Rebeldes con causa



 El 15 de septiembre es el Día internacional de la Democracia, lo cual es bueno recordar, para recordarnos que el ejercicio de ese sistema es algo más que votar cada cuatro años.

 Y mucho más que entregar nuestro voto al partido de nuestra elección; en realidad lo que significa la democracia, esto es la libertad, es responsabilidad, hacernos cada uno de nosotros responsables de nuestras actuaciones y ser coherentes con nuestra forma de pensar.

 Y, a veces, esa coherencia implica la rebeldía, la desobediencia ante situaciones y leyes injustas. Estoy pensando en el caso de los médicos que se niegan a no atender a los sin papeles, por ejemplo o en el gobierno andaluz que continuará impartiendo educación para la ciudadanía.

 Pero para que la rebeldía lo sea con causa, para que no se quede en una pura oposición por sistema, es necesario que los enseñantes se empeñen en formar para la libertad, la responsabilidad y el sentido crítico ante todo poder. Sentido crítico que no significa necesariamente oposición negativista sino que debe ser un dudar metódicamente, un poner en tela de juicio todo lo que se nos ofrece como realidad, como deber, como obligación. Y fruto de esa duda, de ese intentar contrastar todo lo que nos llega, debe surgir la necesidad de, a veces, rebelarse; pero, insisto, rebelarse responsablemente. Y de rebelarse incluso ante la opinión mayoritaria, eso que se llama la opinión pública que, la más de las veces se hace a golpe de periodismo sensacionalista, en el que importa más el impacto del titular que la realidad. También es necesario en ocasiones someter a la criba de la razón las opiniones prefabricadas que se nos ofrecen como verdad absoluta. Ni hay tantos políticos como se dice, ni todos son iguales, por ejemplo.

 He aludido anteriormente a los enseñantes y he omitido los planes de educación por que la labor de los docentes va mucho más allá de aplicar lo que el programa establece. Guardo un agradecido recuerdo a todos y cada uno de los docentes que a lo largo de mi vida me han enseñado no sólo su asignatura, sino un modo de estar ante la vida, una forma de ser, que era la de la entrega a su labor.

 He tenido magníficos maestros y mis muchas fallas y lagunas son mi culpa y responsabilidad y si algo bueno hay en mí es gracias a ellos y a mi padres.

 Porque el proceso de educación es obligación compartida entre maestros y padres, entre ambos deben conseguir formar ciudadanos cultos, y preparados, pero sobre todo, formados para el ejercicio de la responsabilidad y la rebeldía. No sé lo que nos espera en el futuro, pero si sé que en él, también harán falta rebeldes con causa y que no faltarán causas para la rebeldía.