Niños de descampado



 Como todos los niños de mi generación, e incluso de generaciones anteriores yo también he jugado a las bolas, a la lima, a batallas campales y a todo cuanto la imaginación o el capricho del momento dictaminase.

 En la árida desnudez de un descampado se encuentran, para los ojos de un niño, la selva de Tarzán con sus monos y leones, las grandes praderas llenas de búfalos e indios, un estadio de fútbol donde emular las hazañas de Iribar, Villar, Cruyff etc. Lo que falta en el descampado, que es casi todo, lo suplíamos con la imaginación y lo poco que se podía encontrar a mano. Regresar a casa, sudorosos, sucios de tierra o barro y con las rodillas desolladas era lo frecuente en niños que antes habían salido limpios, repeinados y dispuestos para revista.

 Con el tiempo pasó la niñez y llegó la adolescencia y con ella esos salones recreativos con billares y maquinas de matar marcianitos antecesoras de los modernos videojuegos en los que se mata todo lo que puede ser matado con un realismo digno de mejor causa.

 No quedan descampados en Alhama y es una pena, porque soy de los que opinan que a la niñez no le va mal el contacto con la tierra, el andar en estado silvestre correteando, subiéndose a árboles y haciendo todo lo que la niñez trae consigo: Descubrir el mundo a través del juego.

 Lógicamente no me opongo a los videojuegos ni al uso del ordenador por parte de los niños; pero creo que hay que compartirlo con el juego en la calle, el campo o los descampados, incluso en algún sitio he leído que es bueno para la salud el contacto con la tierra en edades tempranas para inmunizar a los infantes de algunas enfermedades.

 No están de más los parques infantiles, los patios del colegio y otros espacios “reglados” de ocio infantil y no está de más, tampoco dejar que los niños jueguen a lo que apetezcan con lo que apetezcan, a veces menos es más y potenciar la imaginación es más saludable que ofrecérselo todo hecho en juegos que no permiten otro papel apenas que el de espectador.

 Pero lo que es idóneo para la infancia, no lo es en absoluto para los adultos; los descampados de mi niñez barcelonesa, hoy son espacios ocupados por Centros de Salud, Centros de Mayores y escuelas. Mi más ferviente deseo es que sigan siendo eso y que las políticas de recortes y cierres de todo lo que huela a estado de bienestar que practica el gobierno catalán, no hagan que los edificios abandonados sean lugar de juegos infantiles.

 De nuestra tierra no me preocupo, por que confió en el gobierno autonómico andaluz, que con sus errores, que tenerlos los tiene, ahí están los ERES, y con sus aciertos me ofrece garantía de que nuestras escuelas, hospitales y centros de mayores, nunca serán descampados.