y mejor defiende sus intereses. Esta gente honesta no se merece que sea una versión menos honorable de la “Cosa Nostra” la que dirige el partido. Al menos “Cosa Nostra” tiene por costumbre cumplir lo que dice, parece ser.
Nuestra situación como país es la de aquel que estaba agarrado a una rama en un precipicio a punto de caer y escucha una voz que le dice: ”Tírate que yo te cojo”, ¿quién eres? “Dios”, “eso está muy bien, pero ¿hay alguien más ahí?”.
Eso es lo que suele pasar cuando la gente de la calle, la ciudadanía como nos llaman cuando nos piden el voto, está más atenta a las evoluciones de los esforzados futbolistas, o a los asuntos del corazón y la entrepierna de no se muy bien quien. Cuando uno delega la gestión del patrimonio en administradores a los que no les pide cuentas nunca, suele ocurrir que el patrimonio disminuya sin causas demasiado claras, aparentemente. Que no digo que los administradores roben, en este caso los políticos, que tengo muy claro que eso solo lo puede decir un juez con sentencia en firme, pero...
Es a todos nosotros a los que nos compete que quienes ponemos a dirigir nuestros asuntos lo hagan de acuerdo a nuestras instrucciones. Que se cumplan los programas electorales, por ejemplo.
Lo repetiré las veces que haga falta. Que lo que queramos (carreteras en condiciones, políticos decentes, gestiones adecuadas, etc.) es nuestro deber exigirlo cada día, no cada cuatro años y esperara que Dios haga el milagro. Está muy bien tener fe, pero o nos ponemos nosotros, o ahí no hay nadie más. Creo.
Tampoco resulta muy alentador que tras el debate o la moción o la comparecencia o como quiera que se llame del 1 de agosto lo único que parece preocupar es quién ha sido el ganador del debate. Ni lo sé ni me importa lo más mínimo, porque sí tengo muy claro que los que lo hemos perdido somos todos los españoles. Todos, incluidos los votantes y militantes del PP que actúan de buena fe y que verdaderamente creen que el ideario de ese partido es el que representa su forma de pensar y mejor defiende sus intereses. Esta gente honesta no se merece que sea una versión menos honorable de la “Cosa Nostra” la que dirige el partido. Al menos “Cosa Nostra” tiene por costumbre cumplir lo que dice, parece ser.
Nuestra situación como país es la de aquel que estaba agarrado a una rama en un precipicio a punto de caer y escucha una voz que le dice: ”Tírate que yo te cojo”, ¿quién eres? “Dios”, “eso está muy bien, pero ¿hay alguien más ahí?”.
Eso es lo que suele pasar cuando la gente de la calle, la ciudadanía como nos llaman cuando nos piden el voto, está más atenta a las evoluciones de los esforzados futbolistas, o a los asuntos del corazón y la entrepierna de no se muy bien quien. Cuando uno delega la gestión del patrimonio en administradores a los que no les pide cuentas nunca, suele ocurrir que el patrimonio disminuya sin causas demasiado claras, aparentemente. Que no digo que los administradores roben, en este caso los políticos, que tengo muy claro que eso solo lo puede decir un juez con sentencia en firme, pero...
Es a todos nosotros a los que nos compete que quienes ponemos a dirigir nuestros asuntos lo hagan de acuerdo a nuestras instrucciones. Que se cumplan los programas electorales, por ejemplo.
Lo repetiré las veces que haga falta. Que lo que queramos (carreteras en condiciones, políticos decentes, gestiones adecuadas, etc.) es nuestro deber exigirlo cada día, no cada cuatro años y esperara que Dios haga el milagro. Está muy bien tener fe, pero o nos ponemos nosotros, o ahí no hay nadie más. Creo.