Estos son tiempos difíciles en los que se roba impunemente; pero no más que en otros tiempos aún más aciagos. Ocurre, simplemente, que, tras la caída del bloque soviético, el capital ha perdido el miedo al comunismo y las tímidas concesiones a la clase trabajadora ahora ya no son necesarias.
El capitalismo se ha quitado la máscara que lo cubría y ha aparecido con el rostro que siempre ha tenido debajo; en palabras de ese viejo católico sarcástico y un tanto gruñón que fue Chesterton: "El capitalismo se ha adornado con algunas de las virtudes de los piratas"; para los que gustan de poner pegas, añadiré que definió al comunismo como "la intención de corregir a los carteristas, quitando a la gente los bolsillos". A todo esto, lo que quería decir es que ahora sabemos todos, o deberíamos saberlo, que este sistema no puede dar solución a los problemas de la gente de la calle, porque está concebido desde su principio para el enriquecimiento a toda costa y coste de los poseedores de los medios de producción, en detrimento de los que sólo poseen su prole y sus manos.
Y con la prole a cuestas, lo de a cuestas es un decir, se ven ahora, los que lucharon en su juventud contra el franquismo para dar a sus hijos un futuro mejor que su presente. Lamentablemente ese futuro ha devenido en este presente en el cual padres jubilados deben de volver a mantener a sus hijos que, expulsados de sus hogares, o de hogares que creían suyos, por los ángeles custodios del orden establecido, echados de su trabajo por pulcros gestores de empresa -jefes de recursos humanos se hacen llamar- y con toda la madurez llamando a sus puertas deben acudir a la casa paterna. Donde comen dos comen tres y los que hagan falta, mientras las magras pensiones de los nuevamente proletarizados padres, por aquello de tener que alimentar nuevamente a la prole, aguanten y den de sí.
Y a todo esto, Francisco, que sabe que siempre habrá pobres, como creo que dijo ese Enmanuel que anduvo por tierras de Palestina alborotando el gallinero de Roma, quiere una iglesia "pobre y para los pobres"; que no es mal empeño para los años que le queden de vida, que espero que sean muchos y fructíferos, el empeño de librar a la iglesia de unos dos mil años de ir acumulando riqueza, tiempo en el cual ha sabido hacerse con un capitalito para cuando los tiempos se pongan difíciles. No seré yo quien caiga en la demagogia de pedir a Francisco que venda los bienes de la iglesia y dé lo que tenga a los pobres, pero creo recordar que un tal Jesús recomendó eso mismo a un joven que deseaba seguirlo.
Y el arzobispo de Chipre, Chrysostomos II, ya ha dado un paso al frente y pone los bienes de la iglesia al servicio del estado para salvar a la banca chipriota, y de paso los ahorros de los pequeños ahorradores. Lo cual, debería servir de ejemplo al resto de las iglesias, la católica especialmente. Que por una vez, aúnen predicar con dar trigo, o al menos con no quitarlo.
Y con la prole a cuestas, lo de a cuestas es un decir, se ven ahora, los que lucharon en su juventud contra el franquismo para dar a sus hijos un futuro mejor que su presente. Lamentablemente ese futuro ha devenido en este presente en el cual padres jubilados deben de volver a mantener a sus hijos que, expulsados de sus hogares, o de hogares que creían suyos, por los ángeles custodios del orden establecido, echados de su trabajo por pulcros gestores de empresa -jefes de recursos humanos se hacen llamar- y con toda la madurez llamando a sus puertas deben acudir a la casa paterna. Donde comen dos comen tres y los que hagan falta, mientras las magras pensiones de los nuevamente proletarizados padres, por aquello de tener que alimentar nuevamente a la prole, aguanten y den de sí.
Y a todo esto, Francisco, que sabe que siempre habrá pobres, como creo que dijo ese Enmanuel que anduvo por tierras de Palestina alborotando el gallinero de Roma, quiere una iglesia "pobre y para los pobres"; que no es mal empeño para los años que le queden de vida, que espero que sean muchos y fructíferos, el empeño de librar a la iglesia de unos dos mil años de ir acumulando riqueza, tiempo en el cual ha sabido hacerse con un capitalito para cuando los tiempos se pongan difíciles. No seré yo quien caiga en la demagogia de pedir a Francisco que venda los bienes de la iglesia y dé lo que tenga a los pobres, pero creo recordar que un tal Jesús recomendó eso mismo a un joven que deseaba seguirlo.
Y el arzobispo de Chipre, Chrysostomos II, ya ha dado un paso al frente y pone los bienes de la iglesia al servicio del estado para salvar a la banca chipriota, y de paso los ahorros de los pequeños ahorradores. Lo cual, debería servir de ejemplo al resto de las iglesias, la católica especialmente. Que por una vez, aúnen predicar con dar trigo, o al menos con no quitarlo.