Aún recuerdo la primera maquinilla de afeitar que usé en mi vida, de esas de cuchillas recambiables, hoy, como casi todos, supongo, utilizo de esas de usar y tirar, cómodas y prácticas y perfectamente impersonales.
Es otro de los signos de los tiempos. La sustitución de objetos de uso personal cotidiano que antaño poseían cierta personalidad y durabilidad por sustitutos elaborados en plástico, fabricados en remotos países y de los que apenas somos conscientes, más allá de su empleo cuando se necesitan.
En los objetos pequeños como útiles de afeitar, bolígrafos o similares este usar y tirar tiene alguna justificación. Cuando de lo que hablamos es de teléfonos móviles, ordenadores personales o coches, la cosa ya no es exactamente igual. Y sin embargo, por causa de eso que llaman obsolescencia programada no es infrecuente tener que cambiar aparatos cada cierto tiempo. Y en este caso más allá de la necesidad del fabricante de seguir fabricando para que los consumidores continuemos consumiendo y tirando, no veo otra razón. Lo cual no significa que no la haya.
Lo peor de todo esto es que nos han sumergido de lleno en una sociedad en la cual prima lo rápido, barato y con fecha de caducidad temprana a lo laborioso, trabajado artesanalmente y hecho, eso que se decía antes, para toda la vida. En la actualidad lo queremos todo ahora, de inmediato. Tendemos a desear lo que se nos impone desde una publicidad cada vez mejor, que son unos productos no diré que peores, pero sí que en la mayor parte de las ocasiones no responden a nuestras esperanzas.
Y esto que vale para las cosas de uso cotidiano, sirve también para nuestros gobernantes y opositores. Aún no hace un año que elegimos a unos y otros para cuatro años y ya andan algunos votantes desilusionados, desengañados e iracundos. No digo yo que no existan razones para estarlo, pero eso es algo personal. Quien, como yo, nunca tuvo la más mínima ilusión por las gentes que ahora nos gobiernan de derecho; gobierno, parlamentos etc., y de hecho; FMI, Banco Mundial etc., es imposible que ahora se sienta estafado, desilusionado o engañado. Tal vez airado, sí.
Y sin embargo, estos que nos gobiernan eran los que iban a solucionar los problemas, dar confianza a los mercados y traer la bonanza económica según decían no ellos, que también lo decían, sino los profetas profesionales de cierta prensa que anunciaban toda suerte de desastres de no cambiar de partido gobernante. Pues ahí los tienen, menos de un año después y ahí está la realidad. Pero bueno, también aquí existe la obsolescencia programada y ya falta menos para volver a votar, porque yo a pesar de los pesares prefiero a los políticos electos a otras soluciones más imaginativas. Yo ya me entiendo.
En los objetos pequeños como útiles de afeitar, bolígrafos o similares este usar y tirar tiene alguna justificación. Cuando de lo que hablamos es de teléfonos móviles, ordenadores personales o coches, la cosa ya no es exactamente igual. Y sin embargo, por causa de eso que llaman obsolescencia programada no es infrecuente tener que cambiar aparatos cada cierto tiempo. Y en este caso más allá de la necesidad del fabricante de seguir fabricando para que los consumidores continuemos consumiendo y tirando, no veo otra razón. Lo cual no significa que no la haya.
Lo peor de todo esto es que nos han sumergido de lleno en una sociedad en la cual prima lo rápido, barato y con fecha de caducidad temprana a lo laborioso, trabajado artesanalmente y hecho, eso que se decía antes, para toda la vida. En la actualidad lo queremos todo ahora, de inmediato. Tendemos a desear lo que se nos impone desde una publicidad cada vez mejor, que son unos productos no diré que peores, pero sí que en la mayor parte de las ocasiones no responden a nuestras esperanzas.
Y esto que vale para las cosas de uso cotidiano, sirve también para nuestros gobernantes y opositores. Aún no hace un año que elegimos a unos y otros para cuatro años y ya andan algunos votantes desilusionados, desengañados e iracundos. No digo yo que no existan razones para estarlo, pero eso es algo personal. Quien, como yo, nunca tuvo la más mínima ilusión por las gentes que ahora nos gobiernan de derecho; gobierno, parlamentos etc., y de hecho; FMI, Banco Mundial etc., es imposible que ahora se sienta estafado, desilusionado o engañado. Tal vez airado, sí.
Y sin embargo, estos que nos gobiernan eran los que iban a solucionar los problemas, dar confianza a los mercados y traer la bonanza económica según decían no ellos, que también lo decían, sino los profetas profesionales de cierta prensa que anunciaban toda suerte de desastres de no cambiar de partido gobernante. Pues ahí los tienen, menos de un año después y ahí está la realidad. Pero bueno, también aquí existe la obsolescencia programada y ya falta menos para volver a votar, porque yo a pesar de los pesares prefiero a los políticos electos a otras soluciones más imaginativas. Yo ya me entiendo.