La llave del apartamento



 No hablo aquí de ese apartamento que regalaba un programa, ya desaparecido, pero que para los de mi generación fue emblemático; hablo de la genial película de Billy Wilder.

 En ella el protagonista en un momento determinado tiene que optar entre la dignidad y el amor o continuar ascendiendo en su empresa, entre entregar la llave del apartamento o la del cuarto de baño privado de los altos directivos.

 No siempre es fácil la elección, más en nuestros días en los que el sistema capitalista parece empezar a mostrar su verdadero rostro: Parejas sin empleo ninguno de los dos, administraciones que deben lo que no tienen y difícilmente recaudarán, familias en la calle. Alguna vez nos creímos que era posible un capitalismo con rostro humano. No es fácil elegir entre dignidad o prosperidad cuando esta viene determinada por la renuncia a aquella. Podríamos decir que gran parte de cuantos nos mandan hace tiempo que entregaron la llave del apartamento y se quedaron con la del cuarto de baño para altos ejecutivos, con el coche oficial, el conductor, la escolta y todos los demás privilegios que son al caso, renunciando a cualquier atisbo, de dignidad.

 Esclavos de sus ejecutivas, de los grupos empresariales y bancarios, que son los que hacen y deshacen sin dar la cara, nuestros gobernantes viven rodeados de lujos que les hacen olvidar que alguna vez también soñaron con un mundo mejor, que hubo momentos en los que querían cambiar el mundo y hacerlo más justo y solidario. Luego llegó el poder con su capacidad de corromper dignidades, adormecer conciencias y comprar voluntades.

 Naturalmente no generalizo ni caigo en el tópico de que todos los políticos son iguales, ni creo que los políticos sean el problema de nuestro país, el verdadero problema está en las manos que dirigen los guiñoles, que siempre están ocultas y nunca dan la cara. Y, precisamente esas manos son las que dirigen las campañas de descrédito de nuestra clase política para hacernos creer que estaríamos mejor gobernados por tecnócratas y funcionarios, ¿nombrados por quién?.

 No es la primera vez que afirmo que no son los políticos el problema, por mucho que se denoste a la llamada por algunos casta política; el problema son las aplicaciones políticas de programas surgidos del neoliberalismo económico, que son los que nos han llevado a donde ahora estamos por que benefician a una minoría con poder de decisión y aplicación de decisiones, en perjuicio de la inmensa mayoría.

 Son las ideas surgidas de la Escuela de Chicago de Milton Friedman las que hay que combatir por que ellas son las causantes de la crisis mundial, de los recortes en educación y sanidad públicos, en favor de la empresa privada y del estado de shock al que nos están conduciendo.

 Nuestros políticos son culpables en la medida en que aplican estas ideas más allá de todo lo razonable, pero por las políticas que aplican, no por usar el cuarto de baño de los ejecutivos.